Esperanzas rotas

2298 Words
     Habían transcurrido ya varios días desde el accidente, y como era de esperarse muchos amigos, compañeros de trabajo y ex-clientes de papá vinieron a mostrar su apoyo, trayendo regalos de «Recupérate pronto». Mis compañeros de clase fueron muy comprensivos, mostraron sus respetos, aunque muchos no conocieran a mi padre, y muchos de ellos plantearon la propuesta de ayudarme, pasándome los apuntes de algunas clases que compartíamos para no perder materias. Valore cada gesto de todos los que fueron, por más pequeño que fuese; pero, a pesar de todo, yo no dejaba de pensar en las horas, que cada vez transcurrían más y más rápido, mientras que mi padre no daba señales de despertar, sus signos eran buenos y su respiración era constante, pero no despertaba ¿Por qué no despertaba?      Al culminar la hora de visita yo me acomode en mi sillón. Tome muy en serio mi labor de cuidadora, llevaba días haciendo los cambios de ropa y aseo personal de mi padre. Había decidido cambiar su ropa de antes por una bata marrón que era mucho más práctica, recién descubría que la ropa ideal para alguien en cama son las batas definitivamente.       Se acercaba el cambio de guardia así que los doctores no deberían tardar en llegar, en la tarde como a eso de la una se habían llevado a papá para hacerle algunos estudios que decían ser de gran importancia, yo deseaba acompañarle, pero mi padrino fue el que se encargó de ello, se justificó diciendo que le tomarían más en serio por ser un adulto y yo estaba demasiado cansada como para tener una discusión con él, así que cedí a la presión y permití que la enfermera, a quien no le tenía demasiada simpatía desde nuestro intercambio de palabras en el mostrador el día del accidente, que se llevará a mi padre, siempre que mi padrino le acompañase. Cuando ambos llegaron con mi padre, él estaba bien, pero aun sin cambios.       Al llegar la hora entraron varios médicos, sus caras no me decían nada, aunque al ver a mi padre en cama, el doctor Daniel paso apresurado. – ¿Ocurre algo? – pregunte angustiada al ver su expresión.       Él volteo a verme, se veía renovado, sus horas de sueño le habían hecho demasiado bien, ya tenía un aspecto más relajado, juvenil e incluso más cándido. – Para nada – sonrió – Solo me sorprende Adela.      Note que su voz tenía un deje nervioso, no miraba directamente a mis ojos, veía a un lugar muy cercano a ellos, tal vez mis pestañas, pero no me veía directamente a los ojos. Está mintiendo. – ¿Que le sorprende doctor – fingí no haberlo notado. – Bueno, tu padre no ha despertado – añadió, esta vez estaba nervioso. – Lo se doctor, lo tengo presente – solté cortante. – Y tú estás sumamente tranquila. ¿Tranquila? Eso sí era un mal chiste. – Pues, me halaga que crea eso – dije fingiendo inocencia. – ¿Cómo le haces? – pregunto con un deje coqueto y misterioso, pero no la clase de misterio que gusta, sino del que aterra, sobre todo si estás en una situación como la mía. Hablé de una vez ¿Qué pasa? – Solo... – dije fingiendo vergüenza – confío en la promesa que me hizo mi doctor – respondí mirándole.       Sostuvo un momento mi mirada, pero luego desvío la suya y trago saliva. Te tengo. – Algo va mal ¿Verdad? – pregunté directamente. – Adela... – empezó. – Doctor, no intente fingir que no estoy en lo cierto, créame que eso no funciona – dije cortésmente – Si algo va mal, por favor debe decírmelo. Contuvo la respiración un momento, observo a sus colegas, a mi padre y luego se detuvo en mí. Esto no va a ser bonito. – En vista de que tu padre aún no despertaba, decidimos hacerle unos estudios – dijo – Exámenes comunes en estos casos, cómo encefalogramas y.... – Doctor – le interrumpí – Yo sé que usted sabe que no voy a entender la mitad de las cosas que usted me diga – admití – Y sé que usted sabe que esto es plática innecesaria, así que puede ir al punto si lo desea.      