Grito de Ayuda

1733 Words
     Después de dejarme inconsciente, los doctores no volvieron hasta el día siguiente, la verdad solo fue el doctor Daniel. Trato de explicarme cómo pudo mejor las cosas, aunque para mí no tenía nada de mejor. Seguía furiosa, pero decidí no hacer otro escándalo por la paz y por evitarme otra inyección de diazepam. Ya me sé el nombre.      Al llegar el cambio de guardia, llegó la señorita Nuria, y con ella llego una nueva oleada de emociones cuando le conté el estado actual de mi padre. Ella no parecía sorprendida, y su semblante era de pura paz y tranquilidad. – Me lo supuse – afirmó ella. – ¿Y ahora que voy a hacer? – pregunté sobre cogiéndome. – Primero debes mantener la cal... – Empezó, pero se interrumpió al ver que le lanzaba una mirada asesina – Quiero decir, debes... ¿Permanecer relajada? – Esa palabra está mejor – aclaré. – Eso, relájate. – ¿Cómo hago eso? – No podemos echarnos a morir, aunque el mundo se nos venga encima – explicó – tu padre está en esta situación, pero sigue vivo. – Si, al menos – señalé. – Y tiene muchas probabilidades de despertar – exclamó entusiasta. – No juegue con mis emociones – le pedí mientras secaba mis ojos ante la amenaza de lágrimas. – No lo hago – aclaró – ¿Crees que los médicos lo saben todo? ¡No! – dijo respondiendo a su pregunta. – Crees que despertara – dije a modo de afirmación. – Claro que sí. – ¿En serio? – dudé. – Tiene los motivos suficientes para querer regresar – dijo tomando mi mano a modo de consuelo.      Bajo otras circunstancias la habría rechazado, a su mano y cualquier tipo de consolación, pero se trataba de la única persona en ese hospital que había sido franca conmigo, a pasear que había intentado mentirme, y ya no me quedaban fuerzas para pelear, así que la acepté. – Gracias señorita Nuria – dije a modo de agradecimiento. – Jummmm... – pensó – Creo que prefiero que me digas Nuria. – ¿Nuria? ¿Así sin más? – Por supuesto, creo que es más fácil para ambas ¿No crees? – dijo intentando levantar mis ánimos. – Bueno... Después de todo nos veremos muy seguido – respondí decaída. – No será para siempre – comentó, y me ofreció un hombro en el cual llorar. No lo hice, pero fue consolador, y al menos en ese momento necesitaba volver a creer. **********************************************************************************************       Habían pasado unos dos meses y medio desde que mi padre había entrado en su maravilloso nuevo estado de coma. No era fácil mi nueva rutina, y mucho menos mantener mi mente en positivo.       Las primeras semanas posteriores a su diagnóstico, las pase entre la angustia y la tristeza, a menudo lloraba en la cafetería o en algún lugar sin mucha gente a mi alrededor. En ocasiones lo hacía con Nuria, a quien me había vuelto cercana, a veces incluso se quedaba horas extra para hacerme compañía.  – Necesitas un aumento – le comenté en una ocasión. – ¿Por? – respondió alegre. – Por soportarme todos los días – dije limpiando mi nariz con mi manga. – ¡Que va! – Sonrió. – Lo digo en serio – dije – ¿Que deseas a cambio de tu infinita paciencia? – No es infinita y no quiero nada – aclaró. – Por favor. – Bueno... Entonces quiero una cosa. – ¿Qué? – Que tú padre se recuperé – dijo ella, lo que me sorprendió – Así no tengo que soportarte más – añadió bromeando. – ¿No te confirmarías con un croissant? – añadí. – Mi petición no es para ti, es para el – dijo señalando arriba. Yo solo le sonreí.      Los médicos me habían explicado que era posible que mi padre escuchará todo lo que decía y era consciente de todo lo que sucedía en su entorno, hablaron de estudios y de casos, por lo que no tenía razones para no creerlo. Allí empecé a tomar la medida de que, cuando estaba en la habitación comenzaba a hablarle, en realidad me limitaba a tener una especie de monólogo en voz alta dirigido a mi padre, lógicamente sin respuesta.      No pude evitar las clases por mucho tiempo, así que si no quería perder el semestre tenía que buscar ayuda, allí recurrí a Nuria y a su consejo, la que me recomendó declaración llamar a mis tíos, explicarles lo del coma de mi padre, asegurándome que seguro vendrían en mi ayuda, después de todo era su hermano. ¡Sorpresa! Eso no paso.      Yo me trague mi orgullo y llame a mis tíos, pero no sirvió de nada, sus respuestas ante la situación fueron muy similares, algo como sistemático y planificado:   «Estoy demasiado ocupado», comprensible;  «Me es imposible viajar en esta época del año»,  factible;  «No veo porque es mi responsabilidad después de todo lo ocurrido», increíble;  «No seas dramática, seguro despierta pronto, seguro despierta pronto», inaceptable.       