Espinas envenenadas

1324 Words
La iglesia estaba llena de amigos, familiares, la gente que por detrás juzgaba a Adam y su quinta esposa y la gente que por delante se ríe con ellos, también algunos amigos queridos de verdad, algunos queridos y otros solo para regresar una invitación, la familia de Daniel por su lado contaban con familiares de todos los grados orgullosos además su niño por tomar la decisión correcta con la mujer correcta.  Todo tenía el look correcto, la luz que Adamira quería, los arreglos florales y las telas adecuadas dispuestas por la iglesia de forma estratégica y encantadora, pero en la primera fila, del lado de mi hermana se respiraba la indignación.  Serena vio a su padre entrar con su hermana a la iglesia, ella se veía radiante en aquel pomposo vestido, caminaron lentamente por el pasillo y regalaron una sonrisa a la mayoría de los presentes, al llegar al altar le dio un beso en la frente a su pequeña y se la entregó con una mirada amenazante a su yerno, Adam caminó de vuelta a su asiento y tomó la mano de su mujer.  Facundo se arregló la pajarita mientras observaba a los novios, se veía molesto cualquiera en esa iglesia sabía que Facundo estaba por estallar, la madrina era el opuesto no paraba de sonreír a su amiga y mostrarle el apoyo que necesitaba. El sacerdote, habló sobre el amor, la lujuria, la pasión, el desamor, la enfermedad, la riqueza y salud, antes de explicar que todas aquellas eran parte del matrimonio y que algunos días se vivía con unas más que en otras, el secreto estaba en el equilibrio.  —Adamira Luthor White, ¿acepta a Daniel Taylor Wane com... —¡Sí! —La mayoría rió y Facundo bufó en su lugar.  —Daniel Taylor Wane, ¿aceptas como tu legítima esposa a Ada Luthor White? —La iglesia se quedó en silencio, todos esperábamos la respuesta del novio. Mis padres ya se veían torturados mis hermanos no paraban de cuchichear entre sí.  —Ada, no sé... no sé si esto es lo que quiero. Lo siento. Yo... no tenemos mucho en común, tú dices y yo hago. No es tu culpa, fue y siempre ha sido mía, en serio. —Facundo le dio un golpe en la cara y otro tras ese,  el siguiente y el siguiente, luego ambos rodaron por el altar.  Mi novio lo zarandeó contra el suelo, como nadie hacía nada me metí en medio de los dos, ninguno se atrevió a pegarme pero si me empujaron de un lado al otro hasta que los golpeé a ambos.  —No es el lugar ni el momento. —Señalé a mis hermanos y les pedí que sacaran a Ada, también con una seña le pedí a Lain que llamara al chofer.  Solicité a los padres de Daniel, a los míos, para que me acompañaran y tomé el brazo de Facundo para acompañarle a lavarse. Raquel, su madre, nos siguió y parra variar hizo preguntas, conocía la capilla así que busqué el botiquín y se los di. Besé los labios de Facundo y lloré durante un par de minutos, su madre nos miró como si fuésemos estúpidos.  —¿Qué está pasando? —preguntó Raquel. —Soy horrible, en serio, lo lamento. No debí hacerlo para no tener que decírtelo y herir tu corazón.  —No importa, te acostaste con él, con el novio de tu hermana, ¿Sabes cuán retorcido es esto? —Serena, ¿cariño es eso cierto? —preguntó mi suegra.  —No quiere decir que no ame a Facundo, pero creía que Daniel algún día me iba a dar un lugar y podría rechazarle, entonces... Se me fue de las manos y crecimos y cada vez era más difícil dejarle y no hacerle daño a mi hermana o a Fack... Daniel no salía herido, siempre era uno de nosotros o los tres. —Dije antes de salir de la habitación.  Caminé hacia la habitación continua y me limpié las lágrimas.  —Tenemos quince minutos de atraso y dimos un espectáculo inolvidable, ¿se aman?; cásense.  —¿Por qué llorabas? —preguntó mi hermana.  —Tengo una migraña pero es la boda de mi hermana. —Dije. —¿Daniel, puedes ir a dar una disculpa y casarte con mi hermana? y tú Ada, te regalaré un bate de metal con relleno de madera. La puerta se abrió y apareció Facundo acompañado por su madre, la cual le veía tan destrozada como él a mí esta mañana, miré a la mujer con pena y ambas dirigimos nuestras miradas hacia Facundo quién se acercó a su a migo y dijo mirando hacia mí:  —¿Sabes qué? Tienes razón, tú y yo no tenemos que sufrir, él debería ser la persona que sufra y se lamente.  —Facundo, no lo hagas, —rogué. — por lo que más quieras.  —Daniel ¿por qué no les cuentas por qué no quieres casarte? —¡Facundo, lastimarás a mi hermana! —grité. —¡Daniel, haz algo! —No Serena, él tiene razón, te amo a ti, la besé porque pensé que eras tú y luego era muy tarde, le había pedido a la hermana equivocada ser mi novia. Meses después estabas con mi amigo. Debí haberlo dicho, te quiero demasiado.  —¿Serena de qué están hablando? —preguntó mi padre.  —Nosotros hemos tenido una aventura, una larga y si puedes perdonarme eso Ada...—Dijo Daniel. — podemos casarnos. Mi padre nos miró molesto a Daniel y a mí, sentí el peso de la culpa através de su mirada, sabía que mis hermanos estaban escuchando al otro lado de la puerta y ahora tenía a mi hermana vestida de novia con los ojos lloros y un montón de invitados murmurando especulaciones fuera de aquella habitación.  —Serena, yo necesito que lo digas. —pidió mi hermana mientras tomaba asiento.  Mi madre me retó con la mirada.  —Perdón Ada, yo cometí un error.  —Di que te acostaste con él, —Aclaró. — con mi novio.  —Tuve sexo con tu novio en repetidas ocasiones. —Contesté mirándole a los ojos.  —¿Qué hacían después? —preguntó desconcertada mientras se quitaba la tiara y el velo. —¿Reírse de mí? ¿Pensar en lo estúpida que soy? Lo hacía más morboso.  —Te juro... —comencé pero me interrumpió.  —¿Qué era lo último en que pensaban? —Asentí.  —Serena, siempre perdono que digas que eres la más bonita, porque es casi cierto; tienes más atributos. Dejo que todos digan lo maravillosa que eres, permito que coquetees con mi novio abiertamente frente a cualquiera y sé que si hiciste lo que hiciste tenías con pequeña esperanza de que te eligiera. La decisión la tengo yo esta vez; me caso. Te quedas sin él y con un hombre que te detesta. —Tragué duro y mis papás pidieron hablar un momento a solas con mi hermana. —Ah, Serena... por favor no olvides tomar tu asiento en primera fila.  Facundo desapareció después sus padres, me dejaron a los chicos y mi hermana bailó y pretendió que todo estaba bien la noche de su boda, fui a mi casa y mis madre acomodó a los pequeños Laggun, me acosté en el sofá en espera de una llamada de Facundo o sus padres. Pero nada.  En casa mi papá se sentó con una copa rebosante de vino a mirarme en el sofá, no me dijo nada, ni siquiera pintó una de sus miradas, porque sabía que lo tenía listo para él. No quería que mi padre me odiara, ni que mis hermanamos me trataran con indiferencia. —Serena, no te has dado cuenta de que inconscientemente querías que le doliera. —Dijo mi padre quién me tomó con fuerza del brazo y me sacudió.  —¡Papá, lo vi primero! —grité.  —¡Serena! Es el novio de tu hermana, el mejor amigo de tu novio —contestó. —¿En qué estabas pensando? —¡En mí papá! ¡Quería que alguien me quisiera más que a ella! —Contesté molesta. —Siempre es la víctima; dulce, frágil, Ada perfecta y organizada. Sí, me esfuerzo menos por notas y fiestas, pero ella, ¡¡Ada, no merece el amor o atención que ustedes le dan y a mí me quitan!! Mi hermano mayor salió de su habitación y me levantó del sofá antes de abrazarme, el teléfono de casa sonó y Adam contestó, le miramos expectativo y después de cortar, mi padre se sentó en el espacio que quedaba a mi lado.  —Los Laggun han tenido un accidente, los tres están en el hospital. 
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