Por la noche, después de la cena emprendemos otra discusión, peleamos por el control del televisor, en tanto jaleo caemos sobre la cama quedando yo debajo de él, me mira fijamente que su mirada me deja sin aliento —¡Quítate! —, le digo con desagrado cuando ya no puedo mantener la respiración.
Solo sonríe y se acomoda en su lado, se ha quedado con el control, como siempre el sale ganando, es que lo detesto, lo odio como jamás he odiado a nadie.
Se queda hasta altas horas de la noche observando la televisión, yo cubro mi oído con la almohada porque ese idiota parece que está en un cine, ha subido el volumen como si solo el estuviese en esta habitación.
—¿Por qué no te largas a tu habitación a ver la televisión? ¿o a la sala de visualización y me dejas dormir?
—Porque está es mi habitación y me da la gana ver la televisión aquí.
Rodando los ojos salgo de la cama, camino hasta el televisor y lo desconecto.
Lo escucho reír —Infeliz—, caigo a la cama y me cubro de pies a cabeza. Agradezco que no se levante a encender la televisión.
Al día siguiente me levanto temprano y me doy una ducha, cuando me estoy vistiendo la puerta del vestidor se abre.
—Joder—, digo al cubrir mi desnudo cuerpo con la pequeña toalla —¿No puedes tocar? —, Adriano mira mi cuerpo de arriba hasta abajo, lentamente se va acercando, trago grueso cuando sus manos se direccionan a mi toalla y descubre mi cuerpo, al minuto siguiente atrapa mis caderas y me apega a su cuerpo dejándome completamente desorientada, con sus dos manos me alza y me posa sobre el largo mesón—¿¡Qué… que haces!? — Logro decir antes que sus labios cubran mi boca, Jadeo cuando sus manos recorren mi espalda y su lengua incursiona mi boca. Suelto un gruñido y se aparta de mí, sonríe y posa sus manos en mis muslos para luego jalarme al filo del mesón.
No sé que piensa hacer, pero me abre las piernas y se clava en mi humedad. Al sentir su mojada lengua pasar por mi centro, suelto un gemido de perra, la sensación que provoca me vuelve tan loca que me produce gritar. Ante tan delirante sensación poso mis manos en el largo mesón y lanzo mi cuerpo hacia atrás y me abro más—¡Oh, Adri, esto es exquisito! —, continúa haciendo malabares hasta hacerme alcanzar el placer.
Le veo pasar su lengua por los labios, luego sube besando mi plano abdomen hasta llegar a mis senos, se prende de uno provocando un calambre en mi vientre —¡Esto es tan delicioso! —, digo en un gimoteo. Suelta mis tetas y busca mi boca, nos besamos como dos dementes sedientos de deseo. Una vez que entra en mi abro la boca y su lengua ingresa hasta mi paladar dejándome casi sin resuello.
Sale de mí, me gira dejándome con el vientre apegado a la madera, entra de una estocada y pega fuertes embestidas que me llevan al mismo infierno y paraíso. Me encuentro en un laberinto de ardientes pasiones que calienta me cuerpo.
De pronto se detiene dejándome nuevamente vacía, me gira y de forma rápida, como si fuera una muñeca, me alza al nivel de sus caderas y me lleva a la cama.
Se sienta al filo de esta conmigo sobre el, vuelve a penetrarme y lamer mis tetas provocando que jadee con vigor y lance mi cabeza hacia atrás. Sus labios recorren mi cuello, sus grandes manos me aprietan desde las nalgas apegándome más a él. Clavo mis uñas en sus hombros, lo escucho gruñir, seguido arremete contra mi boca sosteniendo con las manos mi cuello, al soltar mis labios me mira fijamente, sonríe y con rapidez se gira tirándome en la cama y dejándome debajo.
Me embiste con furor, entra y sale golpeándome con toda su fuerza, es tanta la potencia que usa, que la cama se remece al ritmo de sus embestidas. Me encanta, me fascina cada vez que me golpea con su m*****o así.
Adriano sale de mi interior, pero yo quiero más, aún no estoy satisfecha y él lo sabe, por ello me gira dejándome boca abajo, recorre mi espalda, luego mete su mano por debajo y alza mi trasero para el segundo siguiente embestirme de una sola estocada. Al sentir su m*****o resbalarse en mi interior vuelvo abrir la boca, él introduce su dedo dentro de esta, con su otra mano juega en mi clítoris, me es imposible no gimotear.
