Si la echaba de esa forma, como si estuviera burlándose, entonces no quería seguir ahí, por más que quisiera mantenerse cerca de él. Cerró la puerta y se quedó en el pasillo, pensando por un momento con una mano en su cuello y con ganas de llorar. No quería regresar a su habitación, pues viviría recordando ese encuentro violento y apasionado con el dueño de sus pensamientos. Entonces fue hacia el patio para sentarse cerca de la pileta, mirando a ese dragón que comenzaba a gustarle mucho, porque le recordaba la gran espalda de Franco. Sonrió al recordar su espalda, mirando luego entre sus piernas, porque de pronto estaba avergonzada de recordar esa escena, incluso después de que el otro tratara de asesinarla. Ahora se sentía un poco humillada, y fruncía sus labios y ceño por eso. ¿Aquel