Amor Patriótico

3722 Words
     La discusión comenzó desde el momento en que fuimos conscientes del nuevo poder que Alex Dux, nuestro guía de turistas y por lo visto, nuevo m*****o oficial y condecorado del «Club de los Atrevidos» nos había otorgado, y continuaría n buen rato más tarde al darnos cuenta de que no sabíamos qué hacer con tanto poder. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.      Llevábamos tanto tiempo discutiendo sobre adónde iríamos que habíamos recorrido la ciudad entera al menos unas dos veces, y eso que Luminus era todo menos una ciudad pequeña.      Al final decidimos estacionarnos y pensar antes de que la Van se quedará sin combustible, y, cómo no logramos decidirnos por un lugar para iniciar el recorrido, optamos por preguntarle a nuestro guía sobre su recomendación.      Ante esta difícil situación, él estuvo un rato pensando, imagino que como buen Velumniano y guía de turistas, conocía muy bien el lugar, así que sabría cuáles serían los mejores lugares para empezar el recorrido. – Pues, podríamos empezar el recorrido en el lugar dónde el itinerario nos indica, el «Monumento de La Alianza». – Nos has estado engañando – replicó Zen – Nos has hecho creer que romperíamos las reglas, pero ahora míranos – nos señaló a todos– somos un Club, pero de bien portados – se quejó. – No puede atribuirme la culpa por su indecisión, eso no es cortes – contraataco el guía con ánimos. – Ya no es tan divertido – continuo quejoso – Se sentía mejor cuando creí que romperíamos las reglas. – Solo quieres meterte en líos ¿no? – le regaño Sonya. – Pues no me desagrada la idea – le lanzó un gesto a la rusa, que al instante coloco los ojos en blanco. – ¿Puedes intentar ser amable? – Preguntó – Alex solo está tratando de ser amable. – La amabilidad y la cortesía están de más aquí Alex – respondió el Tailandés – Pero ya tienes una admiradora por acá ¿No Sonya? – ¿Huelo celos Zen? – dijo Oliver apuntando la cámara a este. – ¡¿Qué?! – dijo el tailandés sorprendido, que solo ocasionó que Nino, Sonya, Alex y yo riéramos – Oh no – dije a modo de broma – te han cachado Zen. – ¡Tú también Adela! – grito, solo me rei más. – El que se pica pierde ¿No? – dijo Nino siguiendo el rollo. – Los odio a todos – dijo Zen molesto – En especial a ti – señaló a la rusa. – ¿Yo? ¿Qué culpa tengo de que hayas caído ante mis encantos? – dijo moviendo su cabello con deje de superioridad – Típico de Rusa – dijo Zen.      Está hizo una mueca a modo de respuesta, Alex solo se carcajeo, Nino y yo le acompañábamos en las risas, mientras un quejumbroso Zen discutía con Oliver, que había decidido grabar su rabieta y echarle más leña al fuego – ¡Que no Oliver! – Grito al portugués – ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? – Venga ya Zen, no llores tanto – Dijo una Lina cansada y de malhumor, aunque no se bien si de las quejas de Zen o de dar vueltas hacia ningún lado.      Zen siguió quejándose, esta vez más por molestar a Lina, lo que hizo que la misma le lanzará una mirada asesina, una que hizo al tailandés callar al instante provocando la risa de Sonya. Tenía que enseñarme eso para cuando esos dos discutieran. – Deja de reírte – le dijo Zen a Sonya, que por supuesto solo continuo. Ahora el fastidiado era Zen. – ¿Por qué decidiste empezar por allí Alex? – pregunto Oliver, cortando la rabieta de Zen, apuntando con su cámara a la cara de Alex. – Pues, yo no escojo ni asignó los itinerarios, deben recordar que a los trabajadores nos los asignan y nosotros... – Vale, entiendo – interrumpió Oliver – Pero ¿Por qué pondrían al monumento como la atracción principal para empezar un tour? – Disculpe, no entiendo. – ¿Por qué tus... Jefes colocan al monumento como el primer lugar a visitar? ¿Que lo hace tan importante? – continuo su entrevista Oliver. – Pues... – dijo Alex deteniéndose a pensar – Creo que es por lo que significa para nosotros el monumento. – ¿Nosotros? – interrogó el enrulado. – Los nativos, la gente de Velum – explico Alex – Bueno, es que verán – dijo esta vez para todos nosotros – el monumento de la Alianza no es lo que a lo mejor ustedes podrían imaginar. – ¿Qué crees que imaginamos? – dijo Lina con más interés que fastidio. – No podría decirlo con certeza – continuo el Velumniano con formalidad –Pero tengo la idea de que muy seguramente ustedes poseen la idea errada de que es para honrar a nuestro país vecino y aliado. – ¿Por qué asumes eso? – preguntó  Lina – Por el nombre del monumento – contesto Alex – No es ningún prejuicio, es solo que los turistas suelen confundirse.      