Cuarto de hotel

2307 Words
          El piso dieciséis era el antepenúltimo piso, el edificio tenía dieciocho pisos en total, incluyendo la planta baja. El ascensor era cómodo, las paredes estaban divididas a la mitad por, una parte del metal blanquecino brillante, típico de los ascensores, y la otra mitad cubierta de una especie de empedrado artificial. Las puertas se abrían sin hacer ruidos y la canción de fondo era una clásica, creo que era Prelude de Bach.      Tomamos el ascensor con la idea de solo entrar en nuestras habitaciones, dejar nuestras cosas y retirarnos. Subimos piso tras piso por el ascensor hasta llegar al nuestro, el cual tenía un papel tapiz de color blanco aperlado, muy bonito, combinaba con el piso brillante. En el centro del pasillo había un enorme espejo de metal, con las mismas incrustaciones de piedras del elevador. – Muy bonito – comenté. – He ido a muchos hoteles en mi vida – añadió Oliver – pero estoy sorprendido. – Basta de cháchara – dijo Lina – Muy lindo y todo, pero tengo hambre, bajemos – añadió e hizo además de ir a su habitación.      Todos nos acercamos a ella para acompañarle, a decir verdad, no sé por qué no pasamos directamente a nuestras habitaciones, tal vez temíamos que Lina decidiera que estaba cansada y pidiera servicio a la habitación en lugar de bajar. Eso no suena creíble para ti, lo sabes.       En efecto, no podría culparla, eran mis juicios porque en el fondo eso era lo que yo quería hacer. Supongo que, más bien, lo que queríamos era curiosear, ver cómo eran por dentro, debían ser relativamente parecidas todas, y por la vista de afuera, debían ser un espectáculo. Pero me lleve una decepción, todos nos llevamos una decepción. –Esto es.... – escuché decir a Sonya sin mucha emoción. – Tétrico – le solté a todos los presentes. – Es bastante anticuado, si – dijo Lina tras dejar su maleta y dedicarse a observar mejor su habitación. – No hay nada de cándido en este lugar – Opino Nino mientras tocaba algo parecido a una radio – ni siquiera enciende, dijo hurgando una de las lámparas de la esquina. – No está tan mal – dijo Zen el optimista, todos lo miramos a modo de reproche – Parece sacado de película de los setentas.      La habitación era bastante particular, los colores eran sobrios, la luz era tenue, lo cual es bastante sorprendente considerando la cantidad de luz que se observa afuera. Tenía muchas decoraciones lindas, como una mesa de noche de madera tallada, con dibujos chistosos aunque bien elaborados. Las lámparas eran muy lindas, parecían antiguas. Había una radio vieja, la cual Nino no dejaba de tocar. La cama era para dos personas, una cama de cajón, cuyo soporte debía haber venido con la mesita de noche, eran del mismo color y tenían los mismo dibujos.       En frente habían un par de sillas acolchadas de color ocre y una mesa en el medio de ambas, una mesa de vidrio traslucido, con un soporte de metal, el cual también tenía un diseño con formas, era una especie de llama ardiendo, de la cuál salían ramificaciones de humo que sujetaban el vidrio. ¡Cuánta imaginación!... Sí que son creativos aquí.      La habitación no estaba mal, pero Zen tenía razón, no iba a ganar cinco estrellas con un diseño tan anticuado y con esa sensación que dejaba al entrar, la sensación de incomodidad y pesadez, lo cual ya no era un sentimiento nuevo este lugar, quizá se iría con los días, o quizá Velum se sentía así siempre. – No se trata de eso, la habitación no es fea, solo es... – dijo Oliver tratando de encontrar una palabra para culminar su frase. – Pues es muy Velum – concluyó Lina. – ¿Qué significa eso? – le dije. – ¿Es que no lo han notado? – Pregunto cómo si fuera obvio – esta gente es rara, actúan raro y tienen costumbres raras, no es de extrañar que dónde duerman sea raro también – insto la Ucraniana. – Pues vaya que si ¿Eh? – Dijo Oliver grabando con su cámara la habitación de la Ucraniana. – ¡No grabes la mía! – Chillo Lina – Ve a la tuya. – Creo que es pronto para sacar conclusiones apresuradas sobre cómo es Velum – comenté objetivamente. – Estoy