Franco estaba sentado en su sillón favorito frente al caño de la gran sala, mirando el fierro nuevamente como ya se había habituado a mirar. No pensaba en nada en particular, hace dos días que no veía a Katia y ahora esperaba a Tyrell para que fuera a decirle a ella que debía hablar con su madre en media hora más. Había estado ocupado los demás días resolviendo unos asuntos y lidiando con el lío que volvía a ser el excéntrico de Stefano, siempre ostentando todo lo que poseía y lo que había conseguido en Francia. Por otro lado, Tyrell también había tenido asuntos que resolver con los clubes nocturnos a su cargo y tampoco había visto a la castaña durante esos días. No se la topaba en el patio como había pasado otras veces, y era extraño. —¿Estabas ocupado? —preguntó cuando el rubio ll