18| Una oferta

2045 Words
El día de Cameron había sido estresante. Su viaje a la ciudad no había salido como esperaba; al llegar se dio cuenta de que Max y Tyler no tenían el encargo listo; lo significaba que no podrían hacer la entrega el viernes, y para él, eso se traducía a que tendría problemas con Stephen y, si había algo que él quería evitar, era tener problemas con ese sujeto; sabía muy bien que alguno de los dos terminaría con una bala en la cabeza en el instante que el otro hiciera un mal movimiento. Casi cinco horas de viaje en una carretera tan deteriorada que podría compararse con la ruta al mismo infierno, y lidiar con tipos incompetentes con los que no podía darles un escarmiento porque, sin importar el entorno, siempre está mal que golpeen a los sobrinos del jefe; lo tenía al borde del precipicio, pero volver al pueblo y encontrar a Magnolia Woods husmeando en su cabaña fue como recibir una patada por la espalda… mientras miraba hacia el precipicio. No quería a nadie escudriñando en sus asuntos, mucho menos a ella, que se había convertido en el mayor de sus problemas. —¿Qué haces aquí? —Estaba aburrida. —¿Y por qué crees que eso es mi problema? ¿No tienes nadie más con quien hablar? —ladró. —¿En este pueblo? —Arqueó una ceja—. Hablarle a la pared daría más frutos. —Pues entonces ve y habla con tu hermana, que sí puede responderte. Yo no tengo tiempo para tonterías. —Ella no es tan divertida. —Eso no lo discutiré, pero tus problemas siguen sin ser asunto mío. Vete, estoy ocupado. —No puedes echarme. —¿Qué no puedo, dices? Estoy pagando por esta puta propiedad desde hace un año. Puedo echarte de aquí a patadas, si quiero. Mag sabía que su punto era válido, pero sabía también que solo fanfarroneaba; en respuesta, solo se cruzó de brazos. No se movería de ahí hasta que accediera a ayudarla. Cam resopló incrédulo y se quitó la chaqueta. Sostuvo la prenda entre sus dedos con fuerza, hasta que los nudillos empezaron a palidecer. Él no estaba para juegos ese día, que era lo que parecía querer ella. Y de entre todas las personas con las que se podía topar para terminar de arruinar su día, Magnolia Wood era la peor. La jovencita sencilla y despreocupada que estaba parada frente a él en ese momento parecía no tener nada en común con la perversa aparición suya que le había atormentado toda la noche; eso era cierto, pero era ella. Esos ojos grises que le devolvían la mirada eran los mismos que hasta el amanecer le habían vigilado y provocado. Aún podía revivir todas las cosas que se imaginó haciéndole. Al final de todo, se había vestido frente a dos mujeres durmiendo en una cama revuelta, rendidas al cansancio del encuentro, sin poder recordar una sola cosa que hubiesen hecho ellas. Tuvo a dos hermosas turistas danzando sobre su cuerpo toda la noche, dando y recibiendo placer, y no podía recordar nada, solo la recordaba a ella. Estaba enojado, y en específico, estaba muy enojado con ella por meterse en su cabeza, aunque sabía perfectamente que su razonamiento era absurdo. —¿Qué mierda hacías husmeando en mi propiedad? —preguntó entonces, queriendo enfocarse en algo más lógico. Ella no tenía nada que hacer ahí, y mientras más rápido se la sacara de encima, más rápido podría salir de su influencia. —No estaba husmeando —respondió Mag, ofendida—. Escuché un ruido, solo me acerqué a ver. ¿Cuál es el problema? El hombre resopló en respuesta a su actitud majadera y, apresurándose hacia ella, deteniéndose apenas a un paso de distancia, explotó. —Lo que pasa es que tengo un maldito cadáver pudriéndose en ese depósito. —Señaló sobre el hombro de la chica—. Y ahora tendré que matarte para que no abras la puta boca. ¿Ves el problema ahora? Cameron la miraba fijamente; los músculos de su