Sonya pareció sorprendida al comentario de Alex, imagino que eso era lo que ella había asumido. Yo no me había detenido a pensar en ello, solo pensaba en cómo iba a encontrar datos de mi madre desaparecida en un país como ese, tan cuidadoso con los detalles, tenía que encontrar la manera de escaparme un momento de nuestro paseo e ir a algún lugar de registros o correo. Ese sería el primer paso. – Sin embargo, no es ese el caso – continuo nuestro guía – Este monumento data desde la separación de las tres naciones del Antiguo Continente, el monumento no es más que un recordatorio de que algún día podríamos volver a ser una gran nación unida. – ¿Antes eran un solo país? – pregunté exaltada por la sorpresa, en mi investigación, por lo visto poco fructífera, no decía nada de que alguna vez hubiesen Sido una sola nación. – Así es – me miró con entusiasmo – Éramos una gran nación, pero fuimos separados por intereses religiosos. Velum decidió arraigarse a sus viejas costumbres y creer más que en un Dios, en su gente, por eso somos un pueblo muy firme que trabaja unido. – ¡Vaya! – exclamó Nino. – Ya quisiera yo tener un pensar tan optimista Alex – comentó Oliver, más para su vídeo que para nosotros. – El monumento es un lugar sagrado para los que nacimos aquí – dijo Alex con sentimiento patriótico – es un recordatorio y una promesa, de que seremos grandes por lo que no debemos dejar de luchar. – Entiendo ese punto – dijo Sonya – No sabía mucho de Velum hasta que fui a Gratiae. – Eso es porque los Velumnianos creemos que nuestros problemas los podemos solucionar juntos como nación, sin necesidad de que otras naciones intervenga – dijo Alex a modo de respuesta – Es por ello que no somos muy conocidos internacionalmente, sin embargo aquí estamos y aquí permaneceremos. – Alex ¿Cuál es su sistema de gobierno? – pregunto Nino. – Somos un gobierno democrático – Respondió nuestro guía. – Interesante – comentó el camarógrafo – ¿Cómo clasificarían la educación de ru país? – ¡Uy! preguntas profundas – añadió Lina emocionada – Educación, seguimos con economía y política. – Ignórala, – dijo Oliver a Alex – Entonces...? – La educación aquí es muy buena a mi parecer, – respondió – tienen programas excelentes. – ¿Cuán costosa es pagar una carrera universitaria en Velum? – continuo el interrogatorio. – ¿Costosa? – pregunto el Velumniano. – Si ¿Cuánto en promedio gastan los estudiantes por semestre? – La educación es gratuita aquí – soltó Alex. Gratuita ¿Eh? – Vaya, eso sí que me sorprende – comenté. – ¿Ah sí? – Dijo mi guía confuso – ¿Por qué? – Es que no lo había imaginado – respondí – Ósea que tienen educación pública. – Si, la educación y la salud son gratuitas – dijo orgulloso. – Disponible para todo el mundo. – Así es. – ¿Y funcionan? – pregunté curiosa.      En mis investigaciones sobre economía e historia había visto estos sistemas dónde hay educación y salud pública, pero a menudo estos sistemas fallaban desde el punto de vista histórico, muy pocos países eran la excepción a esta regla. – A la perfección, – afirmó Alex – nuestro índice de natalidad es del 94%, nuestro índice de mortalidad es sumamente bajo, nuestros ancianos suelen llegar a morir en las edades comprendidas entre los 90-95 años. – ¿Qué? – dijo Nino sorprendido. – ¿Y qué hay de su producción? ¿Hay oportunidades de empleo? – dijo Oliver enfocando su cámara – Oh, hay muchas oportunidades de empleo, pero debes tener como mínimo dieciocho años de edad para optar por un empleo, porque aquí la educación es obligatoria hasta esa edad. – ¿Qué hay de la pobreza? – pregunto Lina. – Aquí no hay – respondió.      