17| Una actitud positiva

2138 Words
Al día siguiente, Mag despertó acelerada; la noche anterior había sido como una explosión nuclear. Le había costado mucho dormirse, su mente no paraba de enviarle ideas y con estas, estaban llegando también las sensaciones. Picante y ácido, era todo lo que podía apreciar. Se masajeó la parte baja de las mejillas, sobre la línea de la mandíbula; necesitaba relajarse, pero la emoción se lo hacía difícil. Bajó las escaleras pensando en que debía ir de compras. Había llevado lápices, carboncillos y su libreta de dibujos, pero eso no sería suficiente. Necesitaba más. Quería un lienzo más grande. «Necesitas que él diga que sí», se recordó a sí misma cuando llegó a la cocina, ahí la esperaban Dahlia y Kyle. —Buen día. Soy solo yo, o me parece que ese nuevo empleo tiene a alguien de buen humor —comentó Kyle, llevándose la taza de café a la boca. Mag asintió y tomó asiento con una sonrisa. —Sí, supongo que salir de la casa la está animando un poco —murmuró su hermana reclinándose hacia atrás en su silla y cruzándose de brazos—. Lástima que Jamie Black no piense lo mismo. ¡Oh! ¿No sabes quién es Jamie Black? —preguntó cuando Mag frunció el ceño; la chica sacudió la cabeza ante el cuestionamiento—. Es el niño que llegó a su casa llorando porque la señora de las manchas les gritó a él y a sus amigos y ¡les robó una de sus pelotas! Mag torció el gesto al recordar el incidente con los niños el otro día. Kyle, por su parte, seguía fingiendo tomar café mientras miraba con atención. —Yo no robé ninguna pelota. Ellos las dejaron atrás —aseguró Mag con desdén. —¿Y por qué dejaron sus preciadas pelotas atrás? —presionó Dahlia, haciendo que la chica pusiera los ojos en blanco. —Porque los asusté. —¡Ahí está! ¿En qué estabas pensando, Magnolia? —Ellos me estaban mirando. —Son unos niños, ¡claro que te iban a mirar! —Yo era niña cuando se burlaban. Nadie les enseñó. Yo lo haré ahora. —Quisiera que esto tuviera subtítulos —dijo Kyle, inocente del tono que estaba tomando la conversación. Dahlia, que parecía querer mantenerlo ajeno a todo lo que tuviera que ver con eso, decidió dejar de hablar. —¿Qué vas a hacer? ¿Darás una charla sobre el vitíligo para que te comprendan? ¿Cómo vas a hacer eso? —Mag la miró desafiante antes de responder. —Tú eres la perfecta. Eres la enfermera. Deberías hacerlo tú. ¿No te importa tu hermana? ¿No te importa que se burlen? ¿No querías arreglar todo? Dahlia resopló y ocultó su rostro entre sus manos unos segundos. Kyle empezó a mirar a una mujer y a la otra, sin saber qué estaba pasando. Pero antes de que pudiera decir nada, su prometida volvió a mirar a su hermana. —Si esperas que yo cambie la forma de pensar de las personas de este pueblo, significa que olvidaste por completo cómo es vivir aquí. —No lo olvido. Verte a diario me lo recuerda. Pudo ver que su comentario había herido a su hermana, pero eso no le importó a Mag. Su buen humor se había esfumado, y haría que el día de los demás fuese la misma basura que el suyo. —Chicas… Esto no debería ser una pelea de verdad. No es para tanto —murmuró Kyle con preocupación. —De acuerdo, Mag —dijo Dahlia ignorando a su prometido—. Hablaré con los Black, les diré que deben charlar con su hijo, y les diré que lo lamentas. —Al oír esto, la chica entornó los ojos y se llevó una tostada a la boca—. Pero debes prometer que vas a comportarte, Mag. Eleonor me dijo que fuiste ruda con ella ayer. —Esa mujer es una bruja. —No me importa si lo es. Existe la educación y los modales, Magnolia. Uno no puede olvidarse de eso solo porque alguien fue descortés. ¿Entiendes? No se puede ir por ahí diciendo lo que pensamos de los demás sin ningún tipo de filtro. No puedes pedir que sean considerados contigo si tú vas a ir por la calle con esa actitud, ¿de acuerdo? Con rabia contenida, a Mag no le quedó de otra más que asentir. —Bien, habiendo