Pesadillas con censura

1541 Words
        Se supone que en los sueños puedes ver un universo creado por tu cabeza, algunos tienen facilidad para controlar lo que sucede en ellos, y otros no la tenemos. En mi caso, cómo solo dejo a mi limitada imaginación volar, durante toda la noche soñé con fantasmas, una mujer embarazada muerta llorando en cada rincón y aquel maldito pueblo.      Mi mente seguía dándole vueltas al asunto, y mi cuerpo debido al agotamiento no me dejaba abrir los ojos y entrar en esta realidad que parecía más consoladora que la que mi mente me estaba fabricando. Fue un largo y agotador sueño, dónde el descanso y la paz nunca se mostraron presentes.       En aquella pesadilla, cada minuto era una tortura, la peor parte fue cuando, sin razón ni relación alguna, apareció mi padre en mi pesadilla. En mi cabeza fluía de forma extraña, era como si hubiese muerto y yo trataba de hablarle, pero aunque yo podía verle, él no me veía a mí. Estaba frente a él, hablándole, haciéndole señas, pero era como si no pudiese ver mi cuerpo, su mirada traspasaba mi cuerpo; yo hablaba, gritaba, incluso lloraba, sin embargo el seguía sin observarme ni responderme. Luego tuve una hermosa visión, destaques el sarcasmo, de un grupo de muertos que iban en pos de mí, tratando de alcanzarme; yo quedé paralizada ante el pánico y le pedía a papá respuestas, pero él no me las daba. Ellos corrían dónde estaba yo y gritaban fuerte y claro algo que no era en mi idioma, pero en mi cabeza sabía lo que significaba «Huya, Huya, Huya...»; lo gritaban una y otra vez y yo seguía quieta cómo estatua.      Desperté y creo que jamás, ni siquiera en casa, me sentí tan gradecida con mi alarma como esa mañana. Después de asearme, note las hermosas ojeras y bolsas debajo de mis ojos, los cuales tenían un verde opaco y apagado, debido al cansancio. – Asombroso – comenté a mi reflejo en el espejo – Ya pareces de treinta – me queje.      Tarde un buen rato en quitarme la cara de muerte en vida de mi rostro, entre el corrector, polvo, base y contorno logré disimular bien mi fatiga, sin embargo, ni todo el maquillaje del mundo podría cambiar mi cansancio mental y físico.       El día estaba nublado, así que decidí colocarme un suéter crema estampado con el logo de Adidas, jeans y zapatos deportivos de color rojo. Mi apariencia era casual, pero mi maquillaje basado en mi look se veía bastante exagerado, así que opte por cambiar de suéter a una camisa de manga corta con cuello en V de color blanco.      Ya sin mucho más que hacer juguetee con mi guardapelo mientras salía de mi habitación a buscar a los miembros de mi Club, empecé con el cuarto de Sonya, donde encontré a una chica con la misma cara de cansancio que yo, con planes de hacer un maquillaje como el mío, con cobertura total. – No hemos tenido buena noche ¿Eh? – empezó la rusa. – Por lo visto no, – dije bostezando – aunque debe ser un pecado estar cansada y aun así verse bien – dije haciéndole gestos pícaros. – Ya párale coqueta, solo lo dices para hacer sentir mejor a mi ego lastimado – dijo mientras comenzaba a embarrarse la cara de maquillaje.       La verdad es que si mentía, se veía fatal, agotada y como con cinco años de mas, aunque seguía siendo guapa, pero el cansancio no le luce a nadie. – Me has pillado – le dije pasándole una brocha, ella la aceptó con gusto y sonrió.      Usaba una camisa verde de cuello redondo con pantalones caqui y bailarinas marrones.  – ¿Sonya?  – ¿Ah? – respondió ella sin mirarme, tratando de aplicarse el corrector uniformemente. – ¿Por qué no nos contaste la historia en el autobús? – le pregunté dubitativa.      Esa era una de las preguntas que me daba vueltas ayer, si, la historia era bastante fea y fuerte, hasta me había dado pesadillas pero creo que habría causado el mismo efecto antes que después, entonces ¿Por qué esperar? – Hmmmmm... – pensó, dejando de lado su espejo – Bueno.... La verdad tenía que procesar todo lo que me había dicho – dijo ella – Suena más feo en latín. – ¿Por qué no nos lo contó? – ¿A los turistas? No es una historia muy entretenida para contar. – Pero te la contó a ti – exclamé – Porque podía entender latín y porque le tenía un fastidio montado – dijo riendo. – Vaya qué eres insistente – dije riéndome con ella. – Si, aunque...