Todos nos observamos entre nosotros antes de volver nuestras miradas a Alex. – Alex, eso no es posible – dije yo. – Si lo es, aquí no hay, todos trabajan, aquel que no posee trabajo el gobierno le da una vacante en cualquier cargo para el que este sea apto – ¿Y si no es apto para nada? – Todos son aptos para algo. Velum por lo visto es el Paraíso de los Incomprendidos. – ¿Y qué hay del presidente? – pregunto Sonya calmada. – Pues él es quien nos dirige, es un buen hombre que se preocupa por nosotros, es nuestro líder y comandante en jefe. – Parece que le tienes mucho afecto ¿No Alex? – comentó Zen bromeando.      Este se rió, en una carcajada que se escuchaba como una escala musical, de grave a agudo progresivamente, sin ser molesto y casi parecía planificado. – Todos en Velum lo adoran, incluyéndome – respondió con franqueza – ¿Acaso no adoran a sus presidentes? – pregunto a modo de curiosidad.      La sorpresa marco su rostro cuando empezamos a mirarnos unos a otros nuevamente sin responder inmediatamente, para el parecía lógico que un líder político fuera digno de admiración, pero todo era un poco diferente allá fuera. – ¿No es así? – Pregunto esta vez sorprendido – ¿No los quieren? – Francamente.... – empezó Zen – En Tailandia tenemos un monarca. – ¿Monarca? – pregunto Alex esta vez más curioso que nunca. – Si, un monarca, un rey – continuo Zen – Y le respetamos puesto que es... Es el rey – exclamó – pero ¿Quererlo? ¿Quererlo como de querer un trozo de chocolate en la mañana? – Continuo, haciendo gestos como si sus brazos fuesen una balanza – Yo no lo creo.      Sentimos un estruendo ante el frenazo de golpe, Alex había estacionado el auto precipitadamente. – ¿Qué demonios Al...? – reclamo Lina. – ¿Y ustedes? – dijo Alex, interrumpiendo a Lina e ignorando por completo su pregunta para voltear a vernos drásticamente al resto de nosotros.      Me sentí algo intimidada ante su mirada penetrante de ojos grises. Inconscientemente mis manos buscaron el guardapelo de mi madre, rozar el metal me hizo sentir un poco más segura, así que juguetee con el antes de escuchar la respuesta de uno de mis compañeros – Yo no creo que mi país este como... A disposición de adorar a un político – dijo Lina. – Lo mismo digo – comento Nino. – ¿Cómo pueden decir eso? – Dijo Alex como ofendido – Son quienes sacrifican todo por su nación. – Creo que es un poco diferente en Velum Alex – dijo Oliver guardando su cámara, hasta el se daba cuenta de esta no era una conversación apta para ser grabada.      Alex negaba con la cabeza, como si no entendiera. Genial, un fanático. –Alex, calma, no es tan difícil de entender ¿Vale?  – Dijo Sonya, que era la viva imagen de la paz – La historia de pues...  Casi todas las naciones, o por lo menos, la de la mía, nos han enseñado con el pasar de los años que no se puede confiar en los políticos, cada quien vela por sus intereses. ¿Cuántas veces iba a tener que escuchar esa maldita palabra?       Después tendría aquel decirle a Sonya que esa palabra no servía para nada, todo lo opuesto. – Pero.... – dijo Alex, deteniéndose a pensar – Escucha – dijo Lina – Las personas que se meten en el rollo político a menudo buscan algo cuando entran en ese mundo ¿Sabes qué es? – ¿Ayudar a otros? – dijo el inocentemente. – No querido, no seas ingenuo – exclamó Lina – Poder Alex, buscan PO-DER. – ¿Poder? – Claro, y el poder corrompe ¿Entiendes? – dijo tajante. – Lo que nuestra querida y tan sutil Lina quiso decir es... – dijo Nino asesinando a Lina con la mirada – Que a menudo dicen tener buenas intenciones, pero cuando llegan al poder las cosas cambian, sus prioridades cambian. – No es cierto – negó Alex. – Si lo es – respondió Zen – Por ello es que hay tantos que anhelan hacerse con el puesto. – ¿Otros? – dijo