Uno.
Mi nombre es, Ana Bella Martini, tengo veinte años y llevo dos años casada con un hombre frío, arrogante, grosero, malhumorado, con quién no tengo una buena relación y de quién no puedo separarme hasta cumplir los cinco años de casados. Había pensado en divorciarme, no obstante, si lo hacía me quedaba en la calle…
—¿Me puedes explicar que significa esto?— Lanza sobre la mesa el acuerdo del divorcio. Así es él, un grosero de mierda.
—¿No sabes leer? ¡Ahí dice que quiero divorciarme! ¡Que estoy harta de estar unida a un hombre como tú!
—¿Y cómo soy yo?— Pregunta al asentar las manos sobre la mesa y clavar sus verdes ojos en los míos.
—Un estúpido que se cree el dueño de mi dinero.
Le veo sonreír, despega las manos de la mesa, da media vuelta para luego posar la mirada en mí, y volver asentar las manos.
—No es solo tu dinero, es dinero de mi familia también. Mi abuelo invirtió mucho dinero, y yo di todo para sacar la distribuidora de la quiebra. Es por eso que también tenemos derecho.
—¡Por favor! ¿Crees que voy a creer ese estúpido cuento de la inversión? Tú y tu abuelo mataron a mi abuela para quedarse con todo su dinero, son unos asesinos…
Le veo cambiar de semblante. Se acerca, y con su grande mano hace presión en mi rostro —Mira niña tonta, ¿crees qué si hubiera asesinado a tu abuela para quedarme con todo, ibas a estar aquí?, también te hubiera eliminado, y sin embargo, aún sigues respirando. De mi puedes pensar y decir todo lo que quieras, pero de mi abuelo no, con él no te metas—. Refuta al soltarme.
Mis ojos se iluminan por la forma en que me trata. Y como siempre, con su arrogancia me hace sentir muy mal. Antes de que una lágrima se desprenda doy media vuelta y subo corriendo las gradas.
—No te daré el divorcio hasta que se cumplan los cinco años de convivencia. ¿Entendido?— Le escucho decir.
He decidido poner punto final a un matrimonio el cual no tiene sentido, dónde no existe amor, si no odio y rencor, el cuál fue concertado por mi abuela o según eso me hicieron creer, pero ella ya no está en este mundo para confirmarlo. Pelearé por mi dinero cueste lo que me cueste. No dejaré que esos dos se queden con lo que por derecho me pertenece.
Llego a mi habitación, cierro la puerta, luego corro a mi cama y ahí me lanzo, a continuación, marco el número de mi padrino y le pido venga por mí. En el transcurso de unas horas se hace presente. Cuando le veo llegar bajo las gradas a toda prisa, de la misma forma salgo de la mansión.
—¿Sucedió algo?—, pregunta al ver mis ojos irritados.
—Adriano, no quiere darme el divorcio—, le veo apretar los puños y cambiar de semblante.
—¿Te lastimó?
Asiento. Al segundo de haber dicho eso, me arrepiento, puesto que mi padrino sale del auto y se dirije a la mansión. Voy tras de él, le veo ingresar al despacho, seguro va a enfrentar a Adriano. Cuándo llego lo tiene arrimado a la pared apretando el cuello, pero no precisamente mi padrino a Adriano, si no que este a mi padrino.
—¡Déjalo! —, exijo mientras manoteo sus fuertes brazos. Adriano me mira sobre el hombro, seguido suelta a mi padrino y después de arreglar su traje se dirige a mí.
—No hagas todo lo que él te dice, no seas ingenua—, dice al pegarle una rápida mirada a mi padrino.
—Yo solo la estoy ayudando a salir del infierno en el que vive—, se defiende mi padrino, y Adriano sonríe de medio lado.
—No confíes en él, por algo tu abuela no lo dejó al frente.
—No lo escuches Ana Bella…
—Mi padrino es todo lo que tengo, y no ha hecho nada para que dude de él, a diferencia de ti—, le aclaro muy seria —Me divorciaré de ti, cueste lo que me cueste.