rostro empezaban a doler por la tensión que enfrentaba, pero Mag torció el gesto con burla. —Primero. No puedo decir tres palabras en fila. Y nadie entiende señas aquí. Tu secreto está a salvo conmigo. Mag le dedicó un guiño mientras le daba un ligero golpe en el pecho. Cam cerró los ojos con frustración y dejó caer la cabeza hacia atrás mientras ella se alejaba para detenerse al borde de la leve depresión de terreno que daba entrada al bosque y la maleza densa. Él jamás se hubiese esperado esa respuesta, pero cuando la miró de nuevo, ella continuaba mirándolo con burla. Era obvio que no había terminado. —Segundo. ¿Por qué tienes un cadáver en casa? Tienes todo el maldito bosque para enterrarlo. Vi una pala vieja ahí. —Mag señalaba hacia los árboles, pero él no podía apartar los ojos de ella. La mujer estaba chiflada, eso era obvio, pero no entendía por qué eso se le hacía tan atractivo. Cameron tenía un trabajo que hacer, y necesitaba hacerlo bien para ganarse su boleto de salida de aquel condenado pueblo. Lo último que necesitaba era que una mujer chiflada se obsesionara con él y pusiera sus planes en riesgo y, sin embargo, se vio a sí mismo corriendo hacia ella; se vio tomándola en brazos y tambaleando hasta chocar contra el gran árbol que tenían en frente. En su visión, la poseía ahí, de pie y con sus piernas envolviéndole la cintura, dejando que el bosque capturara sus gemidos, dejando que los últimos rayos del sol alimentaran su lujuria. No supo lo sumido que estuvo en esa fantasía hasta que ella volvió a dirigirse a él. —Tu plan es estúpido. Te atraparán. La burla disipó cualquier rastro de la fantasía. Él resopló con fuerza y empezó a alejarse, caminando en dirección a su pórtico. —Sal de mi propiedad, Mag. Apenas si había dado dos pasos cuando la vio moverse. Se acercaba a él con rapidez, pero él no podía dejar que lo tocara, no cuando estaba tan cerca de perder la razón. —¡No! ¡Ya basta! —gruñó, casi pegando su rostro al de la chica—. ¿Crees que estoy jugando? —Sé que no tienes un cadáver. —Oh, pero puedo tenerlo en un momento. Puedo matarte. Hacerlo no me tomaría más de cinco minutos. ¿Has pensado en eso? Salir a dar paseos a medianoche es imprudente, pero adentrarte en el bosque por tu cuenta con un hombre desconocido sí que es una gran estupidez. ¿No lo ves? No sabes nada de mí, niña. Podría ser violento; justo ahora estoy enojado, podría darte una bofetada y dejarte inconsciente. Podría arrastrarte hasta la cabaña y v¡olarte hasta dejarte hecha trizas. ¿Has pensado que puedo ser un maldito sád¡co? Que puedo profanarte y mut¡larte por placer; y luego enterrarte en el maldito bosque con mi vieja pala. El hombre respiraba agitado. La furia corría por sus venas. Que esa chica corriera hacia él cada vez que tenía un problema, en lugar de mantenerse alejada, le hacía hervir la sangre. —No te tengo miedo —anunció Mag alzando su barbilla, sorprendida al ver que sus manos no temblaban. La confianza que le tenía a un completo desconocido era absurda, él lo había expresado muy bien con lo que pretendía ser un monólogo aterrador y ella debería saberlo después de todo lo que había vivido, sin embargo, su confianza era sincera. Tal vez Kyle había acertado al decir que terminaría en una zanja por confiarse de Cameron, pero con él compartía la conexión más real que había tenido con cualquier persona en muchos años. —Pues deberías. Escuchaste a tu hermana el día que nos conocimos: soy una plaga silenciosa. Y tú, de entre todas las personas de este jodido pueblo, deberías alejarte de mí. Piensas que soy un tipo con actitud, y te encanta que yo sí pueda entenderte, pero no soy la clase de persona que quieres tener como amigo. Entiéndelo de una vez. A la gente como tú le conviene