Ruidos en la habitación

2724 Words
     Se supone que después de comer solo iríamos a nuestros respectivos cuartos, pero por lo visto hoy tendríamos insomnio, sin embargo, eso no evito que la mayoría de nosotros si intentará subir a descansar un poco. – Vamos, no sean aburridos – dijo Zen tratando de convencernos – Es un bar, y es noche de llegada. – Anímense – motivo Oliver enfocando la con su cámara, no tan sutilmente como debería. Nos meterás en líos antes de tiempo.  – Guarda eso – señale a la cámara – Aquí hay demasiados que pueden verte. – Y no quiero quedarme chicos, perdón – se disculpó Nino – solo deseo descansar. – Pero, es el primer día – se quejó Zen. – Lo que significa que estamos cansados y queremos dormir – añadió Lina. – No van a poder dormir después de la historia de Sonya – añadió Oliver – Venga vamos. – No creas que no podré, – dijo Sonya ya bostezando – mi sueño está acumulado y mi cuerpo no da para más – comentó. – Un solo trago – suplico Zen. – No – respondimos los cuatro al unísono. – Adela, – dijo Oliver a modos de convencimiento – aquí eres mayor de edad, puedes beber lo que quieras. – Soy mayor de edad en muchos lugares – añadí – incluyendo mi país. – Vamos. – insistieron ambos. – Negativo procedimiento. – Pero... – Ya no insistan, – reclamé – no queremos ir al bar o al karaoke o a ninguno de los entretenimientos, queremos descansar.      Dejaron de insistir después de varios intentos más, hasta ellos tenían un límite, no entendía como no tenían ganas de ceder ante el cansancio.       Mi habitación era exactamente igual a la de Sonya, colores sobrios, cerámica pulida de color y aspecto de madera, la luz era tenue, ideal para descansar y relajarse, lo cual era un incentivo más para mis ganas de quedarme.       Entre en el baño para observarlo bien, era de paredes blancas, luces blancas de mayor intensidad, la ducha era transparente, con barandas a los lados y el tocador era blanco, con un espejo en frente hermoso, se forma como de hexágono, cuyo marco de metal también tenía detalles, parecía una enredadera con capullos por flores. Entre en la ducha para refrescarme, el agua era tibia, y la sensación era divina, el jabón olía a lavanda, me encantaba el olor a lavanda, pero me gustaba más el olor de pino y me ta de mi padre. ¿Que estar haciendo?,  ¿Estará solo?, ¿Estará pensando en cuando lo voy a llamar?       Busque el medallón nuevamente, allí estaba, no me lo había quitado. Podría ser un pensamiento estúpido, pero tener el guardapelo me daba seguridad, una especie de tranquilidad que necesitaba cuando me embargaban la angustia y la tristeza.       Tras salir, comencé a vestirme y a ponerme cómoda, revise mi teléfono, y como era obvio, no había señal de ningún tipo, mañana tendría que preguntar por la red de wifi.       Mientras me acomodaba en la cama, mis oídos percibieron algo bastante particular. Escuché una especie de zumbido, un zumbido muy leve pero constante, que me hizo sentir atemorizada. Algo podría estar en cortocircuito.       El pensamiento era lógico considerando el hecho de que aquel zumbido parecía provenir de algo eléctrico, así que me acerque a las lámparas encendidas, y aunque sentí el calor emanado por la bombilla no llegue a sentir ningún zumbido, que extraño. Cómo el zumbido seguía yo permanecí buscando sin mucho éxito el origen del sonido, seguía en eso hasta que sentí otro sonido, el de una serie de golpes ligeros a la puerta de mi habitación. – ¿Quién es? – grité. – Tu camarógrafo favorito – dijo una voz conocida. – No quiero videos ni interrogatorios– dije mientras buscaba un suéter para cubrirme por encima. – No vengo con la cámara – dijo. – ¿Seguro?      