Atentamente

2123 Words
     Salí de la habitación a todo dar, cruzando por el ancho pasillo del hospital tan rápido como mis piernas me lo permitían. No veía a mis alrededores, no escuchaba las quejas, no miraba las miradas que me escrutaban desde lejos, solo quería huir; huir de toda mi triste realidad, huir del hecho de que existía la posibilidad de perder a mi padre, huir del hecho de que como si eso sucedía, me quedaba sola, sin padre ni madre, sin abuelos, sin tíos que me quisieran, sin familia, el resto era insignificante, la compañía que me esperaba si eso sucedía era la soledad misma.      En algún punto, mis pies me llevaron a la capilla, dónde me repose en uno de los bancos de madera del lado izquierdo del espacio. Era una capilla sencilla, cuyos bancos estaban ordenados en dos columnas, una a la izquierda y otra a la derecha, las paredes eran de un blanco crema, habían figuras de algunos santos y la cruz en medio de todo, supongo que era lógico pensar en Dios cuando sentías que el mundo se te venía abajo.. Entre los bancos y la cruz, había un altar, hecho de algo parecido a la piedra caliza, adornado con un mantel blanco y flores artificiales. El lado izquierdo del espacio, daba con una pared dividida en cuatro columnas, la cual estaba cortada por la mitad, dando una gran cabida al aire que se filtraba por medio de la misma.       Ese lugar era el sitio de los fumadores y fanáticos religiosos, entendía por qué la gente se reunía allí, era un espacio tranquilo, sobre todo ahora que estaba solo, dónde había acceso al aire frío de la tarde noche, fuera de toda la locura de adentro, un espacio completamente diferente.      Tras sentarme en el banco, intente acomodarme como podía a una posición cómoda, pero aún no había mi cuerpo reposado sobre la madera del banco cuando sentí las lágrimas calientes sobre mis ojos bajar por mis mejillas, deje que salieran sin rechistar o tratar de hacerme la fuerte, necesitaba un momento, un momento para llorar y desahogarme por mi padre en coma, mi madre perdida, mis tíos ausentes, mis abuelos muertos y mi vida hecha pedazos en cuestión de meses. No sabía qué hacer, no tenía escape ni formas de hacer que las cosas mejorarán, solo podía esperar, día a día, sin garantías de que aquello daría un resultado optimista, y francamente ya el optimismo me quedaba corto.      Mis lágrimas no eran por la señora Charles, ni por la envidia que le tenía, no era por Nuria y sus palabras de consuelo, no eran por los doctores y su diagnóstico, no era nada de eso, era todo lo que aquello implicaba.      A menudo esos pensamientos llegaban a mi mente, siempre intentaba frenarles, pero tarde o temprano volvían. ¿Y si él muere?      Muchos pacientes en coma mueren por infecciones u otras cosas relacionadas. La voz de Nuria llegó a mi cabeza «Tiene suficientes razones para volver». – No, no lo hará, no mientras pueda luchar contra la muerte – me dije a mi misma. ¿Y si la única forma de salir de allí era con mi padre muerto?      No, no querría pensarlo si quiera. – Entonces nunca me iré de aquí, porque no morirá, – añadí para conmigo. – Y a no ser que hay alguna cura mágica que haga que despierte en otro lugar, mi sitio está al lado de mi padre. ¿Qué va a pasar si nunca despierta?      No deseaba ser tan negativa al respecto, pero eso simplemente sería tan complicado como explicar lo de mamá. – No lo sé – admití pesimista. ¿Cuánto tiempo crees que puedes preservar las esperanzas? – No lo sé – reconocí, acurrucándose entre mis brazos – Supongo que el tiempo que haga falta.      En mi intento de comprimirme a mí misma, escuche el sonido de algo que chocaba contra el piso, el cual me aparto de mi monólogo interno. La bolsa que traía en la mano se me había caído al piso, había olvidado que la había cogido de las manos de la señora Charles. ¿Acaso nunca la solté?      