Luminus

2879 Words
      Nuevamente estábamos en el autobús, en esta ocasión, rumbo al hotel donde nos alojaríamos durante los próximos días. El vehículo era bastante confortable, los asientos eran acolchados y reclinables, el acolchado era suave y cómodo, cubierto por una clase de cubre asiento con estampado de triángulos grises sobre una base azul fuerte.       Cómo ahora éramos un club, nos ubicamos en asientos cercanos para poder «tener una mejor convivencia» según Zen. Por lo que nos dividimos en asientos contiguos, Sonya y yo tomamos el lado izquierdo y Oliver y Zen el lado derecho. En un momento dado cuando el autobús estuvo repleto, conocimos, o más bien Zen y Oliver nos obligaron a conocer a los dos pasajeros de en frente de los asientos de mío y de Sonya.       Era confortable ya tener personas con quién hablar, pero lo mejor era la sesión de chistes de Zen que Oliver no se aguantó a grabar, tratando de disimular lo más posible.       Nino y Lina eran agradables, aunque Lina era bastante particular. La verdad, de no ser por los dos metiches de la derecha yo me habría quedado solo con Sonya, estaba cómoda con ella, pero no podía decir que no me agradaba Zen y no me simpatizaba Oliver, y luego de al menos treinta minutos el hielo se había, no roto, sino hecho añicos, con los dos nuevos miembros.      Algo era claro, Oliver tenía talento para hacer que la gente se sintiera en confianza y Zen tenía habilidades para hablar en general y caer simpático, no había pasado ni una hora y ya parecía que los seis hubiésemos decidido hacer ese viaje juntos.  – Los atrevidos se buscan Adela, – comentó Oliver – es inevitable.       Zen no paraba de reír, echar chistes y meterse con Sonya y Lina, a mí me exoneraba porque ya tenía quien me molestara, cómo que se habían puesto de acuerdo entre ellos en dividirse la tarea de fastidiarnos, siendo Nino y yo los elegidos por Oliver.      Todos reímos de vez en vez, aunque Lina tenía sueño, pero cedía a la presión social. Todos íbamos tan alegres y contentos, y en ese momento no pensé demasiado en todos los problemas que cargaba encima, y no esperaba lo que nos depararía.       Cuando pienso en ese día, el día en que los conocí a todos, pienso en lo afortunada que fui de conocer a tantas personas increíbles en cuestión de horas, personas capaces de entender, capaces de ayudarme y comprenderme, capaces de desviar mi atención y centrarme. Podrían haber sido cualquier tipo de personas, podrían haber sido odiosos, mentirosos, desagradables, pero yo, de alguna forma me saque la lotería, porque tenía a mi grupo, a mi «Club de los atrevidos», las personas que serían mis compañeros, mis amigos, mi familia y por quienes, yo no sabía en ese entonces, daría todo, hasta mi último aliento. ************************************************************************************************************† – No puedo creer que aprendieras latín para este viaje – dijo Nino, bajo su impacto – ¡Aprendiste un idioma por un viaje!      Sonya se había retocado el labial por cuarta vez en el viaje, cuando nuestros nuevos integrantes comenzaron a interrogarle una vez que entraron en confianza, como a dos horas después de la emboscada de Oliver y Zen. – De hecho, no es así – dijo Sonya – mi padre es filólogo y amante de lenguas antiguas – continuo – Supongo que es una habilidad natural para mí. – Wow, no pensé que fuera posible – añadí sorprendida. – Pero...?  – Pero ahora eres más sexy – dije bromeando, ella me lanzó mirada coqueta. – Tu sí que sabes cómo hacerme sonrojar – dijo, y casi como una orden, estás se ruborizo. – ¡Guau! – Exclamó Zen – Adela ¿Hiciste sonrojar a la corrompedora? Tienes que enseñarme a hacer eso. – ¿Para qué quieres aprender a hacer eso? – le dije yo mientras le observaba. – Tengo mis motivos – respondió guiñándome el ojo. – Eso sí que es una conversación entretenida – dijo Lina, la Ucraniana a nuestro lado.      