Decisiones

3246 Words
– ¿Cómo te atreves? – escuché gritar a la voz de mi tía en la otra línea del teléfono.      Estuve esperando esa llamada durante todo el día, sabiendo que, más temprano que tarde, llegaría con exactamente aquella reacción. – Veo que ya ha sido notificada por mis abogados – dije con suma tranquilidad. Debes hacer notar que tienes el control.  – No puedes venderla – añadió. – ¿Quién lo dice? Además de la ley.      Mi padrino se había dado el trabajo de explicarme todos los detalles necesarios para poder plantar mi mentira y hacerla creíble; en efecto, también me explico que no era posible que yo la vendiera, era un conflicto desde el punto de vista legal.      Por supuesto, yo no tenía intenciones de venderla, y se lo había hecho saber a él, mi única intención era hacerle creer que así sería a la persona deseada, mi tía Amanda.      Bajo otra circunstancia no habría tenido necesidad de acudir a ellos, pero debido a los acontecimientos recientes, tenía que tomar cartas en el asunto, y en vista de mis intentos fallidos por aplicar a su compasión y supuesto amor por su hermano, debía tratar con un tema más delicado, y que en definitiva captaría su atención, a tal punto que tendrían que ofrecerme algo en mi favor, un trato o acuerdo que nos beneficiará a mi padre y a mí. – Mis abogados lo han dicho – agregó – mi hermano sigue con vida, por lo que... ¿Su hermano?... Ahora sí es su hermano, no, aún no íbamos a hablar de Matthew Windshields. – ¿Así que ya hizo el contacto? – pregunté – ¡Que veloz! – añadí fingiendo admiración. – ¿Que esperabas? – comentó sorprendida – Es lo mínimo que podría hacer en una situación como esta. – También podría aceptar el hecho de que venderé la casa de los abuelos. Esta es mi carta.      Mis tíos veían esa propiedad como una mina de dinero, más que como un lugar sagrado o lleno de memorias valiosas, sin embargo, ese enfoque era justo el que yo necesitaba, era jugar con el amor de las vidas de ambos, el dinero. – ¿Desde cuándo has tomado esa decisión? – Preguntó exaltada – ¿Para eso era que la querías?  No, pero usted no podría entenderlo. – Comencé a considerarla desde que mis amados tíos – dije haciendo denotar el sarcasmo en mi voz – decidieron ignorar mis llamadas y mensajes, dejándome sola en una situación difícil, dónde está comprometida la salud de su propio hermano. – ¡No te das cuenta de nada! – Añadió furiosa – Si supieras algo de inmobiliaria sabrías que esa propiedad... – ¿Qué? ¿Qué vale mucho? ¿Qué puede valer más? – Fingí aburrimiento – Eso me es irrelevante ahora, mis prioridades son otras. – ¿Cuáles? – Atender a aquel a quien ustedes han dado la espalda. – Yo no le he dado la espalda a.... – ¿Ah no? – Le interrumpí – Vaya, debí malinterpretar todos estos meses en los que me ha estado evitando. – Siempre has sido muy buena para malinterpretar las cosas. – Podemos discutirlo mejor en una audiencia si le parece, pero la venta es inevitable. – ¡No! – exclamó. – No era una pregunta, era una afirmación. – No puedes hacer esto. – Sí que puedo, – afirmé – mi padre y yo no tenemos recursos para mantener su estadía en el hospital desde que el seguro nos ha cortado.      Hubo un momento de silencio en el cual solo podía escuchar las respiraciones de ambas. Esperaba ansiosa su respuesta que no tardó en hacerse llegar, después de escuchar como la otra parte de la llamada reía ante mi comentario.  – ¿De eso se trata? – Añadió socarrona – ¿De dinero? – ¿Acaso no siempre se trató de eso? – Esboce una sonrisa maliciosa, que habría sido excelente que pudiese verla, pero no era el caso – Te creí más sensible. – Comentó – Es la casa de tu infancia, la casa de tus abuelos, ¡De mis padres! Apelando a mi lado sensible, buen truco. – Es solo una casa – señale indiferente – ¡Ya madure! – Mira niña, yo.... – Yo no tengo nada más que discutir aquí, – interrumpí – si no planea ofrecerme algo que apacigüe mis inquietudes o una oferta de compra, entonces este intercambio de palabras está de más.      Nuevamente se hizo el silencio. – No tengo el dinero – dijo cortante. – ¡Qué pena! – Mentí – Hablaremos después entonces – dije insinuando que iba a cortar la llamada. – Adela... – colgué.      