de acuerdo con Adela – dijo Nino hurgando entre otra cosa. – ¿Bromean? Somos turistas – dijo Zen – ¿Que vamos a hacer aquí sin la crítica y comparación constante con nuestras naciones? – ¿A eso es a lo que viniste? – pregunto Sonya. – No, pero no puedo prometer que no lo haré – admitió – Sacar conclusiones apresuradas es un hobi personal. – Esto tampoco funciona – dijo Nino tras fallar en su intento por hacer que reaccionara la radio  – ¿Qué es eso Nino? – pregunto Oliver apuntándolo con su cámara. – Te he dicho que no grabaras aquí – insistió Lina, pero Oliver solo la ignoro. – Es un emisor de radiofrecuencia – indique yo señalando el aparato – Y uno por cierto bastante viejo.      Todos me miraban confusos e impresionados, se hizo el silencio. – ¿Qué? – pregunté. – ¿Cómo sabes lo que es? – pregunto Zen atento, vi a Oliver apuntar su cámara hacia mi rostro. – Pues... – considere decirles que era algo que había visto en la universidad, pero me sentí algo ofendida – ¿Eso es lo que les impresiona, que sepa lo que es?      Los tome fuera de base por mi reclamo. Se miraron todos con caras expectantes, buscando una explicación. – Tú la estabas tocando – señale a Nino – Si, pero no sabía lo que era, solo trataba de encenderlo – explicó. – Solo jugueteabas con el querrás decir – le señaló Lina. – Ni siquiera Sonyapedia lo sabía – explico Oliver, que vio a Zen tras hacer el comentario, Zen comenzó a reír y Sonya volteo los ojos, se iba a hacer una costumbre en ella al estar tanto tiempo al lado de esos dos. – No sabemos, no le preguntamos – insté. – ¿Lo sabias? – pregunto el Tailandés. – Por supuesto que no – respondió la rusa. – Creo que estás perdiendo los papeles – dijo Oliver. – Y creo que cada vez eres más intrigante – exclamó Zen – Vaya que eso te suma puntos. – Tonterías, es solo un aparato – me queje. – Misterio, inteligencia y modestia – me apunto con la cámara el enrulado – Eres todo un combo. – Amigo eso no suena nada bien – le indico Nino, y no podría estar más de acuerdo  ¿Combo? ¿Como si fuese comidas o algo así?      Observo mi cara de disgusto, lo usé le cortó la inspiración. – Vale, lo pillo, – reconocí – Lo lamento, lo que quise decir es que es... Ammm – dijo buscando la palabra adecuada. Más te vale que no digas que soy una pizza.  – ¿Genial? – dijo Lina, intentando salvarle. – Si, es genial, – dijo – pero esa no es la palabra que buscaba, es... – ¿Asombroso? – exclamó Sonya. –No, eso no.      Zen se acercó a Oliver un poco, apenas tenían horas conociéndose, una pocas horas, pero parecían haber desarrollado un lenguaje secreto a base de miradas, típico de los hombres, hasta Nino había entendido, y nosotras éramos la burla mientras ellos se reían y burlaban de nosotras y nuestros intentos en vano de entenderles. – Venga ya, dígannos – se quejó la Ucraniana.      Zen se rió un poco más, miró a Oliver y le puso una sonrisa pícara, el le hizo señas negando, Nino rió más fuerte. – Van a hablar o...? – exclamó Sonya – Es secreto de hermanos – soltó Zen – Ayer no se conocían – reclamé. – Ayer es pasado – dijo Nino. – ¿Qué? – Soltó Lina – ¿Tú también? – En efecto mi estimada – dijo haciendo una reverencia a Lina que la disgusto, pero que Zen aplaudió. – Que galante Nino – añadió Oliver. – ¿Nos van a dejar con la duda? – reclamé nuevamente. – Ya es hora de que alguien más mantenga sus misterios Adela – dijo Oliver petulante, lo que hizo a Zen y a Nino reír. – No cuenta, ellos lo saben – señale a los otros dos hombres. – Ya está bien, no me importa su le guaje secreto – dijo Lina cortante – Me importan mis tripas que no paran de sonar. – No lo había notado – dijo Sonya. – No estás dentro de mí – instó – Tengo hambre, así que muévanse a guardar sus cosas para que podamos bajar.      