Lina era muy parecida a Sonya, con la diferencia de que era un poco más baja y menuda, menos estilizada. Su tez era más bronceada y tenía rasgos más duros que con su mirada tierna de ojos grises se endulzaban. Lina era guapa, muy guapa. Así que el «Club de los atrevidos» no era solo de rebeldes sin causa, eran rebeldes de película. – Cuéntanos Sonya – dijo Oliver mientras apuntaba con su cámara a la rusa disimuladamente – ¿Cómo es tener un padre que hable muchas lenguas?       Sonya se dedicó a responder a la entrevista de Oliver, Lina y Zen la miraban con atención mientras Nino cantaba la zona, observando si los guías encargados de llevarnos al hotel nos miraban.  – ¿Cómo están los pelícanos Nino? – le pregunté a mi compañero de en frente en el código que el mismo había inventado. – El campo visual abierto y los pelícanos despistados – dijo el sonriendo.      Sabía que Zen era alto y Oliver no era un enano, pero Nino era otro nivel, creo que nunca en mi vida había conocido a alguien tan alto, le llegaba al nivel del pecho, ni siquiera llegaba a sus hombros, a su lado parecía una hormiga. – ¿Por qué no usamos otro animal Nino? – pregunto el Tailandés. – ¿Algo como qué?  – Canguros – bromeó Lina. Nino enarcó sus cejas para después poner los ojos en blanco. – Lo único Australiano en este autobús y creo que en todo este país, soy yo. – No te creas tan único – dije bromeando. Él se hizo el ofendido, lo que me saco una sonrisa. – De cualquier forma no sería convincente – aclaró. – Claro, y pelícanos si – dijo Sonya – No es como que pasamos la costa hace unas cuantas horas atrás – comentó sarcástica – mega convincente.      Nino la observó con fastidió, lo que solo la motivo a continuar, por lo visto Zen era contagioso. – ¿Creí que habías dicho que eras c***o? – Dije al percatarme que me había saltado ese detalle. – Llevo mucho tiempo de mi vida en Australia - comentó el c***o Australiano – comparto ambas nacionalidades. – Pero si eres c***o – comentó Lina. – En efecto – respondió – Bueno, eso dice mi partida de nacimiento. – Pues no lo pareces – Señaló Zen. – Cierto – enfatizó Oliver volteando disimuladamente la cámara hacia Nino – No tienes rasgos Chinos. – ¿Lo dices por los ojos? – preguntó – En efecto – dijo imitandole.       La situación era cómica pero cierta. Los ojos de Nino eran marrones cómo los de Zen, pero eran más grandes, su párpado era semicaído, sin la línea típica de los asiáticos, su nariz era fina, solo podía decir que era c***o por su piel de porcelana y su cabello extremadamente n***o y liso, era de contextura delgada, pero moderado, del resto nada en el decía c***o, ni siquiera a******o. – No todos los chinos tienen rasgos tan marcados – dijo él. – No, para nada – ironizó Oliver – Solo el noventa y nueve por ciento. – El uno por ciento eres tú Nino – añadí, a él no pareció molestarle. – Creo que Zen es más c***o que tú – bromeó Sonya. – ¡Oye! – Exclamó él tailandés – Soy muy Tai, para su información, – dijo señalando nos losa todos – estudios dicen que, de los asiáticos, los Tailandeses son los más guapos. – ¿De dónde sacaste esa información? – pregunto Sonya  ¿Otra vez? ¡Que fastidio! – De una revista por allí, – respondió – pero es cierto – recalcó. – Ajá sí.  – ¿No me crees?  – Una parte de Rusia está en Asia, – dijo la rusa – así que no. – ¿Tu que dices Adela? ¿Rusos o tailandeses? – pregunto el camarógrafo curioso. – ¡Oye! No me metas en líos. – Tarde – exclamó Nino – ya te ha metido, y ahora yo quiero saber. – Pero ¿Por qué yo? ¿Por qué no Lina o...? – Tu eres la misteriosa – comentó Sonya interrumpiéndome. – Vamos Adela, responde – exclamó Zen – Oh, me encanta ver a Troya arder – dijo Lina entusiasta. Demonios. – Yo... No sé. – Son dos opciones Adela – dijo Lina – Sencillo – Eso – señaló Oliver apuntando me con su camarita más de cerca. Lo que menos necesito es que esos dos peleen. – Pues... Nunca me he imaginado con un tailandés... – Si...? – me interrumpió Zen – Pero...? – Pero, yo