Capítulo 3

1047 Words
—Solo tenemos un familiar, mi tío Carlos, pero el vive en Madrid España, eso queda muy lejos de aquí y se necesita de mucha plata para llegar hasta allá. Por eso, nos quedabamos en casa de una amiga de mi madre, y mi tío le pasaba el dinero para que nosotros comieramos y nos vistieramos bien, pero ella llegó un momento en que no nos quiso atender más, y todo el dinero se lo gastaba, en bebidas de alcohol y fiestas, con su novio, el peluo. —arruga el entrecejo al mencionarlo— el siempre nos quería estar mandando, y regañando, como si fuéramos sus hijos, así que decidí escaparme con mi hermana, ya que es lo único que tengo y no puedo dejar que otra persona la trate mal. —Y entonces ¿donde duermen? —le pregunto asombrada. —Nos quedamos en casa del señor Ramón —eso me causa gracia, ya que es el nombre de un personaje de la televisión que siempre debe dinero— el nos dió un espacio en su casa, ya que siempre veía que pasaba con mi hermana para pedirle trabajo, le conté sobre lo que los paso y el se ofreció a ayudarnos, siempre y cuando le colaborará en la panadería que el tiene, ayudando a atender a la gente, limpiar o cargar cosas. El siempre nos da comida, pero a mí no me gusta abusar de su bondad, por eso siempre estoy viendo de dónde sacar comida para mi hermana y para mí. Pero a su esposa la señora clara le gusta mucho Francis, siempre le está consiguiendo vestidos, colitas y juguetes. —rie mientras la ve— a mi no me importa nada, mientras ella esté bien. —Y ¿por qué no intentas llamar a tu tío de España para contarle sobre lo que les está pasando?. —Es que no tengo su número, y me da miedo ir a casa de Maritza, ya que si nos llega a ver, no nos dejara ir, para seguir cobrando el dinero de mi tío. —Ah claro, y ¿siempre vienen para acá? —Si, casi todos los días venimos, la hermana Josefina sabe de nuestra situación, y siempre nos guarda un puesto para que tengamos la comida asegurada. —Yo solo he venido ayudar junto con mi madre. —le digo viendo hacia los lados nerviosa. _¿A quien buscas? ¿que volteas mucho hacia los lados?. —no a nadie —le respondo viéndolo a la cara— tu hermana es muy bonita por cierto. En mi casa tengo algunas muñecas que ya no uso, si quieres puedo traerselas para que juegue con ellas. —Si, eso le gustará, ya que no tiene, estaba ahorrando para comprarle una de niño Jesús pero son un poco costosas y se me está haciendo difícil reunirlos, pero si tú se la regalas estaré muy feliz —me dice sonriendo. La verdad tiene una linda sonrisa a pesar de que tiene los dientes algo descuidados. —¿Te gusta el maquillaje que te he realizado? —me pregunta la maquilladora, volteando mi silla hacia el el espejo para que pueda observarme. Al verme quedo impactada de lo cambiada que he quedado, mi nariz a pasado de ser gorda, a ser una nariz estilizada, pareciera que me hicieron cirujía. Mis ojos se ven un poco más claros y grandes, gracia a los colores oscuros que está coloco en ellos, la mirada se aprecia un poco más profunda por el efecto que hacen las pestañas postizas. Mis labios, también parecen operados, se ven voluminosos y de un rojo intenso. No salgo del asombro al ver cada detalle que está ha hecho en mi, me siento una persona distinta. Ya que no soy de arreglarme mucho, lo mío es un delineado de ojos. polvo para la cara y rímel, el resto lo hago con mi cabello y una linda sonrisa. Ojalá pudiera ser como Cenicienta y que todo esto se acabará a media noche para volver a ser igual. Ese día terminamos de hablar sin que mi madre se diera cuenta, y quedamos en volvernos a ver para darle las muñecas a Francis. A los días volvemos, el padre Ignacio le pidió que se hiciera cargo de ese lugar, por lo que mi madre acepto encantada y yo me ofrecí a ayudarla en todo, y ella acepto. Quince días después llegó con el bolso abultado ya que traigo las muñecas que le prometí a Francis. Estando repartiendo la comida llega Mathias al cual le doy una porción triple, sin que nadie se de cuenta. Al terminar nos reunimos debajo del árbol que está en el patio trasero del lugar. En el hay un caucho guindando de un mecate que sirve como columpio. Estando allí, saco las muñecas para entregárselas a Francis, está al verlas, se emociona tanto que sus ojos brillan de felicidad, y yo me siento muy contenta al verla. Ese día jugamos un poco con ellas antes de irme a casa. Así van pasando los días, y siempre nos vemos en el mismo lugar. La relación entre Mathias y yo va cada vez mejor, se podría decir que somos mejores amigos. Siempre que nos vamos a ver, trato de conseguirle ropa, zapatos, juguetes o cualquier otra cosa que pueda servirle. —Pero que hermosa te ves —dice mi madre acercándose a mi, con los ojos aguados— pensé que este día nunca llegaría —dice pasando un pañuelo por su rostro. —¡Mami! por favor no llores, o se te correrá el maquillaje —le digo, sabiendo que eso es algo muy importante para ella. —¡Si hija! tienes razón, a demás pague muy caro por el —me responde inclinándose hacia el espejo para secar sus lágrimas. Pero estando inclinada frente al espejo me ve a la cara y volteandose hacia mí me dice. —¡Por favor Alba! debes cambiar esa cara, cualquiera estando en tu lugar estaría saltando de un para de felicidad. Así que pon una sonrisa en ese rostro, que parezca que te haz ganado la lotería —me dice volviéndose a voltear hacia el espejo para colocarse algo de lápiz labial que ha agarrado del estuche de la maquilladora.
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