Mag sintió los brazos de la mujer envolverla antes de poder verle el rostro, pero cuando lo hizo, cuando presenció los efectos del tiempo sobre el rostro amable de su madrina, se sintió una escoria por haberla dejado atrás.
Grace Hawthorne era la esposa de Mickey; una mujer de huesos grandes y de gran estatura que valía su peso en oro, incluso más, pensó la joven al ver que la mujer la abrazaba y besaba sus mejillas como si nada hubiese pasado; como si esos cinco años no hubiesen ocurrido… Como si el silencio de Mag no le hubiese roto el corazón a la mujer.
—Mi niña preciosa… —Sostuvo el rostro de la joven entre sus manos y la contempló con dulzura mientras sus ojos brillaban de la emoción—. No sabes lo mucho que me alegra verte. ¿Cuánto ha pasado, eh?
«Cinco años, cuarenta y dos emails, y cuatro cartas», pensó Mag, avergonzada. Dejando que su rostro, aún preso, mostrara la culpa que sentía al respecto.
Luego de su apresurada partida del pueblo, decisión a la que Grace se había opuesto rotundamente en su momento, la mujer intentó comunicarse con ella y con su padre. Envió correos electrónicos cada vez que pudo, y una carta suya siempre le esperaba a la joven en el apartado postal de su padre cada cumpleaños que pasó fuera. Mag no atendió a ninguno de estos llamados, ni siquiera llegó a abrirlos. En aquel entonces odiaba todo y a todos los que le recordaran lo que había pasado, y había tomado la resolución de sacarlos por completo de su vida; jamás volvió a ponerse en contacto con nadie y Grace pagó una pena que no se merecía. Cuando el resentimiento mermó, en Mag se instaló un sentido de vergüenza que jamás pudo superar. Sintió que ya era demasiado tarde para retomar su relación con la mujer, así que decidió olvidarla también.
—Ah, es que la verdad no importa. Estás aquí y eso me hace muy feliz —dijo la mujer, quizás entendiendo que su pregunta podía hurgar en una herida ya cerrada. Tomó ahora sus manos y le hizo dar un par de vueltas en el lugar—. Eres toda una mujer ahora, y eres realmente hermosa.
Gesticuló un "gracias" que la mujer devolvió con "te amo", expresado del mismo modo. Luego de que le fuese dado su diagnóstico, y habiendo sido lanzada de cabezas casi desde el principio a clases de lenguaje de señas por sus doctores, una joven Mag, deprimida y entusiasmada a partes iguales, volvía cada martes y jueves al pueblo a enseñarle a su madrina lo que había aprendido. La mujer siempre se mostró receptiva, aunque no logró aprender más que un par de palabras y frases básicas… Mag no se había quedado demasiado para enseñarle más.
—Ven, vamos a sentarnos —dijo Grace, tomándola de la mano y guiándola hasta los banquillos de la barra—. No sabes cuánto me alegré cuando Dahlia me dijo que te había hablado, que vendrías una temporada. —Suspiró y le sonrió a su esposo, que le servía una cerveza—. Lo que me costó hacerla entrar en razón. Pasé semanas enteras prácticamente rogándole para que hiciera las paces contigo. Que la boda no sería igual sin ti.
Mag procuró que su rostro se mantuviera inexpresivo al tiempo que Grace bebía un poco de su vaso, rogando que ese tiempo fuese suficiente para pasar la amargura que le provocó aquel comentario.
Dahlia había escrito una carta bastante extensa. En ella hubo muchas palabras bonitas, muchos llamados a tratar de solucionar las cosas y retomar la relación de hermanas que habían perdido. Luego, durante aquella llamada nocturna que le hizo, esa en la que le contó no solo que tenía pareja, sino que se casaría con él, había empleado un lenguaje similar, pero siempre, en todo momento, y de una forma calculada e intencional, de eso sí estaba bastante segura Mag, le había hecho creer que era una propuesta suya, algo que ella quería y en lo que había meditado por meses; jamás mencionó que su madrina hubiese intercedido.
Lo cierto era que esa actitud no le sorprendía; su hermana siempre había sido de esas personas a las que le gustaba quedarse con el crédito de las ideas compartidas. Pero al enterarse de que todo fue producto de la coacción más que de un interés sincero, se sintió como si hubiesen echado un poco más de tierra sobre aquel ataúd en el que el pasado la había encerrado.
—¿Cómo te sientes al estar de vuelta? —siguió la mujer, a la que el semblante se le descompuso un segundo—. Debe ser muy difícil para ti. Pero… Eres tan valiente, Mag. Siempre lo fuiste.
La chica sonrió. Recordó todo el drama que había atravesado los últimos días; no se sintió valiente entonces, pero ese día se sentía mejor, y quiso borrar el gesto apesadumbrado del rostro de su madrina. Se esforzó, se concentró en ello, pero no logró del todo.