Sonya y yo queríamos saber, pero la mirada de Lina era decisiva, y yo también tenía hambre, de nada servía negarlo, así que nos retiramos de la habitación de Lina para entrar cada quien en su respectiva habitación y guardar sus cosas. – ¿Lista? – dijo una voz en mi puerta, la de Sonya. – Ya casi – dije, terminando de colocar mis cosas en las gavetas – lista. – ¿Cual crees que era la palabra? – interrogó. – La verdad no sé, – afirmé – pero, me pica la curiosidad. – A mí igual – admitió la rusa. – Pues ya somos tres – dijo Lina desde la puerta. – ¿Deberíamos hacerles una emboscada? – pregunto la rusa. – No creo que sirva de nada – confirme. – Típico de los hombres – exclamó con decepción. – Hombre no es gente – dije bromeando, ambas rieron. – Confirmo – admitió Sonya y de nuevo se hicieron las risas  – ¿De qué se ríen las señoritas? – pregunto Nino desde la puerta, dónde nos esperaban los tres.      Hubo carcajadas en mi habitación, las tres éramos cómplices ahora, justo cómo ellos. –.Cosas de chicas – contesto Sonya – ¿Nos vamos? – ¿Qué cosas? – pregunto Oliver curioso. – Nada que tengan que saber. – Oh vamos – se quejó Zen – ¿Se están vengando? Jejeje... Sí. – No, – enfatizó Sonya – para nada  – ¿Por qué lo haríamos? – Pregunté – Es parte del pasado – dije observando a Nino.      Las chicas se reían y Nino solo remiraba los ojos. – Muy buena Adela – dijo Oliver – ¡Bravo! – Típico de las mujeres – comentó Nino. – No esperaba amenos – dijo Zen fingiendo decepción. – ¡Uysh! – Exclamo Lina haciendo gestos exaegerados – ¡Que delicados! – Eres una pesada – dijo Nino a Lina.      Lina no pareció inmutarse aquello, todo lo contrario, pareció darle completamente igual. – Búscate algo más rudo Nino, – dijo restándole importancia – he escuchado eso demasiado como para ser una ofensa. – Basta de ofensas ¿Okay? – Dije a todos los presentes llamando a la paz – Es totalmente innecesario. – Ustedes empezaron – reclamó Oliver. – Y ustedes continúan. – Son demasiado infantiles. ¿Nosotras? ¿¡NOSOTRAS!? – El burro hablando de orejas – le dije a Oliver. – Hasta pareces ofendida – Dijo Oliver apuntando su maldita cámara hacia mí. – No pueden ofenderme las palabras necias de un extraño – dije a su cámara aunque era para él.      Todos guardaron silencio, hasta Oliver bajo su cámara y me miró. – ¿Extraños? – Dijo Oliver haciéndose el ofendido – Después de todo lo que hemos vivido. – Claro, estás horas de mi vida han sido memorables. – Exacto, muy probablemente las mejores horas de tu vida – insistió medio en broma – Hasta hemos creado un Club. – El Club no ha sido tu idea – le solté.      Todos rieron ante eso. – Auch, eso me dolió – dijo Zen poniendo las manos sobre su pecho – Y no fue a mí. – Oh Adela, le has roto el corazón – Señaló Lina tomando la cámara de Oliver para grabarnos a ambos – Míralo, está que llora – y al decirlo Oliver se hizo el dolido aún más. ¡Oh vamos!  – ¿Crees poder perdonarla? – dijo Nino entre risas. – La verdad no lo sé, es una herida muy profunda – continuo sufrido el pobre peli marrón. – Lo superaras – dijo Sonya seriamente, por lo visto tomando un bando. Cada vez me caes mejor Sonya.  – Con tal de que no rompa su cámara – le dije yo. – Allí si es verdad que puedes darte por muerta para mí – me contestó confirmándolo. – ¿Tu cámara es más importante que yo? – Ahora yo me hice la dolida. – Cariño, el sexo y las mujeres son efímeras, pero los videos son para siempre – dijo él. – Y el internet – añadió Nino. – Y la tecnología – añadió Zen – no lo olvides. – Concordamos en decir que los amigos también es falso y muy cursi ¿no? – Dijo Lina       Todos reímos, definitivamente cuando saliera de este lugar llamaría a estos chicos de vez en vez para una terapia de risa, porque desde lo de mi padre tenía muy pocos momentos como estos, en los que me despreocupaba de las cosas y era... Feliz. Alegre y feliz. – Muy – salto Nino – pero puedes decirlo cuando nos estemos despidiendo en la melancolía. – Dios nos libre – dije a modo de broma. – Los quiero chicos pero mi única amiga leal y fiel compañera es... Mi cámara – dijo el peli marrón cargando a su cámara como si de un bebé se tratase.      Nuevamente después de la tensión y dudas, la terapia de risa me había bajado la guardia y nuevamente estuve dispuesta a unirme a las carcajadas de mi Club.
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