Silencio. – Bueno, vengo con ella, – reconoció – pero no está encendida lo juro, además, no tengo nada interesante que preguntarte. – ¿Por qué lo juras? – dije ignorando eso último. – Pues porque lo... – No no – le interrumpí – ¿Por qué o por quien lo juras?      Escuché una especie de suspiro a través de la puerta como de rendición, luego una especie de risa cansada. – Venga Adela no seas así – comentó – Déjame pasar. – No quiero videos en serio Oliver, – añadí – estoy destruida. – Yo también, pero en serio no vengo a grabar.      Abrí la puerta para dejarle entrar. Oliver se quedó en la puerta un rato hasta que le hice señas de que entrara, el observo la habitación con recelo, luego a mí para después proceder a entrar por la puerta de madera blanca. – Te has puesto cómoda – comentó. – Por supuesto – afirmé – ¿Que esperabas? ¿Qué durmiera con vestido de lentejuelas?       El empezó a reír, se acercó a una de las sillas de mi habitación y con toda la confianza del mundo se sentó muy calmadamente, como si fuese su cuarto. – ¿Eso es lo que vas a hacer?  – Eso es lo que espero – dije – Por cierto, – añadí lanzando le un cojín – tomas confianza rápido ¿Eh? – Un muy mal hábito que tengo – dijo esbozando una sonrisa. Oliver era lindo, no podía negarlo, tenía un noseque que te hacía sentir a gusto con su presencia, aunque bromeara conmigo y fuera un confianzudo de lo peor, era agradable, o al menos era la impresión que había tenido de el en estas últimas horas. – Pues, si me permites, deseo estamparme en esta cama y consumar mi sueño, y tu presencia me lo impide– dije mientras me abalanzaba sobre la suave colcha de sábanas naranjas. – Que elegante ha sonado eso – añadió – Aunque en resumen significa: «Quiero dormir, lárgate». – Que bueno que lo entiendas – acote sonriendo. – ¿Puedo unirme a tu consumación? – pregunto bromeando. – Tienes tu propia habitación – comenté. – Cierto, pero me gusta más compartir – dijo mientras hacía una mueca traviesa.      Le lancé una almohada en dirección a su cara, que el peli enrulado atrapó sin problema alguno. – Vale, vale, muy rápido – dijo entre risas. – Gracias por notarlo capitán obvio – añadí – Pero mejor ve descartando la idea – advertí. – Oh vamos – dijo sentándose en mi cama. – No te he invitado a mi cama – le dije señalando su posición, este me aventó una sonrisa pícara. – No necesito invitación – dijo levantando las cejas, como una especie de gesto coqueto, a lo que voltee mis ojos. – Solo bromeo – aclaró entre risas  – Más te vale. – Es en serio – afirmó – Si intentará hacer algo contigo... – ¿Qué? – le interrumpí      El clavo su mirada en mí, sentí sus ojos observar me, tratando de analizar cómo podría reaccionar, tal vez buscando la respuesta adecuada, aunque claro, esa es una actitud muy mía, puede que solo estaba pensando que decir. Paso de mi mirada a desviar su atención a las lámparas, ventanas, piso y por fin a mi de nuevo.  – Actuaría diferente – dijo seguro. – Gracias por los detalles. – Lo digo en verdad. – ¿Cómo es diferente? – señale. – Bueno... No sabría decirlo con exactitud, tal vez te protegería o... – ¿Protegerme? ¿De qué? – pregunte estupefacta. – Pues de lo que te preocupa.      