—Todo igual —pronunció con voz temblorosa, producto del esfuerzo físico que hacía para poder expresar sus pensamientos. Torció el gesto al ver que la oración no salió como quería, pero la sonrisa radiante de Grace le hizo saber que había sido suficiente.
—Ah, por supuesto, que todo está igual, corazón. Estamos tallados en piedra aquí. —Su sonrisa se fue desvaneciendo al tiempo que parecía comprender que aquella no era una sentencia alentadora, al menos no para Mag, que tanto había sufrido ahí. De pronto irguió su espalda, dio otro sorbo y volvió a mirarla, esta vez con gesto apenado—. Debo decírtelo, Mag, porque supongo que tu hermana no lo hizo. También fui bastante insistente con lo de no agobiarte más de la cuenta, pero… Theo volvió al pueblo hace algunos meses, y él… trabaja en el restaurante de su padre… con tu futuro cuñado.
Mag asintió lentamente, dejándole saber a la mujer que lo sabía; al hacerlo, esta abrió los ojos de par en par con horror.
—¿Lo sabes? ¿Ya lo viste? —La chica volvió a asentir.
—Feo. Calvo —pronunció, sorprendiendo a Grace y sacándole una carcajada al viejo Mickey.
—Eso es… Volvió feo, calvo y barrigón. Pero ¿cuándo has visto que el alcohol y las drogas embellezcan a alguien? —bramó el hombre dando un golpetazo juguetón sobre la barra—. ¡Ah! ¿No lo sabías? —preguntó cuando vio a Mag sorprenderse.
—Sí, todo un escándalo… —susurró Grace.
—El muchacho se fue a Seattle; ahí estuvo unos dos años, pero se descontroló con las fiestas. Empezó a consumir cosas malas; le quitaron la beca. Y ya sabrás tú que ese cabeza hueca solo servía para correr; la universidad le quedó muy grande y lo echaron. Parece que estuvo un tiempo dando malos pasos. Estuvo pasando trabajo en Port Angeles un año, y luego convenció al tonto de Charlie que se lo trajo de vuelta. No le ha dado más que problemas en el restaurante, pero Kyle le tomó cariño y ha impedido que lo echen ya un par de veces. La gran promesa deportiva del pueblo terminó lavando platos… Obra mal y te irá mal.
Mag no supo cómo reaccionar a aquella inyección de información que le habían suministrado de sopetón. Ya se intuía que algo andaba mal para que estuviera ahí, pero jamás se imaginó tal cosa. Era de gente religiosa y de espíritus bondadosos sentir pena por el destino del hombre, pero lo cierto era que en el fondo se alegraba de las cartas que le habían tocado a Theo, aunque trató de no exteriorizarlo para no ser juzgada.
—Mag… —murmuró Grace, tomando sus manos—. Tienes que saber que nosotros jamás volvimos a recibirlo en nuestra casa, y le prohibimos a Peter volver tan siquiera a hablarle. Lo que te hicieron fue horrible y te aseguro que a nuestro muchacho también le dimos una buena reprimenda. Nos sentimos tan avergonzados de lo que pasó.
La joven sacudió sus manos al aire con energía. No quería tocar ese tema, pero ya era demasiado tarde. Los recuerdos golpeaban con fuerza y el efecto era devastador.
Recordó aquella tarde como si hubiese pasado solo un día y no cinco años. Caminaba hacia la propiedad Paddock en busca de Theo, aquella familia tenía el terreno más amplio y fértil de la zona; para aquel entonces eran los únicos en la comunidad en tener garajes techados y cerrados, pues les gustaba el estilo citadino. Esa era su forma de mostrar su superioridad económica en frente de las humildes casas de los alrededores. Pero dicho garaje rara vez tenía vehículos en su interior, en cambio, se había convertido en el sitio de encuentro de Theo y sus amigos, o un lugar íntimo para llevarla a ella y hacer todas esas cosas que, luego entendería Mag, no debió hacer siendo una chiquilla de dieciséis años.
Aquel día hacía frío. Caminaba de prisa, deseosa de poder resguardarse en la cálida tumbona del garaje y ver una película en brazos de su chico, pero en el camino se topó con Peter, el hijo de Mickey y Grace, y Kendall, la novia del joven. Hablaban, él se veía enojado, ella contrariada. Él la tomó del brazo y empezaron a alejarse del garaje. Cuando se toparon con ella, el chico palideció y entonces se apresuró a su encuentro.
"No entres ahí, Mag", había dicho Peter, que, en honor a la verdad, jamás había sido su amigo. Solía hacerla molestar y jugar con ella cada vez que iba a casa de los Woods a hacer alguna tarea con su hermana. La chica creyó que solo se trataba de otra de esas bromas, así que solo hizo una mueca y se sacudió cuando él intentó tomarle del brazo. Peter intentó persuadirla una última vez, pero para cuando Mag abrió la puerta del garaje, para cuando su corazón y su alma se partieron en dos al ver lo que ocurría ahí adentro, la pareja ya no estaba, habían intuido que la situación se saldría de control y habían querido escapar de la zona cero.