Espere unos minutos hasta que sonó el teléfono, espere a un primer, segundo y tercero timbrado para atender nuevamente a la persona que sabía que estaba detrás de la llamada. – ¿Diga? – Respondí como si no supiera quién era – Me has cortado – afirmó. No... ¿En serio? ¿Lo hice?  – Lo noté. – Insolente, – dijo enfadada – irrespetuosa, ya sabía que tus padres... – Si me ha llamado para ofender a mis padres permítame volver a faltarle el respeto – solté. – Espera... – dijo alzando la voz – Te tengo un trato. Bien... Bien. – ¿Un trato? – fingí demencia – Si – confirmó.      Esta vez fui yo quien guardo silencio por un momento, creando un ambiente tenso de posible interés. – Le escucho – dije al fin. – No vendas la casa. – ¿Y que ganó yo con eso? – Honrar la memoria de tus abuelos – dijo sin más. Menuda broma era esa, ¿Que mayor deshonra a su memoria que desamparar a su hermano? – No necesito una casa para honrar su memoria – contesté. – ¿Tan poco te importan todos los recuerdos? – lanzó, apelando nuevamente a mi sensibilidad. ¡Ja! – Los recuerdos son muy bellos, pero son parte del pasado, y no necesito de una casa para revivirlos – explique con deje de apatía – En cambio sí necesito el dinero. – He tenido muchos conceptos de ti Adela, pero nunca te considere una persona insensible. – Supongo que se ha equivocado conmigo – afirmé – No sería la primera vez, y de seguro no será la última. – ¿Qué quieres? – dijo cortante. ¡Te tengo! – Dudo que usted pueda darme lo que quiero – dijo envolviéndola. – Entonces ilumíname. – Yo... deseo que mi madre vuelva y que mi padre salga del coma, – dije honestamente, tuve que hacer un esfuerzo inmenso para que mi voz no se quebrara. Ahora no Adela, ya casi... Aguanta. – Y deseo muchas cosas más – continúe – ¿Puede usted hacer algo por ello? – No – negó. – Eso pensé..– afirmé. – ¿Debe haber algo que pueda hacer? – dijo en modo suplicante. ¡Ufffff! ¡Por fin! – Pues... – fingí demencia – Hay algo que usted puede hacer por lo segundo. – ¿Tu padre? – preguntó. – Si – ¿Qué cosa? – indico cortante. Aquí viene. – No sé si recuerda que está en coma – le recordé. – Ajá – dijo con indiferencia. Claro, no lo cree. – Necesito que alguien se ocupe de él – solté sin más. – ¿Que pasa contigo? – No puedo hacerlo todo yo sola, – afirmé – además, tengo que hacer algo sumamente importante. – ¿Qué cosa? – pregunto curiosa. – Eso no afectará a nuestro trato, – comenté – por lo que no le concierne. – Hmmm... Entonces, lo que quieres es que lo cuide. – Añada al tío Harry a la ecuación. – Lo cuidemos – añadió. – En efecto.      Guardó silencio nuevamente, pensando una respuesta creíble muy seguramente.  – Tenemos ocupaciones y familias propias – añadió – No puedes pretender disponer de nuestro tiempo a tu antojo. – No es necesario que sean ustedes, – insté – pueden ofrecer los fondos para que yo contraté a alguien que lo cuide.      Desde la otra línea pude oír como soltaba una carcajada. – ¿No que no era por dinero Adela? – soltó entre risas. – No recuerdo haber dicho eso en ningún momento de esta conversación – dije pensativa – Sin embargo, – continúe – el dinero maneja al mundo tía. – Aprendes rápido – dijo burlona. – Otra cosa – comenté ignorándole. – ¿Qué más?– añadió con fastidio. – El seguro nos ha cortado, – acepté – no puedo sacar a mi padre de aquí, necesito un seguro. – ¿Y? – Sé que alguno de ustedes debe tener algún seguro para familiares; – aseguré – entre los familiares se incluyen hermanos. – ¿Quieres que use mi seguro para tu padre? – O el tío Harry – añadí. – ¿Harry? ¿Qué te hace pensar que Harry... – Tía, – dije interrumpiéndole – no nos andemos con juegos, todos sabemos que usted es la matriarca – apunté con zalamería – Y mi tío Harry es su marioneta personal.      Guardó silencio para luego soltar una risita de falsa humildad. – No se puede tapar el sol con un dedo – afirmó. – ¿Entonces? ¿Qué me dice? – interrogué. – Que es una locura – aseguró. – ¿Si? – añadí sorprendida. ¿Locura?... Locura es que tenga que hacer todo esto para que me prestes tu apoyo. – ¿Tu de verdad crees que es tan fácil? – Exclamó – ¿Pagar a enfermeras? ¿Usar el seguro? ¿Todo?....Todo eso es dinero niña, y el dinero no crece en los árboles. – Vendiendo la casa podré pagar eso y más, – aseguré – usted decida.      