CAPÍTULO 1
El sonido constante de mi móvil me saca de mis sueños y me remuevo solo para sentirme como una mierda después de una noche llena de alcohol.
Jesús. No bebía de esta manera desde que estaba en la universidad.
—Aria —gime en el sofá de enfrente Valeria, mi amiga.
—Ya escuché —replico con voz áspera.
Me siento en el sofá hecho un lío mientras el sol de la mañana se filtra por las ventanas. No recuerdo hasta qué hora bebimos. Solo sé que, fue hasta bien entrada la madrugada.
¡Dios! No vuelvo a tocar una botella de tequila.
Tomo el móvil que está sobre la mesa, ratona frente al sofá y lo verifico.
Es mi padre.
¿Qué coño has hecho?
¿Qué?
Leo otro
Mira tú Twitter.
Son los mensajes de mi padre.
—Valeria —digo asustada — ¿Qué coño hicimos anoche? — murmuro.
—Beber hasta morir —replica.
Reviso mi móvil y jadeo ante el tuit que subí a eso de las dos de la mañana de la mañana.
—Revisa Twitter —digo en shock.
Ella lo hace y abre los ojos antes de mirarme. Asiento, sintiéndome mortificada.
El mensaje es directo y claro.
“Solicito marido atractivo, de preferencia, con un pene grande y grueso (Requisito indispensable) #AriaNecesitaunpeneHamilton #SolicitoMarido #SoloChupoPenesGrandes69”
Miro los hashtags y creo que voy a morir.
Alerta de tsunami.
La he cagado y por mucho. Sin embargo, mi ingenuidad sale a flote.
—No creo que alguien responda y crea esto —miro a Valeria que está con cara de asco por la resaca y se rasca la cabeza —¿Verdad?
Quito el dedo de la pantalla y miro con horror como le han dado Retweet a mi mensaje, más de cinco mil veces y tiene miles de respuestas.
Le echo un vistazo a los comentarios.
Alonso65smitt
“Te haré mi perra cuando quieras.”
Elmayorplacer
“A tus órdenes princesa. Mándame tu número y envió foto de requisito indispensable.”
Logantecome
“Las mujeres como tú necesitan un hombre que las domine.”
—Siento que voy a vomitar —susurro arrojando el móvil al sofá y corro a mi baño.
—¡Aria!
Apenas llego al inodoro.
Flashback.
Jamás pensé que llegaría el día que estaría en un lugar como este.
Yo, Aria Hamilton, una mujer que siempre ha intentado salir adelante por sus medios, exitosa, con una carrera prometedora. Ahora está frente a un Analista de crédito del banco a la espera de una respuesta.
El sonido del tic tac y la concentración del hombre que viste un traje que no le entalla de manera adecuada me distrae.
Muchos creen conocerme debido a mi profesión como modelo y la estirpe de donde procedo.
Siendo la hija de una relación escandalosa entre un político y una actriz de cine para adultos. Todos asumen muchas cosas de mí que en realidad no son ciertas.
—Bien, señorita Hamilton —dice el hombre sacándome de mi miseria —lamentamos informar que no es candidata para el préstamo que está solicitando este momento.
—¿Cómo? —me enderezo —Tengo todo lo que me han pedido, llene los formularios.
Se quita los lentes y me mira como si fuera estúpida.
—No tiene un aval que pueda responder por su deuda en caso de no poder cumplir.
Boqueo como pez fuera del agua ante sus palabras.
—El monto solicitado es muy grande —continúa —sobre todo, para un cliente que no tiene historial crediticio.
Quiero decirle que mi guardarropa de seguro vale más que su casa. Pero, en cambio, me pongo de pie, aliso mi vestido blanco, de corte recto, que me llega hasta debajo de las rodillas y tomo mi bolso.
—Gracias por su tiempo —murmuro.
Este me tiende la carpeta con la documentación y con la frente en alto hago mi camino fuera de las oficinas del banco.
El tráfico de Manhattan me crispa los oídos y subo a la parte trasera de la camioneta mientras el chofer que mi padre insiste que lleve, toma su lugar frente al volante.
Cuando nos incorporamos al tráfico, la frustración que siento crece.
Para muchos es ilógico que pida un crédito teniendo la posición que tengo. Pero, el problema es que no quiero nada de mi intransigente padre. Mucho menos, de mi madre.
Mi relación con ellos no es al mejor.
Vivir en un ambiente donde tus padres no puedan verse sin atacarse, es desgastante.
Milena Parker y Andrew Hamilton son como el agua y el aceite. Se detestan. Su odio ha arruinado primera comunión, graduaciones y fiestas de cumpleaños.
