Después de un minuto bajo junto a Adriano. El almuerzo transcurría con aburrimiento, así que quise ponerle algo de diversión —¿Y dime?, ¿cómo hiciste para que no te dejaran encerrado por el asesinato de Filipo? Pregunto con la esperanza de verlo enojado, pero ese idiota no se enoja, al contrario, responde con tanta calma y firmeza, que me atemoriza. —Tengo mis influencias, todo lo que se mueve en Turín es porque yo así lo quiero. Soy algo así como Dios, así que, solo necesito mover un dedo para que todos se arrodillen. Lo quedo observando mientras come, el cabron no niega ni se defiende de la acusación de muerte, ese perro no tiene sangre en la cara. Hay momentos en los cuales sonríe, y eso me pone de mal humor, no me gusta verlo sonreír, bueno si me gusta su sonrisa, pero odio que s