– se cortó. – ¿Qué? – Es decir – suspiro – la historia me ponía los pelos de punta, pero ella.... – se interrumpió nuevamente. – Ella ¿Qué? – La contaba sin inmutarse ni un poco, – dijo con cara de incomprensión – con frivolidad y sangre fría, eso daba miedo.      Recordé a Sonya verla aterrada pero seguí atenta. – Asustaba más que la historia – continuo Sonya – Además, no dudaba en nada ni se.... – ¿A qué te refieres? – le interrumpí – Me refiero a ¿Sabes cuándo vas a contar una historia? ¿Algo que pasó hace mucho tiempo atrás? – Ajá – Pues, cuando cuentas una historia ¿Cuántas veces la cambias los detalles? ¿O haces una pausa? ¿O agregas algo de drama? ¿O te equivocas en la secuencia?  – Pues... No lo sé, siempre supongo. – ¡Claro! – Dijo ella – Cada vez que la cuentes se oirá diferente aunque en esencia es la misma. – Ya, pero ¿Que tiene que ver con esto. – Que ella no – ¿Como que ella no? – Ella contaba todo a la perfección Adela, parecía una reproductora. – Estás dramatizando – le dije sonriendo. – No, te lo digo yo – dijo, y su rostro solo hizo que quitará mi muñeca – Nadie que cuente algo de su pasado, algo que conozca o algún dato histórico, por más buena memoria que tenga lo dice tan, tan exacto, tan detallado. – ¿Cómo sabes si le hizo algún cambio? ¿Habías escuchado la historia alguna vez antes?       Ella me miró con reproche y señaló a su rostro, haciendo un círculo alrededor de su cara. – Creo que mi rostro dice claramente que no. – Entonces ¿Cómo lo sabes si es la primera vez que la oyes? – Porque...– se me acercó – La interrumpí. – ¿Y? – Adela, la interrumpí tres veces para poder hacer preguntas. – dijo cómo si fuese bastante claro. No lo es. – Sigo sin entender – admití. – Cada que la interrumpía retomaba la historia – dijo asombrada. – Sonya, eso es normal – añadí tratando de ser paciente. – No Adela, no lo es, – insistió – cuando interrumpes a alguien, se queja, o dice como que «Si lamentable» o «Debió ser una pena»... Cualquier cosa, pero ella no. – ¿No? – ¡No! – Exclamó eufórica – ella seguía, como si fuese una grabadora y yo le pusiera pausa con mis preguntas. – Y cuando te callabas era como darle play. – Precisamente – exhaló – ¿Dime si no es raro? – Mega – afirmé. – Y todo lo contaba sin emociones, – añadió – pero con tantos detalles como si... – se pauso tratando de explicar – Ella lo hubiese vivido, no lo sé, era extraño, parecía querer dar la impresión de que... Para que no me quedarán dudas de que... – De que es cierto – culmine – Cómo para que no pudieses dudar de la autenticidad de la historia – dije viendo que eso era lo que trataba de explicar. – ¡Exacto! – Y ¿Crees que te ha mentido? – pregunté  – No sabría decirlo, – dudo – sin embargo me pareció extraño. –Si crees que es falso ¿Por qué nos lo contaste? – Me queje – No pude dormir bien en toda la noche por esa historia – seguí quejándome medio en broma medio enserio. – Pues si te hace sentir mejor yo tampoco dormí – dijo apenada. – Eso no lo mejora – me quejé. – Pues Oliver y Zen tampoco han dormido – dijo ella como defensa  – Ellos ni siquiera lo intentaron – le respondí. – Si – reconoció – Zen vino a buscarme para convencerme de bajar con ellos al bar. – Oliver hizo lo mismo – le dije al recordarlo. – Veo que no fuiste. – Y tú tampoco – ella sonrió  – Zen fue a buscar a La luego, escuché como ella le aventó a puerta en la cara, – dijo entre risas – tal vez hay que tener cuidado con ella. – Ella no me asusta tanto como tú – dije bromeando. – Haces bien – comentó siguiéndome el juego.      No llegamos a ninguna conclusión con respecto a la historia, al final termine por ayudarle a arreglarse para ir a buscar a Nino y a Lina, que ya estaban listos para bajar, a los que no conseguimos fue a los borrachos, por lo que bajamos directamente.
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