Mientras mi padre intenta ser reservado. Mi madre, después de retirarse del medio audiovisual para adultos, se ha convertido en una mariposa social. Y, sus escándalos acaparan las diferentes portadas de los medios amarillistas. Los mismos que están sobre mí, en cada paso que doy, a la espera de mi caída y gritar a los cuatro vientos que la manzana no cae lejos del árbol.
Por ese motivo, he decidió vivir con lo que mi trabajo como modelo genera. Sin embargo, para crear mi propia línea de ropa y cumplir mi sueño, necesito mucho dinero.
Dinero del que no dispongo.
Bueno, eso no es del todo cierto. Mi abuela paterna, me había dejado un fideicomiso del cual podía disponer. El problema es que para cobrar eso, debo estar casada, no con cualquiera. Mi marido debe ser un respetable hombre que tuviera un historial limpio. Como si eso fuera posible en Nueva York.
Otra opción para poder acceder a este, era si, aun con treinta y cinco, estaba soltera.
Para lo último faltan diez años.
¡Maldición!
Pronto llego a mi destino. Una casa adosada de dos platas que poseo en la segunda avenida.
Cuando abro la puerta de mi casa me permito ser yo misma. Resoplo y maldigo en voz baja mientras dejo mi bolso y carpeta sobre la mesa de la entrada.
Estoy sacándome mis zapatos Manolo Blahnik cuando Valeria, mi mejor amiga, aparece con una cara de felicidad y una botella de vino junto a dos copas.
Al ver mi expresión frunce el ceño.
—¿Esos hijos de puta no te dieron el préstamo? —se desinfla.
—Así es —digo.
Camino hasta el sofá y me desplomo sin gracia.
—Bueno, tienes la opción de hablar…
—No lo digas —levanto la mano cortando sus palabras —No termines esa frase, ¿Me entiendes?
Ella pone los ojos en blanco.
Se acerca y después de abrir la botella y servirme una copa. La tomo fondo blanco bajo su expresión de incredulidad.
—Creo que iré por el tequila.
Asiento.
Valeria y yo hemos sido amigas desde la primaria. Ella ha sido la única persona constante en mi vida y que no se altera con facilidad ante los problemas que surgen a mi alrededor.
Mientras yo me dedique al modelaje. Ella hizo una carrera como odontólogo.
Es muy buena en su trabajo.
La veo regresar con una botella de tequila, y lo necesario para bebérnosla, mientras, sus ojos cafés brillan con malicia.
—No tengo pacientes por hoy —murmura abriendo la botella. —Así que, vamos a ponernos ebrias, ¿Qué me dices?
—Que tengo que reunirme con mi agente en dos días. Así que tengo ese tiempo para reponerme de la resaca.
—¡Esa es mi chica! —dice riendo y se deja caer junto a mí.
Me sirve el trago y luego de lamer la sal, lo tomo.
—¡Joder! —digo antes de chupar el limón. Alargo la mano —Sírveme otro.
Lo hace.
—¿Qué harás para obtener el dinero?
—Buscar un marido —espeto en broma.
—Podemos buscar en tinder —se ríe y yo resoplo. —Así matas un pájaro de un solo tiro y te quitas de encima esa abstinencia.
Chasqueo los labios.
—Solo ha sido un año. —Digo ofendida.
—Lo siento, querida. Pero necesitas tener sexo.
Niego con diversión.
—Nop. Lo que voy a hacer, es poner un anuncio solicitando marido o un prestamista—farfullo riendo y ella hace lo mismo.
—Salud por eso— brindamos.
Entre bromas, risas y bailes, nos perdemos en el alcohol.
Fin de Flashback.
—Mierda —susurro mirando mi reflejo en el espejo mientras me echo agua fría.
—Aria, tienes muchas notificaciones —escucho a Valeria —También llamadas de tu padre.
Me estremezco ante lo último.
La verdad es que no debería importarme su opinión. Él sabe lo que es provocar un escándalo.
¡Joder! Yo soy el producto de uno.
Tomo una toalla de mano y me seco el rostro.
Mis ojos azules se ven muy grandes para mi rostro y mi cabello rubio parece un nido de pájaro.
Sí. La antítesis del glamur diría mi madre al verme con este aspecto.
Abro la puerta del baño de un golpe y me encuentro con mi amiga.
—La he liado y mucho —ella asiente.
—Eres una mujer adulta, ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Asiento tratando de aferrarme a esa absurda conclusión.
—Sí, ¿Qué es lo peor que puede pasar?