dicho esto… Hay algo que necesito que hagas. El traje de Kyle ya está listo. Se supone que yo pasaría a recogerlo el sábado, pero el sastre ha dicho que no abrirá ese día. Así que debes ir por él este viernes. —Cariño, ya te dije que yo podía… —No puedes dejar el restaurante por cinco horas, Kyle. Y yo no puedo salir del hospital, y lo sabes. —Le interrumpió Dahlia. —Tampoco puedes hacer que Mag pierda su día de trabajo yendo a Port Ángeles. —Ay, por favor. Que a Grace no le costará nada dejarla ir. Solo está ayudando a la anciana a limpiar, no es para tanto, Kyle. El hombre no se vio muy contento por esa respuesta; lo cierto era que Mag tampoco lo estaba. Empezaba a creer que la idea de su hermana de ayudarla con la boda significaba someterse a su voluntad y hacer todos sus mandados. Pero al pensarlo mejor, se dio cuenta de que el viaje no le venía mal. En Neah Bay jamás podría conseguir los insumos que quería, pero en la ciudad sería mucho más sencillo. Alzó una mano para detener a su cuñado, que se preparaba para una segunda ronda. Miró a su hermana y le hizo saber que lo haría. —Estupendo. Y pues, el sábado deber ir de nuevo. Es la prueba final de vestidos. Yo saldré del hospital y las encontraré ahí. —¿Hay uno para mí? —Sí, Mag. Las damas de honor usan vestidos. Obviamente el tuyo lo mandé a hacer cuando no estabas, así que habrá que hacerle algunos ajustes, por eso necesito que vayas con nosotras. —¿Nosotras? —Mis amigas y yo. Todas nos probaremos los vestidos. Será divertido. Mag no conocía a las amigas de su hermana, y la idea de pasar cuatro horas en carretera en un viejo autobús el viernes para repetirlo todo el sábado no le entusiasmaba demasiado, pero jamás hubiese pensado que su hermana había reservado un vestido para ella; siempre imaginó que usaría cualquier cosa, ella misma había llevado un vestido rosa que le había parecido apropiado. Por primera vez sintió que Dahlia realmente la tomaba en cuenta y eso le gustó, era lindo, para variar. El resto del desayuno transcurrió en relativa calma; la mayor incomodidad provenía de Kyle, al que toda la escena le había desagradado, las hermanas, en cambio, actuaban como si nada hubiese pasado. Sin embargo, al salir de casa, toda la magia se rompió. En el exterior había muchas personas y las cosas que prometió decir Dahlia aún no habían tenido lugar. La señora Rivers estaba otra vez regando sus plantas; saludó a Kyle que caminaba a su lado, y al verla a ella se esforzó por mantener la misma sonrisa mientras agitaba su mano hacia ella. —Anciana decrépita —gesticuló Mag, sonriendo del mismo modo que lo hacía la mujer, que la miró confundida al no entender las señas. —¿Qué le dijiste? —preguntó Kyle, pero Mag solo sonrió y siguió caminando. Para cuando llegaron al aparcadero, cerca del restaurante, Mag había demostrado que su hermana se equivocaba; sí se podía decir lo que se quería de las personas, justo en su cara… solo debías hacerlo en el lenguaje correcto. Ella ya había lanzado un par de "Idiota", "Cabeza hueca", "Imbécil" y "Tarado", a lo largo del camino, todos con una gran sonrisa, y dejando a los receptores de estos insultos muy confundidos, sin saber que habían sido insultados. Eso mejoró mucho más el humor de la chica. Kyle, con la boca torcida, dividido entre el humor y el reproche, la tomó por los hombros. —No sé qué haces, pero sé que no es nada bueno. Compórtate, no queremos más personas llorando con sus madres. —Mag sonrió, pero no prometió nada. El hombre sacudió la cabeza y rio, dándose por vencido y se despidió. La tienda de souvenirs estaba en la otra calle. De camino se topó con Scarlett Pine, una chica que iba en la misma clase con Dahlia y Theo en la secundaria. La mujer, que iba con un bebé en brazos, la saludó desde la otra acera. No fue falsa, al menos eso pensó Mag, su sonrisa parecía amable, pero recordó cómo la trató cuando eran