Neblina

1548 Words
        El viaje en autobús fue largo y tedioso, y de no ser por Zen, habría sido mucho peor, por suerte sus bromas me mantuvieron entretenida un buen rato, Sonya se hacía la dura, pero de vez en vez la veía esbozar una sonrisa a algún chiste.      El viaje en barco prometía ser una experiencia muy parecida. El autobús se detuvo para que pudiésemos bajar del mismo, así este podría entrar en la parte de embarcó del barco, que era bastante parecido a un ferri, aunque nunca había visto uno como aquel, era... Diferente. Ya cuando entramos el autobús estaba en el barco, y nosotros también.      Aunque tenía la idea de que iba a ser otro viaje aburrido, agotador y fastidioso, resultó ser una experiencia totalmente diferente. El agua era tan cristalina que me permitía ver el fondo, hasta que estuvimos en aguas más profundas; aún allí, a medida que íbamos a aguas más profundas el color iba cambiando a un azul más intenso.      La brisa era húmeda con un aroma a sal y verano, y la vista era impresionante. Nos alejábamos cada vez más de la frontera de Gratiae para ir rumbo a Velum, y mientras más lejos estábamos, más era el asombro ante la vista del frente.      Se supone que, al ser la frontera entre países, era una zona monitoreada, por lo que habían varios puntos de vigilancia y algunos militares de guardia, nada fuera de lo normal, lo que me pareció raro fueron los dos faros. ¿Para qué se necesitan dos faros?      Sonya ya me había hechos las de guía de turistas, casi que parecía ella quien nos guiaba y no otra de los nuestros. Se dio el tiempo de explicarnos a Zen y a mí un poco de lo que ella sabía. Que por lo visto, era bastante.      Estábamos atravesando la «Amicus Line» que significa «Línea de amigos»; la cuál es la división fronteriza entre Gratiae y Velum. – ¿Así que se supone que los divide el mar? – pregunto Zen. – Algo así, más bien lo separa un cuerpo de agua – aclaró Sonya. – Suena más elegante si lo dices así – dijo el tailandés, lo que hizo a Sonya sonrojarse y a mi reír.      Se supone que antes era la «Acqua Line» o «Línea de Agua», pero recibió el nombre de «Amicus Line» debido a que estos países eran aliados y amigos desde hacía casi un siglo. – Hasta cierto punto creo que Velum depende de Gratiae – explicaba Sonya. – ¿Por qué? – pregunto Zen. – Gratiae es el país que, de los dos, tiene más relaciones internacionales. – ¿Ah sí? – pregunté, ella asintió. – De hecho, – continuo la rusa – casi todas las conexiones con el mundo exterior de Velum son por Gratiae. – Es un país bastante reservado – comenté. ¡Vivan las Alianzas! – ¿Quiere decir que no encontraré mis golosinas en Velum? – dijo medio bromeando, Sonya y yo lo miramos con reproche. – No seas tonto Zen– respondió Sonya. – Tonto, pero con buen gusto – continuo bromeando ¿Verdad que sí Adela? – me preguntó. – Oye, no me metan en sus peleas – dije zafándome de responderle a Zen. – Muy sabía – comentó Sonya, lo que me causo gracia, pero no reí. – Miren, por allá – dijo una voz a nuestro lado, la de un joven de nuestro tour.      Los tres, ni malos ni perezosos, volteamos en dónde esté señalaba, descubriendo de que se trataba.      Después de un ambiente tan bello y vital, frente a nosotros había una niebla sumamente espesa, entre tonos blanquecinos, grises y morado. Era tan espesa que no se podía ver su final, era aterradora, como si fuese una nube negra bajada del cielo, o subida del Inframundo. Si es que hay de esas allá. – Que lúgubre – comenté. – Y allí es donde vamos – comentó la rusa, poniéndome los pelos de punta. – Parece que nos estamos metiendo en la boca del lobo – comentó Zen – ¿A qué es emocionante?       Sonya y yo lo miramos, mañanas con los ojos muy abiertos. ¿Que acabas de decir? – No me parece divertido – replicó Sonya. – No tienes sentido del humor – dijo – típico de Rusia – agregó.       Ella hizo una mueca de fastidio. Desde que Zen se había enterado que Sonya es rusa, la había estado molestando con eso. Zen seguía molestándole hasta que ella formó un puño con sus delicadas manos, haciendo un gesto que lucía todo menos amenazador, lo que hizo que ambos riéramos, al rato ella se nos unió, aunque las risas se detuvieron en lo que entramos al paso de la niebla. .      