Se oyó un suspiro de frustración en la otra línea. – Vale – ¿Vale? – dije calmadamente, aunque en realidad estaba eufórica. ¿Había aceptado? – Aceptaré el trato – confirmó. Por lo visto si  – ¿Y el tío Harry? – pregunté. – Yo me haré cargo de Harry – aseguró. – Bien, – dije – mis abogados se encargarán de redactar y hacerle llegar el acuerdo escrito.. – ¿Un acuerdo escrito? – dijo sorprendida – ¿No te fías de mi palabra? Jaja, que graciosa, me mata de risa. – No es nada personal, soy hija de un abogado, – hice constar – no me fío ni del Papa. Creeré en su palabra cuando la tenga por escrito, sellada y firmada. – ¡Vaya!... Estoy gratamente sorprendida. Sí, claro. – Permítame informarle, mi querida tía, que está llamada ha sido grabada en todo momento – mentí– por lo que si decide retractarse o no cooperar, mis abogados tienen orden de proceder. – Astuta – dijo en tono burlón. – Lo tomaré como un cumplido – dije – Feliz reunión familiar – añadí y después colgué. ¡Eso!      Sinceramente, pensé que no lo aceptaría, o que me daría más lidia, no esperaba aquello. Aunque aún no podía cantar victoria, no hasta que tuviese los acuerdos firmados, eso me llevaría un tiempo más, tiempo que no podía perder, pero debía dejar todo bien resuelto; y una cosa era segura, si todo procedía de la manera esperada, solo faltaba una cosa, que me montará en el avión. **************************************************************************************************************      Una batalla ganada no significaba que había ganado la guerra, por lo que seguía en terreno peligroso, ahora tocaba mi parte del trabajo.      Coney ya me había ofrecido cuidarlo ella, se había encariñado con nosotros, y se lo agradecía, y ahora sabía que, si mis tíos hacían lo prometido, no la iba a dejar desamparada.     Por otro lado, mi padrino había hecho una colecta en el bufete de abogados dónde trabajaban él y mi padre, para ayudar con los gastos, lo cual considere un abuso en su momento, pero era claro que pronto lo iba a necesitar, y no para lo esperado, aunque con un mismo fin.      Ahora a mismo, lo que necesitaba era de alguien que se hiciera cargo de él mientras regresaba, ya que ya se había decidido el viaje.      En su momento lo pensé muchísimo, me prometí a mí misma no hacerlo a menos que los caminos fueran claros y el proceso no fuese difícil. Hasta ahora los trámites habían sido todo menos difíciles, viajar a Europa habría sido más complicado. El viaje a Velum consistía en sacar una visa de turista, la cual ya estaba en trámite, la documentación solicitada era poca; las formas de viajar no eran complicadas, solo tediosas considerando las escalas, y el dinero... Bueno, el dinero lo obtendría de esa colecta, solo sería necesario pagar un paquete de viajes y estaría todo listo, así, sin ninguna complicación. Era tan sencillo que hasta parecía extraño.     Por el momento debía enfocarme en encontrar a alguien que pudiese cuidar de mi padre cuando yo no estuviese y Coney tampoco. Coney era de gran ayuda pero hasta ella necesitaba reemplazo, debía ser alguien más a, pero ¿Quién? – Hey – exclamó Nuria, entrando en la habitación – ¿Cómo estás? ¿Y el paciente? – Bien, ambos bien – susurré – Está dormido. – Ahhh – dijo disminuyendo el nivel de su voz – Entonces debemos susurrar ahora mismo. – O salir – susurré – Uhhhh – exclamó emocionada, aunque en tono bajo – Chisme ¿Eh? – dijo esbozando una sonrisa.     Nuria sabía cómo levantarme el ánimo, tenía esa capacidad, así como la capacidad de ayudarme a levantarme y darle solución a muchos de mis problemas. Un momento...      