El Club de los Atrevidos

2549 Words
     Ante una vista así, hasta el aire se sentía más puro. Después de ese mal trago conde emociones, con la vista clara podíamos ver lo que se nos avecinaba. El mar, eran aguas tan limpias cómo las de Gratiae, sino es que más. A lo lejos se veían las costas, las playas llenas de palmeras y otros árboles, la combinación entre el verde, el blanco de la arena y el azul del agua era tan relajante, con tanta vitalidad.      Habían acantilados como de película, ¿No habrán grabado alguna película aquí que yo allá visto? Porque eran fabulosos. Velum era para los ojos de cualquiera un lugar bello, precioso, un verdadero paraíso tropical.      Pensé en como era de irónica la situación, tal vez era parte del chiste. «Primero los matamos de miedo pensando que van a entrar al Inframundo, pero después los llevamos al paraíso» este era un nuevo concepto para «Después de la tormenta sale el sol». Que graciosa puede ser la madre naturaleza.       A medida que nos acercábamos al puerto, veíamos cada vez más recurrentemente barcos pequeños, personas pescando, y rocas, una gran cantidad de rocas brillantes, las cuales parecían estar ordenadas, eran de diferentes tonos, habían blancas, negras, colores parecidos al ladrillo o al café, pero como con escarcha. – ¿Que son esas? – dije en voz alta. – ¿Qué se yo? No soy experta en rocas – me contestó la rusa. – Solo en latín y ruso – bromeó Zen. – Y en inglés – añadió Sonya. – No empiecen – advertí a ambos.      El atracadero quedaba en la línea fronteriza, la cual tenía el mismo nombre de «Amicus Line», aunque esta vista era mucho más bella.      Desde lejos podíamos divisar el puerto, .la zona estaba repleta de uniformes verde militar y blanco. Los edificios alrededor eran de madera, y este atracadero también contaba con dos faros, de colores azul y blanco. Si si, ya entiendo por qué.      El muelle para atracar el barco consistia en unos hexágonos de madera, acomodados a la perfección para dejar posicionar a cada barco, aunque el puerto justo ese día estaba vacío, era sujetado por unos, no sé si eran tubos o pilares de piedra, pero sé que debían tener un tratamiento en particular, porque eran tan brillantes como las rocas que habíamos visto antes. Esos pilares en conjunto con el brillo y los corales incrustados se veía majestuoso. – Las piedras brillan – dijo Zen sorprendido. – Apenas te das cuenta – comenté como si fuera obvio. – ¿No te parece raro? – pregunto el tailandés. – Seguro es por el sol – añadió Sonya. – No lo creo Sonya – le comenté – Pareciera como si tuviese escarcha. – Es bello – dijo ella contemplándole. – Bastante – agregué. –Muy impresionante, he de admitir – comento el muchacho a nuestro lado, haciendo ademán de sacar su cámara.      Al verlo tuve el impulso de sacar el teléfono también, Sonya ya había sacado el suyo, quería sacar buenas fotos para mostrárselas a papá cuando regresará. Vi de reojo al resto de los pasajeros, como era de esperarse, ya la mayoría de los turistas habían sacado sus cámaras, mientras que los residentes... Nos miraban, nos miraban perplejos, o eso se veía en sus rostros; perplejidad, impacto, temor. – Chicos... – le dije a mis compañeros – Hmmm – Dijo Sonya que estaba más concentrada en su cámara. – Todos nos miran – comenté. – Ya debes estar acostumbrada – me dijo Zen mientras me guiñaba el ojo, eso me hizo sentir apenada, al grado de sentir el rubor en mis mejillas. Ay ¡Qué pena!... ¿No había un mejor momento? – No me refiero a eso – dije con certeza – miren alrededor disimuladamente – pedí.      No sé si es de mala educación, o simplemente no entendieron, pero la forma en que ambos voltearon fue todo menos sutil, pero al final de cuentas entendieron a lo que me refería al notar como todos nos observaban, y no solo a nosotros. – ¿Qué les pasa? – preguntó Zen. – ¿Sonya? – Le pregunté – No lo sé – admitió. – ¡Pero si tú eres nuestra enciclopedia! – dijo Zen. – Ja ja ja, muy gracioso – le respondió irónica – En serio no lo sé, es muy raro pero.... – ¿Qué? – pregunté. – Asusta – dijo ella pareciendo intimidada.      Iba a hacerle algún comentario, pero mis pensamientos fueron alejados tras escuchar a nuestra guía decirnos que guardáramos todo. – ¿Por qué? – escuche a un muchacho quejarse cerca de donde estábamos. – Está prohibido – dijo la guía. – Pero yo necesito grabar – se quejó – vivo de esto. Un influencer. – Está prohibido – repitió ella con paciencia. – ¿Que está prohibido? – Preguntó – ¿Grabar? – Si – añadió cortante. – ¿Tomar fotos? – replicó él. – Si – Debe ser una broma – dijo sin poder creerlo. – Está prohibido – insistió ella. – ¿También está prohibido bromear? – añadió con disgusto. – Por favor – dijo ella a modo de disculpa – puede...? – dijo ella señalando la cámara.      