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Abrió la puerta con el pie, adentro había un olor a pudrición, seguramente porque había cadáveres olvidados. La castaña al notarlo, comenzó a forcejear nuevamente con él, pero esta vez presa del pánico, tratando de morderle la mano nuevamente para que no la siguiera haciendo bajar los escalones, pero no podía zafarse. Estaba desesperada, aterrada, quería gritar y ya estaba comenzando a chillar. Franco, por su parte, la agarraba firmemente, ella estaba tan asustada, que deseaba ver su rostro. El lugar estaba oscuro, pero la luz de la noche iba a permitir que algo vieran luego de acostumbrarse a la oscuridad, además, el lugar no era demasiado grande. Cuando llegaron abajo Katia sintió pelaje descuidado en sus pies y parte de sus piernas, eran ratas, y con eso quiso morir de un ataque

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