Mag siempre se preguntó si habría sido Peter quien avisó a Dahlia de lo que pasaba, pero supuso que era algo que jamás llegaría a saber, pues Mag no quería tocar ese tema con su hermana y dudaba que esta quisiera lo contrario. Solo le quedaba el recuerdo de que él intentó alejarla de ahí. Era un chico tonto, pero no era una mala persona… Fue uno de los pocos a los que la chica no maldijo ese día y los siguientes.
—No… No —susurró la chica, ya con actitud decaída.
—Lo siento. No queríamos recordarte el pasado, es que… —se apresuró a decir Grace, cuyos ojos se habían enrojecido de la emoción—. Todo pasó tan rápido que jamás pude hablar contigo al respecto. Estaba tan frustrada… Ivy se negó a poner la denuncia; luego tu padre te sacó del pueblo… El sheriff dijo que si tú no estabas, no se podía hacer nada. Se salieron con la suya y nadie hizo nada al respecto. Es vergonzoso.
—Crea que Mag dijo que ya no quería oír nada más, amor —intervino Mickey al ver el rostro de la chica. Su esposa asintió, forzó una sonrisa y puso una mano sobre el hombro de su ahijada.
—Hablemos de cosas más agradables entonces. Hay mucho de qué ponernos al día. Sirve otro par de cervezas, cariño.
Mickey hizo lo que le pidieron, y mientras él continuaba con su labor, Grace se dispuso a enterarse de todo aquello a lo que Mag le había negado durante años. Le preguntó sobre sus clases de arte, sobre su vida en Portland; le cuestionó sobre su soltería, alegando que era un completo desperdicio tener su belleza y no tener al menos a un hombre soñando con ella cada noche, comentario al que la joven decidió no agregar nada más que una sonrisa avergonzada.
El matrimonio fue cuidadoso de preguntar y responderse de tal modo que Mag solo necesitara asentir, negar, o pronunciar alguna palabra corta y sencilla. Se sintió bien; le gustó entender que ahora, a diferencia de lo que ocurrió en el pasado, sí tenía con quién hablar. Mickey y Grace se veían satisfechos, incluso felices con las breves y concisas respuestas que ella daba; Kyle, con su buena disposición y la condenada pizarra para niños, también había logrado que la comunicación fuese sencilla entre ellos; sin olvidar a Cameron que, manejando las señas a la perfección, completaban un nuevo círculo que, aunque pequeño, representaba para Mag un faro de luz, una motivación para salir de casa sabiendo que podía encontrar alguien con quien conversar. Y, sin embargo, tuvo que admitir que se aburría bastante y que pasaba una buena parte del día a solas cuando su hermana y cuñado salían a trabajar.
—¿Y por qué no vienes a ayudarme en la tienda? —propuso Grace entonces, haciendo que Mag ladeara la cabeza, sorprendida por el ofrecimiento.
—Hey, eso es una gran idea. Justo anoche estábamos pensando en poner un aviso para buscar ayudante.
Mag torció el gesto. Los Hawthorne, además del bar, eran propietarios de la pequeña tienda de souvenirs del pueblo, que casualmente también era el sitio donde se conseguían los formatos y permisos para exploración de las zonas restringidas, es decir, un sitio visitado por turistas casi a diario. La joven no creyó que fuese el mejor lugar para ella, pero la pareja parecía convencida de lo contrario.
—Oh, sí, sí… Me encanta esa idea. Con esto de que tengo que encargarme de las decoraciones para la boda, casi no tengo tiempo para nada, y sería agradable tener ayuda. ¡Ay, niña, no pongas esa cara! Que solo vas a sacar un par de fotocopias y sellarás unos cuantos papeles… Yo atenderé al público si eso quieres, pero me ayudarías con la limpieza también. Anda, vamos. Además, te viene bien conocer caras nuevas; olvídate de los tontos de este pueblo, ¿has detallado a los turistas que vienen a Neah Bay? —Sonrió con picardía—. Algunos son surfistas o escaladores… Muchachos muy guapos.
Una sonrisa escapó de los labios de Mag y esto fue tomado como una aceptación por parte de la mujer que, casi saltando de su asiento, se lanzó hacia su ahijada para abrazarla. La joven se vio entonces sin salida, pero un par de horas después, luego de que Grace la llevara casi a rastras hasta la tienda para mostrársela, y habiendo mantenido una sonrisa durante todo el camino de regreso a casa, se dijo que quizás podría sacar algo bueno de ahí, y cualquier cosa que la mantuviera fuera de esa casa, sería bien recibida por ella.