El colmo fue cuando mi tía se le ocurrió comentar que si era algún truco. – ¿Es en serio? – Le dije indignada – Suena algo demasiado peliculero para ser real – dijo desde la línea del teléfono – Insinúa que me estoy inventando todo esto ¿Por qué? – Pregunté – Ni siquiera sé que ganaría con eso. – Eres una niña caprichosa, cuyo padre está ausente, por lo que buscas llamar la atención – dijo psicoanalizándome, haciendo que me hirviera la sangre – en cuanto a tu madre que... – Ni se le ocurra hablar de mi madre – solté cortante. – Ya en serio Adela, no tengo tiempo para esto – añadió restándole importancia a lo que le dije – estoy cansada, mejor pásame a tu padre. – Ya le expliqué que está en coma – le recordé – se lo he dicho muchas veces, incluso le pase los exámenes. – No los he leído – añadió. – ¿No los ha podido leer en cinco días? – No tengo tiempo Adela – continuo – Si lo que quieres es dinero. – No, eso no es lo que quiero. – ¿Entonces? ¿Qué quieres? –Pregunto exasperada – Mejor pásame a tu padre. – ¡ESTA EN COMA! ¡NO PUEDE HABLAR! – grité. – ¿Por qué no hablas con tu tío Harry? – dijo ella ignorándome. – Ya lo hice, pero dice que no puede venir. – ¿Y crees que yo sí? – Dijo a modo de burla – Francamente no sé qué quieres de mi Adela. Quisiera no tener que pedirle ayuda. – Un poco de ayuda no me vendría mal – solté – No puedo hacer esto yo sola, no tengo a nadie, les llamé a ambos porque creí que... – No puedo – dijo cortante – dile a tu padre cuando despierte, si es que realmente duerme plácidamente, que me llame. – No está dormido, está en coma – explique de nuevo – No sé cuándo vaya a despertar. – Entonces dile que deje de hacerse el dormido y se haga responsable de sus asuntos – exclamó – tiene una cría que cuidar. –¿Cuántas veces tengo que explicarle que no está dormido? – Añadí – Y no soy una cría – dije a la nada, puesto que ya sonaban los pitidos típicos de los teléfonos de cuando cortan una llamada y te dejan hablando solo.       Después de eso, les llamé otras varias veces, pero no contestaron a ninguna de ellas. También le había escrito cientos de mensajes, a ambos, pero todos con las mismas respuestas de siempre. Son unos malditos.      Tras haber abandonado la fe en ellos, la cual ya era bastante reducida. Acudí a por un nuevo consejo, otra vez. – ¡Que desgraciados! – Dijo Nuria indignada – Es su hermano, por amor de Dios. – ¿Me lo dices a mí? – Señalé – Te lo dije, ellos son así. – ¿Cómo pueden ser tan descorazonados? – exigió saber.      Yo me encogí de hombros y ella siguió quejándose. – ¿Que vamos a hacer ahora? – ¿Vamos? – pregunté. – No pensarás que te voy a dejar sola ¿O si Adela? – Yo... Bueno es que yo no sé por qué...? – añadí tratando de no sonar ofensiva. – ¿Por que qué? – exclamó disgustada. Demonios. – Es que tú te involucras mucho en mi caso ¿No es algo poco ético?      Me miró sorprendida, y más que molesta, estaba indignada. – ¿No quieres que me involucre? – dijo.      Sus ojos café eran una mezcla entre decepción, confusión y un poco de tristeza. Si claro, no deseo que la única persona que me ha ayudado a mantenerme en pie en toda esta locura se meta en mis asuntos.  – No, no es eso – me sinceré – temo por ti, temo que tomen... – ¿Represalias? ¿Medidas? – preguntó, a lo que yo asentí.      Ella esbozó una sonrisa, lo que hizo que su mirada se endulzara, esa si se parecía a la Nuria que yo conocía. – Tengo años en este hospital Adela – añadió – si intentan sacarme de este caso... Bueno, mejor que ni lo intenten. – Pero tu trabajo.... – Esto es parte de mi trabajo – me interrumpió – Pero si tú no deseas que te ayude. – ¡No! – Dije exaltada – No, tú has sido un gran apoyo para mí y para mí padre – admití – Has sido de gran ayuda y yo... – ¿Tu qué? – dijo dubitativa. – Pues, eres lo más cercano a un amigo que tengo ahora – dije avergonzada. – Oh cariño – dijo ella – Es muy triste eso – ¿Qué cosa? – Que tu amiga sea la enfermera – admitió – Aunque claro, es difícil no amarme, quiero decir, soy radiante – bromeó.      Me saco una sonrisa. – Así me gusta – comentó.       Ya me había acostumbrado a que me abrazara, ella era así, melosa, pero me gustaba sentirme acompañada, por lo cual aceptaba sus abrazos sin rechistar. – Bueno – añadí separándome de ella– ¿Que haremos entonces? – Plan B – dijo ella a modo de respuesta. – ¿Plan B? – Tu déjamelo a mí – dijo con su habitual sonrisa.
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