si podría imaginarme con un ruso. – Auch Zen, te han friendzoneado a juro – se mofo Nino. – Eso ha dolido – dijo Zen. – Lo siento – contesté. – La verdad duele ¿Eh? – Dijo Sonya hinchada de orgullo – Vamos Oliver, toma en primera plana la cara de Zen, me suscribiré a tu canal en lo que tenga internet – se mofó. – Lo siento amigo – se disculpó el enrulado – Soy fácil de corromper. –Duele más la traición cuando es doble – dijo Zen dramatizando. – Descuida, lo superaras – le respondió Sonya aun burlándose. – ¿Por qué eres tan cruel y fría? – fingió llanto. – Típico de Rusa – añadió imitándole. – ¿Te atreves a usar mis hechizos en mi contra Potter? – Le apunto con el dedo a Sonya.  – Oh por Dios – dijo Sonya poniendo la ojos en blanco – ya madura ¿Quieres?      Comenzó una nueva ola de carcajadas que se detuvo repentinamente cuando Lina lanzo un comentario. – Por Dios ¿Lo están viendo? – exclamó Lina.      Todos volteamos en su dirección buscando lo que ella había visto, a nuestro lado se veía un pueblo completamente deshabitado, a sus alrededores podían verse las casas destruidas y tonalidades negras o carbonizadas en las paredes. A su lado veíamos carteles de no pase, y zona prohibida. – ¡Mierda! – Señaló Zen – ¿Fue un incendio? – Más bien una catástrofe – dijo Lina sin desviar su atención. – Todo un pueblo destruido – dijo Oliver apuntando su cámara al pueblo en ruinas. – Es muy triste – indique yo. – Bastante ¿Cuántos muertos creen que...? – ¡Pelícanos en caza! – exclamó Nino.      En seguida nosotros nos acomodamos y Oliver guardó su cámara, los guías se acercaron a nosotros, nos dijeron que tratamos de no estar en pie, y de sentarnos correctamente. Llegaríamos en unos minutos al hotel.       Sonya le pregunto en latín sobre la historia del pueblo destruido, ella le dijo algo que ninguno de nosotros logro entender lógicamente, pero ella parecía nerviosa y comedida al respecto. Luego de acabar la historia se fue hacia el inicio del autobús y comenzó a decir una serie de indicaciones que tendríamos que seguir al llegar al hotel. – ¿Que te ha dicho? – le dije a Sonya con curiosidad. – Eso ¿Que paso con ese lugar? – añadió Nino.      Sonya parecía desenfocada, tuve que hacerle señas para ver si entraba en si. En laguna momento reacciono y luego se desperezo. – Les diré en la cena, lo prometo, pero Oliver – señaló al muchacho – procura no... Ser atrevido justo ahora, vamos a pasar por bases militares. – ¿Bases militares? Genial – dijo Lina – Ya me siento en Chernóbil. – ¿Cuántas hemos pasado? ¿Unas siete? – indico Zen que estaba al lado de Oliver. – Creo que más – dije con fastidio. – Pues sea lo que sea, esconderé a mi compañera, – dijo haciendo referencia a su cámara – ya me estoy haciendo un experto en la materia ¿O no mi gente? – dijo y luego la guardo.      Sonya se tensó en el asiento, lo que hizo que todos guardáramos silencio por un rato, la veía algo incómoda con la situación. – ¿Estás bien? – le pregunté  – Más tarde responderé a eso – dijo viéndome y yo guarde silencio de nuevo.      El resto del viaje nos la pasamos en silencio, el autobús estaba oscuro y el cansancio en algunos se hacía notar, por lo que, en cuestión de minutos Oliver y Nino se durmieron, Sonya escuchaba música para tratar de calmarse, aún parecía lago estresada. Lina miraba a la ventana y Zen ojeaba su teléfono, pero amén algún punto también se rindió la sueño igual que Lina, que ya había tardado, mientras que yo jugueteaba con mi guardapelo.       Mis pensamientos se fueron hasta Boston, al Hospital General de Massachusetts, habitación 32, a la cama donde yacía mi padre semiconsciente. ¿Que estaría haciendo? ¿Ya habría llegado Coney a cuidarlo?¿ Estaría moviendo algo más que los dedos de la mano derecha? Habían pasado solo unos días y yo ya lo extrañaba tanto, añoraba verlo mover los dedos, añoraba preguntarle cosas. Me preguntaba si ¿Había despertado? ¿Cuál sería reacción al saber que ya me había ido? Adela... No le des tantas vueltas, él sabe que viajaste, solo no sabe adónde.      