Por último, subo sobre él, se sostiene de mis caderas y empieza a moverme con mucha rapidez, lo hace tan rápido que alcanzo más de un orgasmo.
Jadeo tan fuerte, y para aplacar mis gemidos feroces me lleva a su boca y la besa con ansias aplacando así el gruñido. Después de unos segundos vuelve a remecerme, mientras lo hace me mira a los ojos, las venas de su rostro se engruesan e intensifica la velocidad logrando así que alcance otro orgasmo, cada instantes son más rápido, son tantos lo que me ha hecho tener, que perdí la cuenta y con el último caí rendida en su pecho.
Con sus dos manos toma mi rostro y aparta mis cabellos y besa mi boca, al soltar mis labios musita —Aun no termino—, me da la vuelta, quedando sobre mí introduce ambas manos por debajo de mis nalgas, me embiste y emprende remecidas rápidas y feroces, son tan exquisitas y placentera que vuelvo a alcanzar el éxtasis al mismo tiempo que él. Queda jadeando con su rostro sobre mi hombro y haciendo leves movimientos, ruedo mis manos por su espalda sudada y llego hasta sus pompas, hago presión ahí, da una última embestida y se desprende, se levanta y se va al baño, me quedo contemplando su rico trasero, que es más firme que el mío.
—¿Qué fue todo esto? — Me pregunto al ver su frialdad, más cuando sale de la ducha y empieza a vestirse sin dirigirme la palabra. Una vez listo se dirige a la puerta, antes de que salga le lanzo una almohada, se detiene y me mira, sonríe y sale —¡Idiota!
Llevo mis manos a la cabeza y jalo de mis cabellos por haber sido tan débil y caer en las garras de ese gavilán, ese idiota solo quería follarme y nada más.
Suelto un suspiro y me recuesto en la cama, esa cama que huele a él, maldita sea, porque todo tiene que oler a Adriano Santoro, incluso mi cuerpo huele a él.
Me levanto de prisa y lavo mi cuerpo, luego vuelvo a la cama, decidí no ir a la universidad y quedarme todo el día en casa, hablo con mis amigas de Inglaterra por horas, antes del mediodía decidí salir y dirigirme a la empresa. Cuando llego todos me quedan viendo de arriba hasta abajo como si se preguntaran, ¿esta que hace aquí?, ruedo los ojos y camino en dirección a la oficina.
—¿Disculpe?, ¿a quién busca? —, me detiene una bellísima mujer.
—Soy Anabella Martini—, al escuchar mi nombre me sonríe amablemente.
—¡Bienvenida señorita Martini! ¿va a presidencia? —, asiento —En este instante la anuncio.
—No hace falta—, digo y voy hacia la oficina, al abrir la puerta, Adriano se encuentra concentrado escribiendo o firmando no sé que, al escuchar la puerta abrirse levanta la mirada y deja el bolígrafo a un costado, me mira fijamente mientras voy caminando lentamente en su dirección. Rodeo el escritorio y me sigue con la mirada, cuando llego a su costado levanto una de mis piernas, la paso sobre las suyas y me siento sobre él, con mis delgados brazos rodeo su cuello, nos miramos fijamente mientras nuestros cuerpos van subiendo de temperatura, cuando mis dedos se entierran en sus cabellos y los deslizo hacia su rostro llegando hasta sus labios, me presione desde las nalgas y me afirma con fuerzas logrando que sienta su bulto.
Cuando creo que va a devorarme la boca, me aparta de un solo tomándome por sorpresa. Se levanta y camina en dirección a la puerta, seguido pone seguro y baja las cortinas.
Pasamos dos horas comiéndonos como dos depravados, reprimiendo los jadeos para que no se escuchen en la parte exterior. Al igual que en la mañana, volví a quedar exhausta, en esta vez tirada sobre su pecho.
Las manos de Adriano recorren por mi espalda, me besa con suavidad mientras su pecho late desenfrenadamente. ¿Es mi idea o ese tonto está comportándose de manera cariñosa?
Joder, no, eso no puede ser, si el me desprecia al igual que yo, seguro quiere engañarme para luego reírse en mi cara, lo conozco muy bien, y siempre me ha visto como su pato.
Si piensa que por unos cuantos besos y caricias va a convencerme, está muy equivocado.
No creerá que voy a caer en sus falsedades, menos después que me confesó que había alguien que amaba. Pensando en esto último me levanto de un solo, puesto que me lleno de asco, ya que después de estar con ella viene a estar conmigo.