Desvíe mi atención a la bolsa, intentando ignorar a la voz pesimista de mi cabeza,, su contenido no era muy interesante, el teléfono de mi padre, su billetera, algunas facturas que dejaba siempre en el vehículo, una foto que colgaba siempre en el retrovisor de nosotros tres juntos. – Aún la tienes – comenté para el aire.      Esa foto la habíamos sacado en un día de playa, éramos mamá, papá y yo, solo nosotros, la última vez que habíamos salido todos juntos, todo antes de la desaparición de mamá. Mi padre había conservado la foto cerca de él durante nos diez años, y seguía intacta.  Cuánto echaba de menos esos momentos, nosotros tres.      Extrañaba a mamá, seguro ella sabría qué hacer, pero supongo que, aunque era un tema prohibido, yo ya me había hecho a la idea de que no volvería a verla, así que me límite a observar un poco más la foto antes de seguir indagando más a fondo.      Después de seguir buscando, algo capto mi atención, era una bolsa de plástico sellada, dónde yacía un sobre de color hueso, el mismo tenía un sello en la cara de atrás del sobre, el cual no podía distinguir bien por la envoltura, así que rasgue el plástico, quedando mis vista frente al sobre desnudo, no era un simple sobre, era ese sobre.      Recordé a mi padre impactado tras haber recibido aquel sobre en la mañana de aquel fatídico día, la carta que le había causado tanta conmoción, y de la que no quiso hablarme, hora estaba frente a mí, en mi poder y a mi disposición.      Ni mala ni perezosa, la curiosidad se apoderó de mí, y ya que no tenía nadie que me frenará de lo que iba a suceder inevitablemente, procedí a saciarla.      Revise la careta externa del sobre, tenía mi dirección, una estampilla de un puente que tenía debajo un canal de agua. En la esquina inferior izquierda tenía un sello, uno que nunca había visto en mi vida, aunque no tenía muchos conocimientos en el área, pero era bello.      Consistía en un sello a relieve, tenía algo parecido a una columna de nubes, o más bien como una cascada de nubes, o tal vez una neblina espesa pero ordenada, coloreada en una escala de grises. La columna de nubes era rodeada por un círculo azul que me daba la impresión de ser agua, la cual a su vez estaba rodeada por otro círculo con patrones dorados de líneas con estilo antiguo. Era un sello demasiado precioso, con tantos detalles y muy curioso. Note que tenía una inscripción debajo "República de Velum". – ¿Velum? – exclamé.      No reconocí el nombre, así que saque mi teléfono y consulte con mi buen amigo Google en busca de información, el cual siempre confiable no me defraudó. Apareció en seguida la descripción esperada. Un país ¿En serio?... Lo de República creo que era más que suficiente para deducirlo. – El país más grande del «Antiguo Continente», obteniendo el nombre de República de Velum en el año mil ochocientos cincuenta y tres – leí en voz alta, a nadie en particular – Esto debe ser importante si nos escriben desde afuera – dije observando al sobre, aún más curiosa que antes.      Mi curiosidad no se saciaba solo con eso, debía abrirlo y ver su contenido, podría considerarse que era una invasión al derecho confidencial del correo, pero yo era la responsable de mi padre, el receptor de la carta, y a vista de su condición actual, no iba a abrirla pronto. Deje de darle vueltas al asunto y procedí a hacer lo que tenía demasiadas ganas de hacer desde el día en que llegó ese maldito pedazo de papel.      Tras abrir el sobre, encontré que dentro había un papel arrugado, parecía una hoja arrancada de un libro, el cual estaba en un idioma desconocido para mí. Aunque no lograba entender de qué se trataba, seguí leyendo las frases, observando que no solo tenía varios fragmentos de texto, sino también que algunas letras de la página habían sido subrayadas con un plumón n***o. A, R, E, N y así muchas más. ¡Curioso!       Sabía que no lograría entender nada, por lo que revise la otra cara del papel en mis manos, mi sorpresa radica en cuanto observé la otra parte del papel.      