Una especie de fantasma de una sonrisa surco por su rostro, aunque parecía más una sonrisa triste o melancólica. – Vale... – suspiro y su intento de sonrisa desapareció por completo – tu padre sufrió un traumatismo muy fuerte a nivel occipi... En la cabeza, y eso ha causado... lesiones severas. – ¿Qué tan severas? – Pregunté tajante – ¿Qué quiere decir con eso doctor? – Creo que... – se cortó de pronto, los otros presentes lo observaban desde lejos expectantes, el lanzó un gesto a uno de los presentes aunque no supe a quién, luego se detuvo y volvió a mirarme – Creo que esto es todo lo bien que puede estar – explicó – ¿Cómo dice? – dije perpleja. – Puede que tú padre no despierte – dijo él como doliente.      No sé por qué, en definitiva no era un asunto cómico, pero una risa se apoderó de mí en ese momento, como si de un chiste se tratase  – ¿Qué es esto? – Dije entre risas – Eso no es posible, mi padre debe despertar, ya se lo explique – insté – Usted me dijo que el despertaría. – Adela – dijo acercándose a mí, mirándome con aire de tristeza, mientras los otros me observaban como con pena o compasión – Tu padre ha entrado en un estado comatoso – admitió. – ¿Comatoso? – dije sin entender muy bien. – Así es – dijo – Lamento mucho que....      Continuo diciendo cosas, pero no le escuchaba porque mi mente iba lento, pensando en la palabra "Comatoso". Me sonaba conocida, pero extraña a la vez, tal vez algo formal. De repente pensé en las películas «Just Like Heaven» y «If I Stay». No, no, no... – ¿Qué? ¿Coma? – Pregunté exaltada – ¡COMA! ¿Cómo en las películas?  – En las películas... – empezó. – ¿Quiere decir que no va a despertar? – le interrumpí – ¿Nunca? – Es difícil decir con exactitud, solo es que... – Solo es que, si es que despierta, porque no lo sabe ¿Verdad? – le interrumpí, el solo calló, incluso ante mi pregunta, lo que para mí fue una confirmación – No será pronto, y puede que nunca ¿No?. – Señorita Windshields yo.... – Usted me dijo que estaría bien – le recordé – Me prometió que lo haría. – Lo sé – me interrumpió – solo escuche. – Yo no confío en nadie doctor ¡Nadie! ¿Oyó? – Reclamé – No sabía si podía confiar en usted, pero lo hice porque usted me dio su palabra, y yo quería creerle – insistía – ¿Cómo pasamos de un 'Despertara pronto' a un 'No va a despertar'? – exigí saber. – No he dicho que no despertará – aclaro aún comprensivo. – Pero ¿Realmente lo cree? ¿O solo lo dice porque no sabe si será en una semana, un mes o en uno o varios años y teme que su ego sea nuevamente resquebrajado por un diagnóstico erróneo? – solté con rabia. – Señorita Windshields – exclamo ofendido – Se lo dejaré pasar esta vez, debido a su situación. Ya no me tutea ¿Verdad? ¡Excelente!  – Situación ¿Eh? – Esboce una sonrisa sarcástica – ¿Cómo debo describir está situación? ¿Actualmente con un padre en coma? ¿O solo con un... – Por favor, cálmese – advirtió. Y dale con la bendita frasecita esa. – ¿Calmarme? – Grité – ¡Calmarme! ¿Cómo demonios quiere que me calme? ¿Cómo se le ocurre decirme que me calme? – Adela, yo entiendo tu... – dijo. – No, no entiende – Si, lo entiendo, créeme – dijo mostrando comprensión – Y cree en mi cuando te digo que en serio lamento que pases por esto – se disculpó. Bastante creíble, pero no lo suficiente.       Si las miradas matarán, la mía atravesó sin piedad, como un cuchillo afilado, el cráneo de todo el personal presente en esa habitación, los atravesó completamente, creando una incisión perfecta desde la frente hasta el cráneo.       Más allá de mi mirada, el personal allí no se inmutó, y el doctor Daniel, con toda la osadía del mundo, se acercó a mí lentamente, parecía tener intenciones de abrazarme, pero creo que le intimida un poco, por lo que solo me tomó por los hombros, lo que para mí ya era un descaro. Su tacto era suave, su voz dulce, e incluso su mirada mostraba un deje de... Compasión. – Estar así no te hará bien – insistió.      Yo empezaba a tranquilizarme un poco, estaba molesta, pero culparlos por sus errores no iba a hacer que mi padre despertara, y los médicos y enfermeros dudo que tuviesen ganas de estarme soportando mucho tiempo después del drama que estaba montando, así que sospecho que estaríamos en una situación similar respecto al deseo de la recuperación total de mi padre.      