El bajo la cabeza, derrotada. Solo asintió, bajo la cámara, lo cual la guía agradecida le hizo una reverencia, luego esta se fue. – Calma amigo – le dijo Zen, que ya le estaba hablando al extraño. – Esto apesta hermano – le respondió el joven – ¿Cómo voy a documentar si está prohibido? – Te juro que pensé que era una broma hasta que la vi pelear contigo – aseguró el tailandés. – Prohibido grabar – dijo aún estupefacto – Esto es otro nivel – comentó le extraño – ¿No te parece? – Una mala pasada definitivamente – dijo – Soy Zen, por cierto. – Un placer hermano, – dijo haciendo el gesto típico del apretón de manos – ¿Crees que de verdad no podré grabar nada más? – insistió con el tema. – Pues, no lo sé. – Mis patrocinadores no estarán felices con esto – dijo decepcionado. – Hey, arriba el ánimo, tengo a alguien a quién puedes preguntarle – dijo al extraño para luego acercarse a nosotras. – Te presento a mi rusa favorita – dijo el tailandés al extraño. – ¿Cuántas rusas conoces Zen? – pregunto Sonya. – Oh, te sorprenderías – respondió con gesto coqueto – Ella tiene casi todas las respuestas que necesites – dijo enfatizando el «casi». – ¿Ah sí? – pregunto el desconocido, Zen se limitó a asentir, Sonya no le desmintió, aunque parecía más fastidiada que halagada por el asunto – Bien señorita ¿Que opina usted sobre la regla de no grabar? – Que es rara – dijo cortante. – Ya somos dos, pero necesito grabar y documentar mi viaje a Velum. – Pues ya ves que, por lo visto, está prohibido – comentó – Por lo que no creo que puedas hacerlo sin meterte en líos. – Líos ¿Eh? – Agregó curioso – ¿Qué clase de líos? – Podrían deportarte por infringir la ley – añadió severa. – Eso suena desalentador – comentó Zen, el chico se vio entristecido al escucharlo. – Aunque... – añadió Sonya, manteniendo el suspenso. – ¿Si? – dijo el chico entusiasmado. – Bueno, creo que lo ilegal en si es grabar cuando nos ven – dijo Sonya con una sonrisa pícara – Si no te ven, no hay daño – añadió – Soy Sonya por cierto. Eso no funciona así.      No sé cuál fue la primera emoción que atravesó el rostro del muchacho en si, pero se que la de Zen fue de complicidad y bastante gracia. – Si Sonyapedia lo dice yo le creo – dijo Zen riendo – No te hacía tan atrevida Sonya. – ¿Atrevida yo? – Respondió ella – Solo mírate,, apenas han pasado unas horas y ya te sientes en libertad de juzgarme – señaló Sonya – Se llama confianza – indico el tailandés. – Se llama atrevimiento – reclamo ella – Así que no soy la única ¿Verdad? – dijo observándome. – No quiero meterme en sus discusiones – dije. – Oh vamos ¿No puedes ponerte de mi lado? – se quejó Sonya. – Reconozco que tienes razón – dije a Sonya – pero en cuanto a bandos, me declaro neutral. – Así que ella si habla – exclamó él extraño. Excelente reputación. – Si, pero no entra en confianza rápido, – añadió Sonya – no como otros – dijo señalando con su mirada a Zen. – Culpable – admitió él. – No empiecen – reclamé a ambos. – Él es quien ha empezado desde que nos conocimos en el bus – se quejó Sonya – Pues yo me declaro atrevido – exclamó Zen emocionado.      Me carcajee enseguida al ver a Sonya remirar los ojos, el extraño hizo lo mismo. – No necesitas una declaración para eso Zen – regaño Sonya. –¿ Puedo declararme atrevido también? – indico el desconocido. – Claro – dijo Zen – Pero ¿Tu por qué? – Porque no voy a dejar de grabar – dijo riendo – He decidido seguir el consejo de Sonya – dijo sacando no tan disimuladamente su cámara. – Cuanto atrevimiento – le dije yo mofándome, él se rió.       