—Aria. Ignoro el llamado de Elliot y continuo hasta salir a una pequeña terraza. Lo que acaba de hacer allá adentro me tomo por sorpresa. La brisa nocturna me golpea el rostro y dejó escapar el aire que estaba conteniendo. —Puedes detenerte un segundo —Elliot me toma del brazo y me encuentro con sus ojos oscuros. —No tenías porqué besarme —espeto. Tuerce el gesto. —Vamos, se supone que fingiríamos. —Sí, pero al menos haberme avisado que lo harías y no me habrías tomado de sorpresa. —Eso es ridículo— me suelta—Además, te molesta, ¿No querías que ese imbécil? —Él me importa una mierda, Elliot—. Susurro para no llamar la atención. —¿Entonces qué coño sucede? Fue un simple beso, no es como si te hubiese comida la boca, allá adentro. Abro los ojos e intento decir algo, pero no salen