Diez

1588 Words

—Que lo vas a necesitar, si eres mi albacea y hasta que se termine ese puto contrato seguirás disfrutando de mi dinero. Adriano suspira y tensa la mandíbula, con gran enojo me jala hacia él y me sienta sobre su regazo, con sus fuertes brazos me rodea y sus anchas manos recorren mi pierna despertando las células muertas de mi cuerpo. —Abrázame—, ordena mirándome fijamente. —No quiero—, le digo mirando al cielo, entonces aprovecha para darme un beso en el cuello, seguido sube una de sus manos y la posa tras mi cabeza, y en contra de mi voluntad me obliga a bajar el rostro, une sus labios a los míos, no quiere soltar mi boca, tengo que empujarlo desde el pecho para lograr respirar, quedo respirando agitadamente. Intento levantarme, pero no me deja —Dijiste que tenías a una mujer en tu co

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