El cielo estaba cubierto de nubes y con ello una ciudad completa que recibía la luz grisácea que ese filtro permitía, y bajo ese cielo el brillo opaco de una Lamborghini Veneno n***o acaparaba las miradas de quienes transitaban por la calle a esa hora. Tenía su destino claro, era el mismo propósito que lo había mantenido en uso durante esos escasos días: cobranzas, y dentro de él quien se encargaba de hacerlas dichoso y excitado por ese momento. Al llegar, una casa de los barrios bajos de la ciudad parecía lúgubremente alumbrada, quizá temerosa de lo que iba a pasar dentro de ella y a las personas que le daba cobijo hace tantos años. —Kelly, acompáñame —decía Stefano, mientras abandonaba su preciado auto para dirigirse al lugar en donde le darían el dinero que había prestado seis mese