alejarse de tipos como yo. Así que hazte un favor, da la vuelta y regresa a casa. Cam la miraba con intensidad; no estaba mintiendo. Él no era un sujeto de grandes principios, pero sabía que Magnolia ya había tenido suficientes problemas en la vida como para que él llegara a cargarla con más. Él no tenía nada bueno que aportarle, y como un acto noble, quizás uno de los pocos que había hecho a lo largo de su vida, solo podía alejarse de ella. —Tener la piel que tengo no me hace una buena persona. Y tu aspecto de tipo malo no te hace un villano —refutó la chica con barbilla altiva. Esos prejuicios no tenían cabida en su cabeza. Había sufrido burlas y discriminaciones, pero se había prometido jamás ejercer esas acciones contra otra persona. Cameron estaba cada vez más estresado. —Tienes razón, ni conducir una motocicleta, ni fumar, ni tener el cuerpo cubierto de tatuajes, ni siquiera mi actitud de mierda me convierte en una mala persona, ¿pero sabes qué sí lo hace? Las cosas que hago por beneficio propio... Las que hago solo por placer. —El hombre tensó la mandíbula al ser golpeado otra vez por su fantasía, pero tras un sonoro jadeo, continuó hablando—. Y sobre todo, todas esas cosas que soy capaz de hacer por dinero… Jamás llegarías a imaginártelas, pero eso sí que me convierte en un puto villano para cualquier persona con dos gramos de sensatez en el cuerpo; es obvio que tú no los tienes, pero te haré el favor de darte un poco. Así que voy a repetirlo una última vez, Magnolia: regresa a casa. Dio un paso hacia ella, haciéndole sentir acorralada, pero sin ganas de huir… Mag tampoco mentía al decir que no le temía. Él quizás tenía razón. Sabía que quizás todos la tenían al tener recelo. Alejarse parecía una opción sensata, pero en lugar de retroceder, solo tuvo una cosa que expresar, y se esforzó por hacerlo bien. —Me… agradas —dijo con voz temblorosa por el esfuerzo que le generaba hacerlo, pero sonrió al ver que había dado efecto. Mag solo pudo verle retroceder un paso, pero el hombre sintió cómo sus entrañas se torcieron al oírle decir aquello. Le gustaba su voz; pensó que quizás era parte del hechizo que lanzó sobre él. Tensó los labios, sin entender cómo sacaría a esa jovencita del bosque antes de que perdiera el control y la tomara en brazos para llevarla a su cama y jamás dejarla salir de ahí. Podría hacerlo, sería muy sencillo. Sabía que se estaba obsesionando con ella y ella con él, pero sabía también que nada bueno salía de las obsesiones. —¿Qué diablos es lo que está mal contigo? —preguntó entonces, pasándose ambas manos por el rostro y luego el cabello. Sonrió, ¿qué más podía hacer? En el fondo, pese a todas sus advertencias y sorprendentes buenas intenciones, le gustó que se quedara. —Me agradan las personas honestas. Creo que eres honesto. Eso te hace mejor que cualquiera aquí. —La sonrisa de la chica se ensanchó—. Pero que hagas cosas por dinero es genial. Cam ladeó la cabeza con el ceño fruncido; esas palabras sí que habían despertado su curiosidad. —¿Dices que quieres contratarme? ¿A eso viniste? —preguntó con burlona incredulidad, sentimiento que creció cuando ella asintió. —Solo tú puedes ayudarme. Será dinero fácil. Deberías pensarlo. —Mag expresaba aquello mientras Cam la miraba casi boquiabierto. Si había algo que jamás podría negar el hombre, era que ella era una lluvia de sorpresas. —De acuerdo, Mag. Morderé el anzuelo. Supongamos que digo que sí a tu oferta… ¿Qué tendría que hacer? Mag sonrió y mordió su labio antes de responder; esta vez sus manos sí temblaban; la adrenalina le hacía zumbar los oídos, pero todo quedaría en completo silencio cuando finalmente diera a conocer su petición. —Desnúdate para mí.
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