Me quedé observándole ¿Lo sabía? ¿Cómo era posible? No lo conocía para nada, solo tenía unas horas con él, y no le había dicho nada a nadie ¿Cómo lo sabría entonces? – ¿Me preocupa? – dije. – Sé que hay algo que te preocupa, – comentó – lo noto. – Todos tenemos nuestras cosas Oliver, – respondí tratando de sonar indiferente – tendrás que ser más explícito – recalque. – No intento que me hagas una confesión Adela, – contestó – ya te he dicho que no he venido a hacerte un interrogatorio – insistió – Solo intento que entiendas que lo que pasó antes fue solo un juego. – Lo se, les seguí el rollo – admití. – Si, pero fue más que eso – dijo desviando la mirada nuevamente, parecía perplejo, aunque no se bien por qué. – Lamento si te ofendí – me disculpe. – No, no me ofendiste, – reconoció – no es eso. – Disculpa, pero me confundes – dije, y era cierto, si no estaba ofendido, disgustado o molesto ¿Entonces qué? – Solo quiero que entiendas, que aunque no nos conocemos mucho, – Nada en verdad – quiero conocerte, a ti y a todos. – ¿Por qué? – Porque me caen bien  – Excelente argumento, mega comprensible. – Siempre es bueno tener amigos alrededor del mundo. – ¿Algo más que añadir? – Bueno yo... Me apena un poco reconocer esto pero la verdad es que...      Parecía nervioso, no me atrevía a sacar conclusiones inmediatas, pero se cortaba con las palabras, y ya me había dicho que iba a confesar algo, algo de le era incómodo. Lo analice con mi mirada, esa mirada que mi padre decía era un detector de mentiras y secretos, podía ver cómo evitaba mi miraba, sacudía sus manos, pero no por mí, era por otra cosa, tal vez por... – Miedo – dije. – ¿Cómo? – pregunto sacado fuera de lugar, mi comentario lo tomo por sorpresa  – ¿Estás asustado? – No, no, para nada – negó – Diría que más bien estoy agitado o.... – ¿Curioso? ¿Ansioso? – intente adivinar. – Si – afirmó. – ¿De qué? – De lo que dicen de este lugar – dijo con un deje de preocupación y misterio – Se supone que la misteriosa era yo – recalque – No entiendo ¿Eso es lo que te tiene así? – Si, pero no sé si es algo bueno o malo – comentó. – ¿Por qué? – Pregunté a lo que él sonrió, tras ver mi cara a su reacción se desencadenaron sus carcajadas – ¿De qué te ríes? – Estás interrogándome – Dijo entre risas. – Yo no he jurado que no lo haría – Dije – Además, tu eres el que ha venido aquí en primer lugar – le recordé. – Bien jugado.      Continúo riendo otro rato, y yo me estaba empezando a impaciente, quería dormir, él quería conversar, yo tenía mi cama para dormir, y él tenía a Zen para conversar, entonces ¿Por qué seguía allí riéndose? – ¿Y bien...? ¿Qué dicen? – dije cortante. – Cosas – soltó. – ¿Qué clase de cosas? – Pues... – dijo pensativo – algunas son interesantes, pero otras no son muy alentadoras que se digan. – ¿Cómo qué?       Él me miró sorprendido. – ¿No lo sabes? – pareció impresionado, pero no de esas buenas impresiones  – No, miento, solo te estaba probando – dije con todo el sarcasmo que me fue posible – No te preguntaría si supiera – lancé cómo si fuera obvio – ¿Por qué has venido aquí Adela? – pregunto curioso. Otra vez con eso. – Dijiste que no venías a interrogarme – le recordé, a lo que él solo sonrió – Tenía que intentarlo. – ¿Entonces...? – insistí      El tomo aire, parecía un poco receloso del espacio. Suspiro y miró al frente. – No te parece extraño que no nos permitan grabar ni tomar fotos de... Nada. – Pues si, – añadí, era obvio que no era normal – Tal vez sea algo cultural. – Vale, digamos que es cultural, pero – añadió – ¿Qué me dices del pueblo ese? – ¿El de la carretera? – pregunté. – Si – afirmó – ¿Escuchaste lo que Sonya dijo? «La Ciudad Fantasma» – Lúgubre ¿Eh? – Dije a modo de broma – Creo que Velum se lleva un premio en ponerme los pelos de punta. – Si, – contestó serio – lo peor fue la reacción de Sonya antes, fue como... No lo sé. – ¿Extraño? – adiviné. – Totalmente, – asintió – además, tengo una sensación desde que pasamos esa neblina. – ¿Que te dice esa sensación? – pregunté, el guardó silencio, creando