La otra cara de la página era una carta, una carta escrita en mi idioma, bastante puntual y corta.  «Sigo aquí, y aquí seguiré, buscando la manera para encontrarnos otra vez, ya te lo he prometido, la nenilla ya debió haber crecido, ojalá aún me recuerde, tu no me olvides, pues te llevo en mi mente hoy mañana y siempre. No desistiré, te amo, permanece fuerte. Atentamente: Mary A. W.» – ¿Mary A. W? – Leí – ¿Qué es esto?      No había captado nada de lo que había dicho, parecía un código extraño o algo por el estilo ¿Y qué rayos con la carta en verso? ¿Quería ser un poema?      Releí la Carta numerosas veces, en parte me sentí decepcionada al percatarme de que eso era todo, tanto drama para nada. Pero entonces ¿Por qué mi padre había reaccionado de esa manera? ¿Esperaba otro tipo de mensaje?      Él no la había leído, solo había visto el sobre, pero de seguro sabía de quién era la carta. Eso solo me dejaba una interrogante ¿Quién era esa tal Mary A. W?       Seguí leyendo la carta unas cuantas veces más, pero no servía de nada, seguía sin entender. ¡Qué demonios!      Sintiendo la derrota, desee aventar la bolsa de plástico y la carta por la pared hueca, tuve el impulso de hacerlo hasta que sentí el peso en la bolsa de plástico, un peso ligero pero perceptible.      Indague de nuevo en la bolsa de confidencial, y encontré algo que no esperaba nunca conseguir en un bolsa de la policía, sobretodo porque estaba seguro de que estaba en mi casa, guardado en un cofre, junto con todas las cosas de ella.      Mi madre tenía un guardapelo dorado, era una reliquia de ella, se supone que me lo dejaría cuando tuviese la mayoría de edad, pero yo no me había atrevido a tocarlo, ni siquiera a buscarlo, pero allí estaba, frente a mi, sin haberlo buscado ni siquiera. Sabía que era ese guardapelo, era el mismo diseño, los mismos detalles, y tenía la misma apertura, una que mi madre me había enseñado, que estaba escondida en la parte superior, parecía solo un adorno, pero era precisamente la llave a lo que estaba dentro.      Presioné la palanca, le di tres vueltas al círculo saliente y lo abrí, justo con ella me había enseñado, y allí estaba, el interior vacío del medallón, dónde antes había un cabello mío, y luego hubo una foto de nosotros tres de cuando era una bebé.  ¿Cómo había llegado eso allí?      La única persona que podría haberlo sacado de casa era... Mi padre, pero ¿Por qué la sacaría?, no podía atarse una corbata el solo sin pensar en mamá, mucho en la abrir su parte del closet sin llorar, entonces ¿Para qué?      Imágenes vinieron a mí mente, recuerdos de cuando me enseñaron a escribir mi nombre, y luego de mi nombre, pasar al resto de las letras. Nunca pude escribirlas como ella, mi madre tenía una forma única y especial de escribir, su caligrafía era simplemente perfecta, pero recordaba que siempre me ponía a transcribir... Poemas, cientos y cientos de poemas. ¡Esto no puede ser cierto!      Volví a ojear la carta, esta vez más detalladamente. Allí lo noté, la forma en que la f tenía una curva ligera y la g una circunferencia perfecta, los adornos de la A, siempre había querido hacer una A así de perfectamente estética, elegante con curvas finas; mejor que de libro de caligrafía, mejor que imprenta de computadora, yo solo conocía a una persona con esos dotes para la caligrafía, solamente había visto a una persona hacer una A así, era la de la mujer que me había quedado la vida, mis mejores primeros años y la misma que llevaba casi once años desaparecida.      De repente volví al nombre del remitente, y todo cobro sentido en mi cabeza, la escritura, el poema, la forma del mensaje y el nombre, las siglas tenían un significado en mi cabeza, que fue flotando como el vapor en agua hirviendo. – Atentamente: Mary A. W.  – Dije en voz alta – Mary A. W. – repetí – Mary Anne Windshields – sollocé – Ma... Mamá.
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