Alex. – Si, pero en los gobiernos democráticos hay normas ¿No? Para que cuando uno de esos inútiles reflejen sus verdaderas intenciones y nos descuiden de más los podamos cambiar – Dijo Oliver – O tumbar – dijo Sonya. –Okay – dijo Alex como tratando de tomar aire – Entiendo que es bastante diferente en otros lados pero ¿No les quieren entonces? – «Querer»  no es la palabra ideal Alex – explico Nino – Son solo personas que gobiernan por un tiempo estipulado, si hacen bien su trabajo pueden quedarse un poco más, pero si no, no sirve de nada tenerlos allí. – Son solo como piezas de ajedrez – dijo Alex con desánimos. – Exacto, lo vas entendiendo – comentó Lina  animada – lo importante es que cumplan las promesas que hacen. – Lo cual nunca hacen – dije. – Y que no roben – bromeó Oliver – Eso siempre lo hacen – dijo Zen siguiéndole el rollo – Tal vez debería considerar la política – dijo entre risas – Si claro – dijo Sonya – ¿Quién votaría por ti? – Pues yo – dijo Oliver – Hasta la muerte hermano – le hizo un gesto a Zen. – Si claro, traidor ¿Crees que he olvidado lo de hace rato? – dijo el tailandés cruzándose de brazos. – Oh vamos, ya perdóname hermano, era una broma – le dijo molestándote, pasándose a nuestro asiento para molestarle. – Pueden besarse si quieren – dijo Lina      Todos reímos al ver a Oliver tratando de acercarse a Zen, a lo cual este trataba de esquivarle gritándole que El portugués «No era su tipo», todos menos Alex, estaba tan serio, tan disgustado que me sentí mal.      Me cambié de puesto, dejando a la feliz pareja de novios atrás, pasándome al asiento de Oliver para poder hablar un  poco con él, parecía tenso y algo abrumado. – Alex...– le susurré, lo que pareció sacarlo de sus pensamientos, porque en seguida su mirada cambio. – Dígame señorita Windshields – me respondió. ¿Señorita Windshields? Por favor. – ¿Estás bien? – le pregunté. – Si, si señorita – me respondió con un intento de sonrisa apagada      Esto no me gustaba, seguía tenso, por lo que decidí romper esa tensión haciéndole una pregunta personal. – ¿Cuántos años tienes? – ¿Yo? – pareció sorprendido –  Veinte años. – Pues yo tengo dieciocho, lo que significa que soy menor que tú por dos años, por favor deja de decirme «Señorita». – ¿Y cómo le digo? – Adela – le dije – Solo Adela, y por favor no seas tan formal,  de ahora en más tutéame – le insté – lo que Zen dijo es cierto, si eres parte del club, la formalidad está de más, es incómodo que nos hables formalmente. Somos contemporáneos. Eso lo hizo sonreír, una sonrisa más relajada, no la que endulzaba sus rasgos, pero mejor que la de hace rato, esto me agradaba más, ver qué se había calmado un poco. – Esta bien A-DE-LA – dijo enfatizando cada sílaba. – Eso A-LEX – le imite, lo que lo hizo reír, nuevamente más relajado. – Me gusta más señorita Windshields – admitió esbozando una sonrisa, a lo cual respondí con otra.      Seguía desalentado, podía verse sin necesidad de lupa. – ¿Seguro que estás bien? – le pregunté ahora que estaba con la  guardia un poco más baja. – Sí, claro que sí, es solo que... – dudó – No lo comprendo. – ¿Qué cosa? – ¿Cómo pueden hablar así de sus líderes? – soltó. Yo soy la que no entiende tu dolor. – ¿Por qué es tan importante para ti? – pregunté. – Aquí... – guardo silencio, tratando de acomodar sus ideas – Aquí nos han enseñado de esa manera, – dijo al fin – para nosotros nuestro líder es como un héroe. Pero para ustedes es como... Un villano. – Somos diferentes, – aclaré no–  somos como los de Velum. – Recalqué – Y muchas veces nuestros líderes no hacen bien su trabajo, lo que para nosotros los hace ver cómo los villanos. – Pero son sus líderes, – objetó – su deber es gobernar a su nación con justicia, amor, equidad. Y el de ustedes es adorarles. – No son dioses para adorarles Alex, – comenté – y cuando ellos no cumplen su deber nosotros estamos exentos de cumplir con el nuestro – dije un poco cansada del tema, aunque debía reconocer que era mi