Es difícil describir las emociones en ese punto, el ambiente era oscuro, y no solo era difícil, sino imposible ver lo que había alrededor, ya no sabía ni por dónde habíamos entrado. Tal vez por eso son los dos faros, uno no es suficiente. – Vale, esto es tenebroso – comentó Zen – Ya no eres tan divertido ¿eh? – dijo Sonya a modo de burla.      A medida que nos adentra amos más a la penumbra, el ambiente se hacía más pesado y tenso, lo que me hacía sentir pánico, mi piel demostró su incomodidad desde el momento uno en que entramos a la nube de neblina, y lo reflejo de la única forma que conocía, erizándose.      Jugué con el guardapelo de mi madre tratando de encontrar dentro de mí la serenidad, no ayudaba mucho, pero al menos tenía algo en lo que enfocarme. Mi único punto visual eran mis compañeros de barco, los cuales, tras decidir observar a mi alrededor, en busca de distracción, mire al resto de los pasajeros, sobre todo a los turistas, los cuales parecían bastante tensos como nosotros; sin embargo, los nativos no parecían inmutarse.  ¿Por qué lo harían? Esto es normal para ellos, esté es su hogar.      Éramos alrededor de setenta personas en el barco, los treinta del tour y el resto nativos y residentes de Velum. Aquellos cuarenta tripulantes eran bastante curiosos, he oído que las personas de un mismo territorio se parecen, pero estos cambiaban totalmente el concepto de «Parecido»; eran todos muy iguales. Tenían los mismos rasgos, el mismo color de ojos y la misma tez pálida y aire de ausencia. Podría decirse que todos eran hermanos. Los tres estábamos impactados con el parecido de todos, y a Sonya se le prendió el foco; ¿Que mejor oportunidad para desviar la tensión del momento y desquitarse que molestar a Zen? Por supuesto que no iba a dejar pasar la oportunidad de burlarse de Zen cuando se la habían puesto tan fácil. – ¿Que los asiáticos no todos se parecen? – dijo ella para enojarle.      La verdad es que Zen si parecía a******o, pero no era para tanto. – ¿Que tú no eres asiática? – respondió a su ataque. – Soy de San Petersburgo, eso es en la zona Europea – aclaró. – Cómo sea, – dijo con fastidió – no todos nos parecemos. – ¿En serio? – dijo añadió – Todos los de ojos rasgados son tan parecidos que es casi imposible reconocerlos. – ¿Alguna vez has ido a Tailandia? – preguntó. – No, pero no lo necesito para saberlo. – Entonces no lo dices con propiedad, – añadió sonriendo, como si le causará gracia – si hubieses ido, sabrías que estás cometiendo un error.      Siguieron discutiendo un poco hasta que me harté y los mandé a callar. A Sonya no le agrado y me puso mala cara, pero la ignore, por lo que terminamos por concluir que era usual que las personas de una misma zona compartieran rasgos físicos.      Cuando entramos en el barco nos topamos con algunos de ellos, nos picó la curiosidad y Sonya intento hablarles, pero ellos solo nos veían y se limitaban a asentir o negar. – Supongo que aún les es raro tener visitas – explico Sonya justificándoles. – A todos los pasajeros estamos por llegar – escuché decir a una voz robótica de los parlantes. Había dicho imagino que esa misma frase unas tres veces, pero esa fue la única que logré entender. – Adela, ven a ver, es impresionante – escuché a Sonya gritarme – Mira – me dijo señalando hacía algo parecido a una isla que teníamos en frente. – ¡Vaya! – dije al detallar mejor lo que mi compañera me había incitado a mirar.      La niebla se estaba disipando, dejando sentir el calor y brillo del sol. ¡Gracias a Dios!      El sol era tan incandescente que podría cegar a cualquiera, el ambiente se sentía fresco más allá del sol, pero de igual forma nos ubicamos bajo el techo.       Con la vista clara podíamos ver todo a nuestro alrededor. Lo que, para nuestra sorpresa, después del susto y la tensión pasados, era asombroso lo que teníamos en frente, simplemente maravilloso. – Ahora entiendo porque se llama Velum – dijo el tailandés. – ¿Ah sí? – comentó Sonya, a lo que solo asintió. – ¿Por qué Zen? – dije sin mirarle, mi vista estaba atrapada por lo que tenía en frente. – Detrás del Velo¹, se esconde algo sorprendente.  
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