—Es la única forma que puedes aprender del negocio, debes aceptar que no tienes experiencia, no seas caprichosa—, refuta y saca el seguro a la puerta, me echa una mirada rápida por el retrovisor —Sal, llegarás tarde a clases y me harás llegar tarde a mí.
Pongo los ojos en blanco —No te pedí que me trajeras—, salgo refutando, vuelvo a lanzar la puerta y sonrío al tiempo que cuelgo mi bolso de un hombro.
—Mal agradecida y grosera—, dice y continúo mi camino, de espaldas a él le saco el dedo del medio, luego lo miro y aún sigue ahí contemplándome caminar “¡Es un idiota!”
Tras terminar las horas de clases camino hacia la entrada, cuando estoy por salir Marco me alcanza.
—Bella ¿Por qué no respondes mis mensajes?
—Lo siento, no he podido.
—¿O no has querido? — Dice al suspirar —Solo quiero decirte que no tuve nada que ver en lo que Filipo hizo, tanto Mariella como yo no estuvimos involucrados, jamás imaginamos que pudiera hacer algo así, sobre todo, que eso lo conllevara a la muerte.
Estoy por responderle cuando escucho el claxon del auto que suena sin parar, joder, es nuevamente Adriano, ese tarado dijo que enviaría al chofer por mí, pero se ha tomado el atrevimiento de venir a buscarme. —Me tengo que ir.
Marco se queda mirando en dirección al auto —¿Cómo puedes continuar viviendo con esos asesinos?
—Es lo que me tocó, mi abuela los ha dejado a cargo de mí.
—Ya no eres una niña, hace dos años cumpliste la mayoría de edad, no entiendo ¿por qué sigues atada a ese hombre?
—Soy su esposa ¿No lo recuerdas? — dije al soltar un suspiro frustrada —Nos vemos mañana Marco—, le doy un beso en la mejilla y camino en dirección al auto de Adriano. Intento abrir la puerta de la parte de atrás y no puedo, me cruzo de brazos y lo contemplo —¿No vas abrir?
—La de adelante está abierta—, dice sin mirarme—, pongo los ojos en blanco y subo de mala gana, vuelvo a tirar de la puerta y me mira enojado —¿¡Qué!? ¿Te duele?
—Esa puerta cuesta mucho dinero—, dijo al crujir los dientes.
—¿En qué te afecta si de todas formas la arreglarás con mi dinero?
Sonríe y enciende el auto, vaya que este puto tiene una sonrisa encantadora, la cual produce burbujas en mi estómago.
De camino a la empresa no puedo dejar de jugar con la radio, pongo una emisora y otra, subo y bajo el volumen, aunque Adriano no dice nada se cuán irritado está.
—Te encanta molestarme, ¿diga?
—No se de qué hablas—, digo y continúo buscando una radio apropiada —¿Cuándo dejarás de creer que todo gira a tu alrededor, tarado?
—Me llamas tarado cuando eres tú la que parece tarada, porque solo una persona así puede hacer lo que tú haces.
—¿Y que hago?— Cuestiono al mirarlo —¿Esto?— Pregunto al subir el volumen y bajarlo, pasar de una emisora a diez emisoras.
—Nunca madurarás—, dice al soltar un suspiro.
Me quedo en silencio mirando la radio, la detengo en esa emisora porque están hablando sobre el crucero que desapareció hace años en el cuál viajaban mis padres, siento un nudo estancado en mi pecho y los ojos iluminados, Adriano me mira por un instante y luego vuelve la mirada al volante —No debes escuchar algo que te hace daño.
—Hoy se cumplen otro año más—, digo con los ojos aguados —Puedes llevarme al cementerio—, pido con la voz casi apagada.
Asiente y cambia de ruta, en casi media hora llegamos al cementerio, salgo del auto y camino hasta la lápida de mis padres, pues no hay una tumba que contenga sus cuerpos, solo una lápida con sus nombres tallados.
Con sutileza coloco el ramo de flores que Adriano compró en el camino, me siento frente a la lápida de mis padres y empiezo a contarles todo lo que me ha pasado desde que ellos no están, incluso les hablo de cuánto los extraño y la falta que me hacen, no puedo evitar soltar un sollozo y sonreír a la vez, por lo estúpida que parezco hablándole a un pedazo de cemento.
Cuando pasan un par de horas decido levantarme y dirigirme al auto dónde se encuentra Adriano, cuando llego lo encuentro con la cabeza clavada en el volante, el muy idiota se a quedado dormido.
Golpeo el parabrisas y se levanta con los ojos un tanto rojos, se los estriega y quita el seguro de la puerta. Subo al auto y me coloco el cinturón de seguridad —¿Parece que alguien no durmió bien anoche?— Digo al suspirar y llevar la mirada al cementerio
—Ya es casi el medio día—, dice al encender el auto —Iremos almorzar.
—¿A casa? — Pregunto al regresar la mirada hacia él.
—No, te llevaré a comer a un restaurant y espero sepas comportarte como una señora.
—¿Señora? ¡No soy señora!
—Pues lo pareces—, hago un puño y le golpeó el brazo.
Me mira de reojos y continúa manejando. Llegamos a uno de los restaurantes más elegantes de Turín, nos acomodamos frente a frente y empezamos a revisar la carpeta del menú.
—Adri—, escucho esa voz chillona y bajo la carpeta —Es una sorpresa tenerte aquí—, dice y él se levanta, le da un beso en cada mejilla, la tipa mantiene una sonrisa dibujada en su rostro la cual se disipa cuando nota mi presencia —Estas acompañado.
—No, soy un fantasma—, digo forzando una sonrisa—, la tipa me mira con desprecio y de la misma manera la miro yo —Ella es Ana Bella…
—Su esposa—, digo al estirar la mano. Le veo arquear una ceja y fingiendo una sonrisa estrecha mi mano como si no quisiera tocarla. Antes de que la retire hago fuerte presión en sus dedos y se queja — Uff, lo siento, es que tengo mucha fuerza.
Sonrió para mis adentros y concentro mi mirada en la carpeta, mientras tanto Adriano se levanta y junto a ella se alejan un poco para conversar. En realidad, no me interesa que sea esa tipa para ese idiota, lo que me irrita es que me traiga a comer aquí donde se encuentra su amante.