Todo iba mejorando, ya empezaba a quedarme más tranquila y estuve a punto de presentar mis disculpas por mi falta de respeto, pero tenía que hablar. – Yo... Yo creo que lo mejor es que te calmes. Hasta aquí. – Dígame doctor – exclamé – ¿Alguna vez le ha funcionado eso de decir «Cálmese » a un paciente? ¿O a algún familiar de paciente? – ¿Qué? – preguntó sorprendido. – Porque permítame decirle – insistí –que veo poco probable que alguna vez le haya funcionado. Incluso – continúe – veo más probable que se exasperen aún más. – Señorita Windshields – Calmarme, puafff – refuté – ¿Acaso no lo ve? Mi padre está en coma, CO-MA ¿Sabe lo que me está diciendo? – Por supuesto – aclaró. – Claro, porque usted es el doctor ¿No? – me mofé.      Impotencia, esa es la palabra correcta para describir lo que había en los rostros de todos ellos; impotencia por no saber qué hacer, de tener los conocimientos y que no sirvan para nada ahora, eso era lo que había en sus rostros, junto con la vergüenza y la rabia de recibir mis insultos. – Señorita – dijo enojado – debe contenerse, todos entendemos su situación y lo lamentamos. – ¡No quiero su compasión! – Grité – ¡No quiero sus disculpas! ¡Y no quiero contenerme! – Seguí – Lo que quiero es que me diga ¿Qué diablos debo hacer para que mi padre despierte? – Adela... – ¿O que van a hacer para que mi padre despierte? – Exigí– ¿Ustedes son los de salud no? ¡Respóndanme! – Traigan una ampolla de Diazepam preparada – grito uno de los presentes, el doctor John si no me equivoco, con el que ya había tenido una experiencia previa. – Diaze ¿Qué? – Exclamé – Dígame ¿Para qué es eso? – Usted tranquilícese – dijo una enfermera. – ¡ESO ES LO MISMO QUE UN CALMESE! – Insistí – ¡YA LES DIJE QUE ESO NO FUNCIONA! – Tráiganlo rápido –dijo nuevamente el doctor John – Doctor – le suplique al médico de mi padre, al doctor Daniel – Haga algo por favor, – rogué – dígame qué hacer – Yo... – Por favor, haré lo que sea, iré donde tenga que ir – decía al borde del llanto, el cual había demorado mucho en querer salir, el guardaba silencio – ¡Diga algo! Excepto que "me tranquilice" o "me calme" porque juro que allí... – Por ahora – respondió – mantendremos a su padre en observación, – me miró después de un largo tiempo sin dirigirme la mirada – seguirá aquí hasta que se recupere. – ¿Y eso en cuanto tiempo será? – pregunté. – No lo sé – dijo cortante. – ¿No lo sabe? – Sollocé – ¿Como que no lo sabe?. Si usted no lo sabe ¿Quién lo sabe? – Mire al grupo presente – Llévenme con la persona que lo sepa. – Adela – dijo el doctor Daniel, de nuevo con ternura, pero yo ya no veía nada fructuosos sus intentos por aligerar mi pena. – ¡Doctor! ¿Cómo quiere que confíe en usted? – Reclamé – Me prometió que mi padre despertaría, ahora me dice no solo que no lo hará, sino que no sabe qué hacer para que suceda – le recordé casi entre lágrimas – ¿Cómo pretende ahora... ¡Ah! ¿Qué? – exclamé al sentir un pinchazo en mi espalda.      Observé a una enfermera con una jeringa en la mano, una jeringa vacía, el líquido había Sido depositado en mí. La ampolla de no sé qué era para mí, no para mí padre. Mi expresión debió desconcertar los un poco, porque en seguida una de las enfermeras me explico. – Le hemos dado un ansiolítico – Eso es el diaze... Eso – dije atontada – Yo no quiero nada, – expliqué – quiero que despierten a mi papá. – Hacemos lo que podemos – dijo el Doctor John.      Comenzaba a ver borroso, no podía distinguir las caras que tenía al frente, me sentí cansada, un cansancio que hacía a mi cuerpo pesado. – Pues haga más – dije al doctor Daniel – me lo prometió... Usted me... Lo... – no pude concluir.      No supe de nada más, ni de los doctores ni enfermeros, ni de mi padre ni de mí misma, solo sé que todo se volvió oscuro de pronto, no solo mi vista, sino mi mundo entero.  
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