Nuria había sido quien me había recomendado a Coney, ella era la que me había ayudado en todo este loco proceso, y estaba segura de que ella conocería a otra persona capacitada para cuidar de mi padre. –De hecho – dije cerrando la puerta detrás de mí. Nos habíamos ubicado en el pasillo, alejándonos de la habitación, yendo rumbo al cafetín, que se había convertido en nuestro sitio de reunión. – ¿Si? – comentó mientras se ubican en su respectivo asiento. – Llegaste justo a tiempo – afirme. – ¿Ah sí? – añadió sorprendida. – Si, necesito tu ayuda. – Pues aquí me tienes, – comentó mientras apuntaba su cuerpo, un gesto de «Aquí estoy» – Dime para que soy buena. – Hmmm – pensé – Pues para muchas cosas, pero no quiero subirte el ego. – ¿Más? – bromeó. – Si – sonreí – Ahora solo necesito pedirte un gran favor. – ¿Cuál será? – dijo dudosa. – Necesito otra enfermera ¿Crees poder conseguir a alguien? – ¿No puede ser enfermero? – cuestionó. – Por supuesto – afirmé – Si es de tu confianza. – Okay, pero ¿Por qué? – Preguntó – ¿No te agrada Coney? – comentó expectante. – No, no es eso, – negué – adoro a Coney – ¿Entonces? – Necesito una para otro turno – afirmé. – ¿Otro turno? – Si, – confirmé – alguien que le haga compañía mientras Coney no está. – ¿Y qué pasa contigo? – Nada – comenté, – ¿Nada? – cuestionó dudosa.      Algo que me gustaba de Nuria es que era muy franca, no solo con sus palabras, también con sus gestos, era fácil leerlos y ella ni se molestaba en mentirme, por lo que era fácil ver qué, en definitiva, no terminaba de tragarse el cuento. – Necesito otro enfermero porque... Me iré de viaje – solté.      Ella me observó, buscando una especie de gesto delator, sin mucho éxito. – ¿No es broma? – No – negué. – ¿Te irás de viaje? ¿Con tu padre en ese estado? – Cuestionó – Está mejorando Adela – Lo sé, y se cómo me hace ver – dije . – Hey, – continuo – no te juzgo por querer huir, es decir, es duro, ero no creo que sea lo mejor. – Te aseguro que no es por escapar, es... Es complicado. – ¿Complicado? – dijo mirando arriba como recordando – Creo que ya he oído esto antes. – Es difícil de explicar. – ¿Por qué? – Porque no se ni cómo empezar – admití.      Y era cierto, solo tenía una carta y un lugar, no sabía mucho de lugar, míster Google no tenía demasiados datos sobre el país, no conocía a nadie de allá, estaba en cero. Pero debía hacerlo, debía hacer algo, o al menos intentarlo; hacía unos meses atrás no tenía nada, ahora tenía un lugar, debía saber más que solo eso, por mi bien y el de mi padre. – ¿No sabes cómo empezar? – Preguntó –¿Que vas a hacer? ¿En qué lío te estás metiendo? – Yo... – dudé.  ¿Cómo le dices a una persona tus planes sin decírselos en sí? – Vale, – cortó – no me digas, tu tendrás tus motivos. Sencillo, ten a alguien como Nuria Peña en tu vida. – Gracias – dije. – No hay de qué.      Hubo un momento de silencio, no era nada tenso o incómodo, pero era callado, lo cual en nosotras no era común. – Entonces – dije rompiendo el hielo. – Entonces ¿qué? – ¿Me ayudarás? – Claro que te ayudaré, – afirmó – Eres un desastre sin mi ayuda. – No podría estar más de acuerdo – bromeé, lo que hizo que ella riera. Hielo roto. – No sé qué hará sin mí en... ¿Adónde vas por cierto? – Velum – ¿Velum? – Si – ¿Dónde queda eso? – Nada cerca, la verdad. – Hmmm ya – dijo – Tienes claro que un enfermero extra implica otro gasto que debes hacer. – Lo tengo presente. – El hospital, dos cuidadores, tu casa, tu comida. – Enumeró – Todo eso debes pensarlo. – Mi casa la atenderá alguien más. – ¿Tres cuidadores? – Mi padrino atenderá mi casa – afirmé. – ¿El guapo? – dijo haciendo ojitos. – Mucho cuidado – advertí a modo de broma. – Bien, bien...  ¿Qué hay de lo demás? – Por el hospital no te preocupes. – dije confiada. – Estás sin seguro – dijo como si fuera obvio. – Ya lo sé – aclaré. – ¿Cómo vas a pagar la inmensa factura del hospital? – preguntó curiosa. – Pues no la pagaré yo. – ¿Y quién lo hará? – El seguro será otro seguro, uno que mis tíos van a pagar. – añadí tajante. – ¿Tus tíos? Creí que no te hablaban. – Así es – ¿Cómo los convenciste? – No fue tan difícil – dije con honestidad, en realidad, pensé que sería más difícil. – ¿Dices que Harry el ausente y Lana la amargada accedieron sin más a ofrecer sus seguros? – Mi tía no se llama Lana, es Amanda. – Tiene nombre de amargada – dijo haciéndome reír. – Sí, le va como anillo al dedo. – ¿Y bien? – Ofrecieron más que eso, se harán cargo de todo, incluyendo los gastos. – ¿Cómo le hiciste? – Usé mis encantos y ternura – dije contoneándome – nadie podría decirme que no. – Ajá, y te creí – dijo sarcástica. – No importa, el punto es que es cierto. – No sé qué habrás hecho, pero a veces siento que me asustas Adela Windshields. – Aún no has visto nada Nuria Peña – aseguré.
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