niñas, y recordó también lo que se decía que la chica hacía en los baños de la escuela… De momento, Mag no guardaba bondad en su corazón, así que gesticuló hacia la mujer que, aunque se vio confundida, no interrumpió su andar. —¡Magnolia Woods! —exclamó Grace a su espalda, que se acercó a paso apresurado para reprender con el pañuelo que llevaba entre mano a su ahijada, que, lejos de sentirse en problemas, solo se limitó a sonreír. Gracias a un instructor bastante joven y dispuesto a que su desanimada nueva estudiante aprendiera el lenguaje de señas a cualquier costa, una de las primeras lecciones que Mag recibió había sido las groserías, maldiciones e insultos peculiares, y aunque en su momento su madrina la reprendió por ello, claro que se lo había mostrado durante sus lecciones informales. Así que Grace entendió a la perfección lo que había dicho a Scarlett. Por supuesto, Mag utilizaba aquella palabra solo a modo de broma. Jamás la hubiese gesticulado de pensar que la mujer le entendería, porque jamás le diría algo así a nadie. Sabía muy bien el daño que podía causar aquella palabra… Ella había sufrido sus efectos años atrás. Pasado el momento, la jornada transcurrió sin contratiempos. Vendieron etiquetas para autos, bolas de cristal con el relieve del Cabo Flattery, sellaron permisos de exploración y tarjetas de senderismo; nada fuera de lo ordinario. Podría decirse que Mag casi había olvidado su plan en medio de tanta cotidianidad… casi. Cuando llegó la hora de cerrar, se apresuró a salir antes de que Grace le pidiera que la acompañara, algo le decía que la mujer no estaría de acuerdo en que la joven tomara camino hacia el sendero Blackwater, nombrado en honor a August Blackwater, el viejo loco y gruñón del pueblo, quien con sus propias manos, y en contra de los alegatos del sheriff y la Junta de vecinos, había talado los árboles y podado la maleza que interferían en su camino hacia la cabaña que había levantado junto al arroyo. Por años intentaron sacarlo de ahí. Era peligroso que un hombre de tan avanzada edad viviera tan adentrado en el bosque, tan alejado del pueblo, pero no lo lograron, y cuando finalmente murió, la cabaña quedó bajo la administración de los Paddock, que la dispusieron para renta. Mag nunca pensó que alguien quisiera hospedarse ahí tan siquiera una noche, pero ahora era el hogar del misterioso señor Turcker. Ella pensó que el lugar le venía bien; iba acorde a su personalidad, no muy alejada de la del viejo August. Se trataba de una casucha de madera de tres pisos, aunque no muy altos. La segunda planta era la vivienda en sí; todo estaba cerrado y a oscuras; estuvo bastante segura de que lo de arriba dejaba espacio para nada más que una cama, pero la planta inferior le intrigó. No sabía cuál había sido el propósito de August para crear aquella especie de sótano expuesto, pero por lo que pudo ver, Cameron lo destinaba como depósito. Al acercarse y mirar entre los viejos ventanales, vio algunos bidones de gasolina, lotes de leña y cajas viejas, pero también había varias formas cuadradas cubiertas con lonas oscuras hacia el centro del espacio, y la ausencia de polvo, que sí cubría el resto de las cosas alrededor, dejaba claro que no llevaban mucho tiempo ahí. La intriga le obligó a acercarse un poco más para intentar ver mejor, pero apenas si había puesto las manos sobre una de las ventanas, cuando escuchó el ruido de un motor acercándose. Con el corazón acelerado, se alejó de la ventana, pero solo alcanzó a salir del espacio del pórtico cuando el hombre apagó la motocicleta y, con movimientos lentos y tensos, se bajó de esta y se detuvo a un metro de la chica. Mag no lo conocía en absoluto, no podía presumir saber muchas cosas sobre él, además de que fumaba como un preso, pero había algo que sí sabía… Cameron no estaba feliz de verla ahí.
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