—No podrás rescindir el contrato. Si lo haces, perdemos todos, y no estoy dispuesto a eso.
—Eso es lo que ustedes quieren. Quedarse con todo lo que por derecho le pertenece a Ana Bella. Llegaron a la distribuidora y la hicieron pasar por la quiebra, para luego quedar como los salvadores…
—Tú muy bien sabes porque la distribuidora estuvo a punto de quebrar—, dijo mirando a mi padrino para luego mirarme a mí —¿No te ha dicho que fue lo que pasó? — No respondo y él continúo —Bien, te aclararé las cosas.
—¡No quiero que me aclares nada!, simplemente firma el divorcio y acabemos con esta farsa, con este matrimonio que hasta el día de hoy no se ha consumado. Quiero ser libre, enamorarme y vivir mi vida feliz junto a un hombre que me ame. Estoy harta de aparentar que estoy bien a tu lado cuando no es así. Me cansé, quiero mi libertad y la quiero lo más pronto posible.
—No te lo daré, no hasta cumplir con el contrato.
—Que se joda tú y el puto contrato, Adriano Santoro.
Dicho eso salgo del despacho y vuelvo al auto de mi padrino, este va tras de mí y una vez encendido el coche nos dirigimos a su casa. Por la noche salgo con Marco; hijo de mi padrino a una discoteca, la estábamos pasando bien hasta que mis ojos se encontraron con los de él, Adriano Santoro, no sé porque ese tipo siempre tiene que estar donde yo estoy.
Al hacer contacto con su mirada, pongo los ojos en blanco e ignorando su presencia bebo de la copa que Marco me entrega, llevo la mirada a otra parte, donde no se encuentre Adriano.
—¿Bailamos? — Marco estira su mano y caminamos a la pista, antes de encaminarme a dicho lugar no puedo evitar llevar la mirada dónde se encuentra Adriano, solo para descubrir que me sigue observando con su mirada frívola, es que ese hombre solo mira de esa forma, nunca sonríe, mucho menos tiene una mirada dulce, siempre me mira sin expresión.
Soltando un suspiro camino hacia el centro de la pista, después de un largo rato cambian a música romántica, entonces me abrazo a Marco y bailo muy apegada a él, mientras lo hago mi curiosa vista no puede evitar dirigirse a Adriano, pero cuando regreso la mirada al lugar donde se encontraba ya no está.
Tras culminar la pieza volvemos a la mesa donde se encuentran nuestros amigos, a decir verdad, amigos de Marco, ya que las mías se quedaron en Londres.
Continúo sonriendo y conversando con ellos. De pronto Filipo, quién se había ido a otra mesa me extiende una copa que contiene en su mano. En ese momento, Marco y Mariella regresaron a la pista de baile, creo que ellos dos se gustan, por eso desde que empezaron a bailar no se separaron. Estaba concentrada viéndoles bailar, cuando siento las manos de Filipo rodear mi cintura y susurrar a mi oído.
—Me encantas Ana…bella.
—Sabes que estoy casada, ¿verdad?— Le digo y el continúa ahí, con su rostro afirmado a mi hombro, de pronto me gira de un solo y apega su frente en la mía, no me agrada lo que ha hecho y me aparto, lo primero que hago al apartarme es, recorrer la mirada por lo alto de la disco, a ver si mi espía no me está observando. En ese momento todo empieza a verse opaco, mi cuerpo empieza a sentir una ganas inmensas de ser tocado y acariciado, es como si de eso dependiera mi vida.
—¿Salgamos de aquí?— Dice Felipo.
—¡No quiero! —, digo y el sigue llevándome.
Intento rehusarme, no obstante, me sostiene y mientras camino busco con la mirada a Adriano. En esta vez si deseo que aparezca, preciso de su presencia para que me salve de lo que creo me hará Filipo, sin embargo, no lo veo por ningún lado.