—¿Me puedes decir que hacías con Stanton en el museo ayer por la noche? Resoplo ante las palabras de mi madre que entra como un vendaval a mi casa. —¿En serio? No son ni las ocho. —Me importa una mierda, Aria. Me atraviesa con sus ojos, lleva un ajustado y muy sugerente conjunto deportivo. Lo que me indica que va al gimnasio. —¿Cómo supiste que estuve anoche con Elliot en el museo? — avanzo y la miro mientras cruzo mis brazos. —Eso no importa— titubea un poco. —Mamá. La miro de soslayo. —Papá te lo dijo, ¿no es así? Resopla, pero no me mira a la cara. —¿Desde cuándo se hablan? Porque hasta donde sé, ninguno puede verse en pintura. Su postura es de clara indignación. —Eres nuestra hija a pesar de toda nuestra mala historia— dice al fin —Está preocupado. Ambos lo estamos. —No,