el ambiente perfecto para el suspenso. – Que algo raro sucede en este lugar – soltó al fin. – ¿Por eso has venido acá? ¿Para revelar esos secretos? – No específicamente. – Y ¿Por qué has venido? – Eso... – dudo, creando nuevamente el efecto – Es un secreto – dijo sonriendo  – Venga ya, – me queje – puedes decirme. – Lo siento, pero tengo mis motivos – dijo imitandome, lo que me hizo reír. Bien jugado. – Está bien, no me digas si no quieres, – dije dejándole pasar en esta ocasión – es lo justo, pero ¿No crees que... solo tal vez estás un poco paranoico. – ¿Tú dices? – dijo después de pensarlo. – Claro, – asentí – lo admito, ese pueblo era todo menos acogedor, – reconocí – pero la ciudad de Luminus es preciosa ¿No? – Pues si – afirmó. – Y has conseguido imágenes buenas y toda una historia para tu canal – dije señalando a su cámara. – Gracias a Nino – dijo haciendo remembranza de las alertas que Nino daba constantemente para evitar meternos en líos, o más bien, meterse él en líos. – ¡Hey! – Reclamé – el mérito es del club completo.      Sonrió  – Claro, hablando de eso, – recordó – uno de los miembros, el tailandés, me está esperando – dijo levantándose de la cama e incorporándose.  – No lo hagas esperar más – advertí. – Aún puedes acompañarnos – ofreció nuevamente. – ¿Con estás fachas? – Luces bien – mintió. – Mentiroso.      Me levante con la intención de despedirle para luego irme a la cama y dormir, si es que mis pensamientos me lo permitían, además. Sin embargo, después de hacerse un momento de silencio, seguí notando algo que me perturba, algo que seguía presente, del cual no me percate mientas estaba distraída, pero en el silencio se hacía presente. – ¿Oliver? – pregunté al portugués que ya estaba en la puerta a punto de irse  – ¿Si? – pregunto al tiempo de voltearse para mirarme. Sus ojos guardaban cierta esperanza, tal vez de que me incorporará a ellos, de que los acompañará. Lamento decepcionarte.  – Cuando entraste... – pregunté – ¿No escuchaste algún sonido extraño? – Solo tu voz – dijo entre risas. Gracioso.  – Mi voz no es extraña – me queje. – Entonces nada – respondió. – ¿Incluso ahora? – insistí. – Tu voz sigue sonando – bromeó, a lo que respondí poniendo los ojos en blanco – Vale, es broma, no seas tan amargada. – No importa. – ¿Por qué la pregunta?      Me detuve un momento para escuchar, seguía oyendo el sonido extraño, cuyo origen aún desconocía, continuo zumbando alrededor común molesto mosquito, pero ¿Que era? ¿De dónde provenía? ¿Todas las habitaciones lo sentían? Oliver no podía percibirlo, así que no servirá de nada explicarle, pero en algún momento me hizo sentir incómoda, y sentí el impulso nervioso de tocar mi guardapelo y frotarlo para tratar de encontrar la serenidad. Oliver seguía allí mirándome expectante, tratando de analizar mi mirada, buscando entre mis pensamientos algo que le diera una pista de lo que rondaba en mi cabeza, o el por qué estaba tardando tanto tiempo en contestar. – Por nada – mentí – Nos vemos mañana – dije esbozando una sonrisa. – Trata de dormir ¿Okay? – me pidió. – Procuraré que sea un hecho – dije aun sonriendo, una vez que corto el contacto visual, cerré la puerta       Seguí buscando un momento más el sonido, hasta que llegado cierto punto, el zumbido desapareció. Pero qué extraño.      Aunque siguiera buscando no encontraría nada si no tenía algo en sí que buscar, había desaparecido y no había regresado, así que decidí ceder a mi cuerpo el descanso que merecía. Y contrario a lo que creí, si dormí, pero dormir y descansar son cosas totalmente diferentes.
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