Facundo se fue de viaje por lo que me tocó redecorar con réplicas las habitaciones de la casa de mi novio para sus hermanos, dejé a las más pequeñas en el segundo piso con habitaciones continuas, Laini, mi amiga, consiguió un grupo de pintores que se encargaron de pintar la habitación de las niñas tal como la de la casa de los Laggun Fawer, además unos carpinteros hicieron los arreglos de estructura dentro de las habitaciones, todos los cuartos quedaron con madera y muros coloridos. Fotografías y colchas, todo en su lugar. Tardaron una semana en tenerlos listo y cuando finalmente se pasaron de casa fue una locura.
La ley del hielo.
—Facundo, me odian.
—Odian al mundo, sus papás acaban de morir.
—Muy amable, pero tú estás en la playa y yo aquí.
—Sí, tengo que trabajar por todos, la cede está aquí. ¿Qué quieres que haga?
—ella está contigo.
—Te importa. —dijo antes de colgar la llamada.
—¿Era mi hermanito? —preguntó Royce.
—Sí, dice que los ama.
—Estaban discutiendo. —dijo Xiomara.
—Sabes que romperán cierto, no está mamá para prohibir lo suyo con Ivana.
—Es dulce de tu parte Xavier. —Contesté antes de cargar a Roy y limpiarle con la servilleta. —¿Qué cenaremos?
—quiero volver a mi casa, odio este lugar.
—Yo el escándalo, no puedo decirles que no respiren. —Ellos asintieron. —¿Qué vamos a cenar? —pregunté de nuevo.
Los chicos querían alitas picantes, reí y les dije que fueran al auto. Tomé las llaves de la mini van y conduje hacia el centro de la cuidad.
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Un par de semanas más tarde salimos a cenar con mi familia, Facundo recientemente había regresado de su viaje y yo había estado con los chicos, estaba más guapo, se había dejado la barba crecer y el pelo lo tenía un poco más claro. Rodeó el auto para ayudarme a salir y caminamos juntos en busca de la habitación, después de un fugaz revolcón volvimos a vestirnos.
Mi novio colocó un hermoso collar de diamantes sobre mi cuello, por un minuto pensé que él había decidido dejar pasar las cosas, estábamos de nuevo siendo nosotros, al menos la versión divertida.
Le acomodé la corbata y luego ingresamos al reservado dónde estaban mis padres, mis hermanos mantenían varias conversaciones a la vez, me senté al lado de mi novio y cerca de mi madre, al otro lado estaban Ada y Daniel, él no se veía nada feliz, me reí por dentro, esta situación nos estaba matando a los tres, mi hermana en realidad parecía disfrutarlo.
—¿Te aclaraste el cabello? —preguntó Daniel.
—Sí. Estoy pensando en teñírmelo n***o.
—¿n***o? —dijo y se rió.
—Mis ojos se verían súper intensos —expliqué y negó con la cabeza.
—Intenso tienes el cerebro, te arrancarás el pelo en cuanto lo veas. —Facundo secundó la idea y les miré mal a ambos.
Así como y extrañaba a mi amigo probablemente la pasaba a Facundo, el cual solo le veía por obligación en actividades familiares y conmigo pasaba lo mismo. No quería poner las cosas más tensas con mi novio o mi familia.
—Daniel y yo vamos a tener un bebé. —Anunció Ada y Facundo fue el primero en reí a carcajadas, luego seguí yo y Daniel nos tiró dos migas de pan a cada uno para que dejáramos de burlarnos.
—Sí, claro. —volvió a reírse y me contagié. —Es más probable que Serena y yo tengamos un bebé y un animal a que Daniel quiera un bebé. —Aseguró. —¿Tú estás de acuerdo? —preguntó Facundo a su amigo.
—Le he dicho que no me meteré con su útero.
—Buena suerte, papá. —dije y Fack volvió a reír.
—Te regalaré una camioneta con rotuladores.
—¿Cómo la van que conduces? —preguntó en tono jocoso.
—Soy un hermano responsable.
—Apuesto que en el parque creen que eres adorable.
—Luego de un berrinche de las gemelas, —aseguré. — quedamos como idiotas.
Comimos tranquilos y celebramos el aniversario de mis padres. Brindamos por ellos, mamá dio unas palabras:
—Cuando estás joven crees que todo es eterno y en un pestañear cumples treinta y en dos cincuenta, lo único que no me gusta de que Adam sea mayor que yo es que pronto desaparecerá.
—¿Estás matándome? —preguntó papá con sorna.
—No, para nada mi amor, la vida hace eso por nosotros, lo importante es que disfrutemos cada suspiro y cada beso. —dijo antes de depositar un corto besos sobre sus labios.
—Yo siempre he tenido una pregunta. —Comentó Kyle y mi padre rodó sus ojos. —En serio se... ya sabes, todavía. —papá tomó un panecillo y se lo tiró sobre la cabeza.
—No quieres que responda.
—Mis oídos a veces desean ser sordos. —dije.
—¿Por qué sigues viviendo con papá y mamá? —preguntaron mis hermanos.
—Por si se caen de las escaleras. —mis cuñadas rieron. —¿A ustedes que les importa?
—Igual sus días están contados. —Respondió mi novio.
—¿Cómo? No la lleves de paseo, a mí me encanta Serena en casa, tengo una compañera de tragos, chistes groseros y ejercicios matutinos.
—Serena y yo hemos decidido casarnos —Todos se apuraron a felicitarnos.
—¿Cómo ha sido? —preguntó Mercy.
—Ah, esta mañana llegó de buen humor y me lo pidió,
—¿Y el anillo? —preguntó Ada.
—No hemos tenido tiempo. —dije.
—¿Estás segura, Ser? —preguntó Patrick.
—Claro, ¿por qué no? No es como si me llevara veinte años o fuera el mejor amigo de papá. —mis hermanos rieron.
Mis papás se llevaban veinte años y mi hermano se había casado con la mejor amiga de mi madre, ya lo extraño había pasado. Aunque al final hacía parecer normal que mi novio y yo nos lleváramos ocho años.
—No, solo le has engañado por años. —comentó Ada. —con su mejor amigo.
—Tuviste dos opciones Ada —dijo Daniel.
—No es mi culpa que decidieras quedarte con mi basura.
—A veces no sé quién es más horrible, si tú o él. —comentó mi padre, en defensa de su pequeñaja. —Serena le debes una disculpa y Daniel.
—No me siento mal con ella, me siento mal con Facundo, me siento mal con Daniel, porque somos amigos y no podemos bromear o insultarnos sin que piensen que acabaremos en un hotel, por último me siento mal conmigo. Pero Ada, ella se lo merece.
—¿Serena? —preguntó mi madre ante mi confesión.
—Mamá, guárdatelo. Y tía Mercy no me veas así.
—Nos vamos. —anunció Facundo.
Me puse en pie y le seguí, de igual manera había que despertarse temprano con los chicos y tendríamos trabajo. Facundo se acostó en cuanto llegamos y se durmió, a la mañana siguiente cuando desperté, él y sus hermanos no estaban en casa.