El extraño tenía un aspecto juvenil, parecía no mayor de veinte, su cabello era de un marrón caoba, que se arremolinaba en rulos lo que le daba un aspecto aún más juvenil, sus ojos eran cafés, nada que no se hubiese visto, pero había algo en su mirada que era entre lo seductor y lo simpático, desbordaba zalamería pero también simpatía. Alto, tes bronceada, si Sonya y el tuviesen un hijo sería probablemente el niño más guapo de la tierra, o la niña más bella del planeta. – Perfecto – señaló Zen – Tenemos a dos atrevidos, y la que nos corrompió Sonya – dijo señalándola. – De eso nada, yo solo hice una observación – salto ella. – Pues excelente observación, aunque sonó más bien a un mal consejo – señaló el joven de rulos – demasiado tentador para dejarlo pasar. – No no, – aclaró Zen – beneficioso para ti. – Cierto, cierto – afirmó el joven desconocido – un consejo atrevido – dijo poniendo cara traviesa. – Les gusta meterse en líos ¿Eh? – dije yo entre risas. – Por supuesto, todos somos unos atrevidos – exclamó Zen – es más, creo que los pediré a ustedes cómo compañeros de tour ¿Qué les parece? – Oh Zen, – añadí divertida – esa es una oferta muy tentadora. – ¿A qué si? Será muy divertido – afirmó emocionado. – Cuenta conmigo – dijo el peli marrón que ya estaba grabando a los presentes, ósea nosotros. – Tremendo, – dijo Sonya entre bromas y quejas – harás que nos deporten. – Vamos Sonya, no seas aburrida – señaló el pelo marrón – Primero nos invitas a pecar y luego te echas para atrás – dijo Zen posando su brazo sobre los hombros de la rusa – Típico de rusos. – ¿Que tienes contra los Rusos? – Nada, es que nunca me he topado con uno, o en este caso una. – Dijiste que ya te habías topado con unas – comentó la rusa. – Nada de eso, dije que «te sorprenderías» – aclaró Zen riendo. – Que vil engaño. – ¿Celos? – dijo bromeando, lo que hizo que ella remirara los ojos. – ¿Decepcionado de la primera rusa? – le dije a Zen bromeando. – En absoluto, es mejor de lo que espere – le sonrió a Sonya, ella puso los ojos en blanco de nuevo – Bueno ¿Que dices Sonya? ¿Te nos unes? – Ni muerta, no quiero que me deporten antes de si quiera llegar. – No pueden deportar al club de los Atrevidos – dijo el muchacho – Bueno, no si no nos ven. – ¿Ahora somos un club? – le dije – Por supuesto mi estimada – me señaló. – Venga Sonya, no seas así, piensa en cuanto te divertirás con nosotros – dijo Zen. – Pues... – dudo la rusa – no gracias – le dijo al tailandés mientras bajaba el brazo de él de su hombro.      Zen puso cara de súplica, lucía muy tierno tratando de convencerla, pero tras no lograr nada, acudió a su último recurso, a mí. Vale, después de todo, no venía mal tener un grupo de viaje con gente agradable. – Osea que ¿Planeas dejarme sola con estos dos? – indique indignada. – Auch – dijo Zen – «estos dos» – se hizo el dolido – Si lo ves así, – dijo Sonya, obviando a Zen – no puedo dejarte a su merced, podrías parar en loca. – Disculpen, estamos aquí – dijo el peli marrón. – Gracias – dije a Sonya. – Entonces decidido, conformamos el «Club de los Atrevidos» – dijo el extraño apuntando la cámara hacia Zen – Con Zen, el bromista. – Prefiero simpático y encantador – dijo el, lo que provocó nuestras risas, incluyendo las de él mismo. – Vale, el simpático y encantador Zen – corrigió el extraño. Luego apuntó la cámara a Sonya – Tenemos a Sonya la Rusa corrompedora. – ¿Oye? – Señaló ella – No olvides que soy la más sabía de los tres – rió. – Lo tomo en cuenta – dijo el camarógrafo sonriendo.      Luego poso su cámara en mí, veía como todos nos observaban, pero bajo nuestra plática todo parecía bastante relajado, y aún ninguno de los guías se daba cuenta realmente de lo que sucedía. Estamos haciendo algo prohibido. – Y tenemos a... Perdón ¿Cómo te llamas? – dijo el peli marrón.      Entre en cuenta de que no me había presentado, al igual que él tampoco. – Adela, – respondí – Adela Windshields – completé – supongo que otra atrevida ¿No? – Jajá y tú ¿por qué? – Señaló Sonya – Ilumínanos pequeña – comentó el tailandés entusiasta.      El camarógrafo acercó un poco más la cámara a mí, imagino que tratando de enfocar mi expresión. – Eso es un secreto, mis amigos. – ¿Ahora sí somos amigos y no solo «Ellos»? – dijo Zen haciéndose el dolido. – No exageres – agregué cortante – En cuanto a lo de amigos… Eso está por verse. –Vaya – exclamó el aún sin nombre camarógrafo – Misteriosa – añadió – Me agrada tu estilo – halagó el extraño. – Genial, Adela la misteriosa – le dije mientras me acercaba para quitarle la cámara. – ¿Qué haces? – me reclamó el extraño. – ¿No te vas a presentar como un m*****o del «Club de los atrevidos» – pregunté. – Oliver Zanetti – se presentó – pero solo Oliver para mis amigos del club, yo soy el documentador. – Más bien el ocioso – dijo Sonya. – Prefiero el término curioso – señalo Oliver. – Pues bienvenidos al club, ahora solo nos faltan dos integrantes más – dijo Zen.      Y como por arte de magia en cuanto bajamos del barco, se nos integraron Lina y Nino, completando nuestro club.
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