Cierto, mi padre creía que estaba en otro lugar, tranquila y disfrutando. Cómo si pudiese disfrutar sabiendo como lo he dejado.      Por momentos mi mente divagó un poco, para pensar en cosas triviales y terminar cayendo en cuenta de que, ya estaba en Velum, ya debía empezar a pensar en dónde buscar, tenía una carta, así que lo más lógico era empezar por algún servicio postal. También estaba el hecho de que había normas que cumplir: «No se puede salir del itinerario», «Abandonar tu grupo de tour no estaba permitido»; por lo que tendría que ingeniármelas para poder hacer lo que necesitaba durante mi viaje sin que el resto de los del club se viene afectado, pero sin que notarán mi ausencia ni ellos ni el guía. Vale, tarea difícil. –Adela – dijo la rusa a mi lado, sacándome de mis pensamientos. – Ah... Oh Sonya – dije despistada – ¿Qué tal? ¿Estás mejor? – ¿Mejor? – pregunto ella. – Por lo de antes me refiero. – Ah, sí – afirmó – mira, por acá – me dijo e hizo ademán de acercarme a la ventana.      Hice caso a mi compañera y me acerque. Observaba lo que ella me mostraba, estábamos entrando a una ciudad, de grandes edificios bellos, que eran entre lo romántico y lo retro-futurista, que contaban grandes vitrales.        También había zonas verdes a simple vista, árboles altos y llenos de flores, habíamos llegado en plena primavera por lo visto. Ya era de noche, pero no sé percibía la oscuridad debido a la gran cantidad de luces de la ciudad. Si tuviese que describirlo, diría que todo parecía una especie de comercial de "Las vegas". Todo era brillante y lleno de luz; los faros, los edificios, los letreros, hasta los árboles tenían luces.       De lejos Sonya y yo notamos un edificio enorme; era altísimo y tenía la forma de una gran antorcha, la cual brillaba por todos lados, emanando luces blancas, amarillas y naranja ordenadas de manera que diera la apariencia de ser una antorcha real, encendida y en llamas, más que eso, parecía como si tuviese vida propia. – ¡Vaya!, es hermoso! – exclamé. – Sin duda la ciudad más bonita que he visto – dijo Sonya sin dejar de observar lo que teníamos delante. – Y la más iluminada también – bromeé, ella sonrió.      Escuchamos a Zen decir algo como a modo de queja, pero imagino que era en tailandés, porque no le entendí nada  – ¿Qué crees que haya dicho? – pregunto Sonya       Observé a nuestro amigo, el cual yacía plácidamente en el hombro de su compañero. – Tal vez pedía que lo dejáramos dormir – comenté, a lo que ella volvía a sonreír  – No tenemos la culpa de que la ciudad sea tan bella – afirmó. – Y tan escondida, casi ni notas que está allí entre tanta oscuridad – bromeé. – Le hace justicia al lema ¿No crees? – ¿Que lema? – «Luminus, civitas illius in tenebris lucet» – dijo de forma elegante. Seguro me acostumbraré rápido a tu elegancia. – ¿Qué significa? – pregunté curiosa. – Luminus, la ciudad de que brilla en la oscuridad. – Debería decir, la ciudad de la antorcha en el medio.      Sonya se carcajeo un poco, haciendo que los demás nos sisearan, lo que nos causó más gracia a las dos, por lo que nos reímos más calladamente.      El autobús comenzó a detenerse, mientras Sonya y yo intercambiábamos palabras sobre la belleza de la ciudad, en eso los guías comenzaron a hablar, capturando nuestra atención. – Sean todos Bienvenidos a Luminus, capital de la gran República de Velum. Vivat imperator! – exclamó alguien a gritos desde la entrada del autobús, haciendo que muchos despertaran.      Todos aplaudieron, incluyéndome, aunque no entendí nada la última frase. – ¿Sonya?  – Hmmm – respondió. – ¿Qué fue lo que dijo la guia? Vivit...? – intente recordar. – Vivat imperator!– aclaró – Eso ¿Qué significa? – pregunté. – Larga Vida al Comandante – contestó ella, y en un instante, dentro del autobús se hizo la luz.
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