culpa. Por abrir la herida nuevamente. – No lo entiendo – dijo cansado, pero era otro tipo de cansancio. Oh no, no de nuevo –No hay nada que entender – dije con más calma – no todos tenemos la dicha de tener a un gran Líder como Velum. – Si bueno, ¿No crees que sus líderes son malos porque sienten el rechazo de su pueblo? – pregunto mirándome. – No es eso – respondí – Nosotros, cuando los ponemos en su posición confiamos en ellos, – afirmé – o al menos la mayoría cree en ellos, – corregí – pero cuando nos fallan pues no sirve de nada quedarse con una persona que no sirve para la labor que se le ha encomendado. – Eso no suena nada bien – dijo aún desalentado. – Pero es así – dije, notando que empezaba a sonar como la optimista Lina – Es como cualquier trabajo. – No, no es como cualquier trabajo, – negó con seguridad – es el más duro – dijo con convicción – Ser un gran líder implica ser un hombre atormentado para que su pueblo sea feliz. – ¿Ah?  – pregunté sin entender muy bien a ir se refería. – Mi padre me explico – dijo con melancolía en sus ojos – que se puede elegir que clase de líder deseas ser: Un líder feliz con un pueblo atormentado o un líder atormentado con un pueblo feliz. – ¿A base de su tormento? – pregunté – A base de su tormento – confirmó. – ¿No se puede ser feliz y que nadie sea atormentado? – No es tan sencillo – sonó convencido, lo que a su vez me convenció a mi – tienes el peso de toda una nación – Bueno, suena como algo duro – reconocí. – Lo es, – admitió – pero se puede ser feliz estando atormentado. – ¿Cómo? – pregunté bastante curiosa.      Yo había estado atormentada todos esos meses desde que papá había entrado en coma, y solo fui feliz en dos ocasiones, cuando acabo el semestre, porque podía pasar más tiempo cuidando a papá, y cuando papá comenzó a mover una extremidad, del resto había estado preocupada, angustiada, decepcionada, triste... Todo menos feliz. – Sencillo – respondió – Si ves que otros son felices porque te sacrificas por ellos, pues eso te hace sentir feliz. – ¡Vaya! – Exclamé – Eso sí que es inspirador. – Mucho ¿Verdad? – sonrió, una sonrisa dulce y llena de melancolía. – Tu padre es muy sabio – dije mostrando mis respetos y admiración. – Vivat imperator – exclamo. – Ya he escuchado eso antes – comenté – es una especie de saludo ¿No? – Podría decirse que así es – dijo mirándome directamente a los ojos.      Su mirada era penetrante y profunda, sus ojos grises vivaces y curiosos, llenos de ansiedad y de alegría, eran muy bellos.      El bajo su mirada hacía el volante, cortando nuestro intercambio de miradas. El auto seguía estacionado y se suponía que aún no nos habíamos decidido adonde ir. Alex parecía decepcionado, por lo visto no le conveníamos como grupo, parece que el «Club de los Atrevidos» eran demasiado libres de expresar sus opiniones, y eso conllevaba a un choque cultural más fuerte del que podía soportar. Lo escaneé rebuscando en sus ojos y pude notar que estaba bastante consternado. – Venga Alex, llévanos a ese monumento – grito Lina desde atrás. Alex no parecía tan animado a pesar de lo que había dicho Lina. – Anda Alex, no queremos perder el día – grito Sonya – Los llevaré adónde deseen ir – dijo encendiendo el auto. – Venga hombre, de verdad queremos ir – dijo Zen con su espíritu renovado. – Si, quizá podamos aprender algo de ustedes – le dije. – ¿Qué cosa? – dijo Alex observándome de nuevo. ¡Maldita sea! Que hermosos ojos. – Un poco de amor patriótico – exclamé. – ¿Ah? – pareció confuso. – ¿No dijiste que era un lugar sagrado? – pregunté, aunque sabía la respuesta. – Lo es – confirmó. – Pues vamos, – dije entusiasmada, y tratando de que se le pegará un poco, no era divertido verlo así de triste y consternado –  tal vez tenga una energía que nos haga sentir esa devoción de ustedes los Velumnianos.      Y con una sonrisa encantadora y ojos radiantes llenos de esperanza tomamos rumbo hacia el monumento.  
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