Capítulo 3

1533 Words
“- ¿Dónde estás? - El ruido de la puerta me exalta, trato de mantenerme calmada, pero mi cuerpo tiembla, mis manos sudan y siento frío - ¡Contesta! - me levanto del sillón para ir a su encuentro, pero lo único que quiero es huir - ¡Aquí estas! - me mira con asco mientras deja la botella casi vacía de vodka en la mesa, - Cuando yo te llamo, tu vienes corriendo, lo entendiste – muevo la cabeza de forma afirmativa, y me jala del cabello – ¿Qué pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones? – el olor a transpiración y alcohol invaden mis fosas nasales cuando acerca su rostro al mío, jalando con más fuerza el pelo de mi nuca – N-no, no – logro responder, pero es tarde, su puño se estampa en mi vientre, y las lágrimas comienzan a salir – Parece que disfrutas esto – suelta con una sonora risa, mientras patea mis costillas – No, no, por favor, ya está, me duele, ayy “   Me incorporo jadeando, estoy toda traspirada, mi corazón late frenéticamente – solo fue un sueño, una pesadilla – me repito una y otra vez para calmarme – ya no está, ya paso, estas bien, estas a salvo – repito como un mantra mientras paso la mano por mi frente para limpiar el sudor. Son las nueve de la mañana, logre dormir cuatro horas, estoy agotada, pero sé, que no hay forma de volver a conciliar mi sueño, nunca la hay. Me arrastro al baño en busca de alivio, el agua caliente cae por mi cuerpo mientras intento relajar uno a uno mis músculos, mis manos repasan mi cuerpo al igual que mis ojos, me detengo en aquella zona que todavía parece arder, presto atención a las pequeñas marcas en mi piel – Por fuera perfecta, pero por dentro… – balbuceo para mí misma, mientras refriego violentamente cada una de ellas, solo para ver si se borran, pero me doy por vencida cuando lo único que consigo es tener la piel irritada. Salgo igual de rota que entre, seco mi cuerpo y coloco crema para evitar que la piel se marque, quizás hasta logre desaparecer las marcas de una vez por todas. Camino hasta mi closet en busca de algo cómodo, el timbre de casa suena, me coloco mi bata nuevamente arriba de mi ropa interior y me dirijo a ver quién es, no muchas personas saben dónde vivo, por lo que o es Gia o Joseph. El timbre vuelve a sonar y me apresuro, parece que alguien está desesperado, abro la puerta y me detengo en seco cuando dos pares de ojos se centran en mí. -                    Bu…Buenos días – articulo a duras penas. -                    Y sí que son buenos – responde Alex mientras se cruza de brazos. -                    ¿Qué hacen aquí? – le consulto imitando la misma pose que Alexander, mala idea. -                    Primero… - los ojos de Patrick me observan de arriba abajo – Vístase – levanto una ceja, extrañada por sus palabras – Su ropa… – me señala y bajo mi mirada hacia mi cuerpo. -                    ¡Mierda! – exclamo, mientras me tapo con las manos, mis pechos – Pasen y tomen asiento   Hablo alto dándoles la espalda y me apresuro a mi cuarto, no puedo volver a abrir la puerta en estas condiciones, ¿Cómo se me ocurre? ¿Cómo me olvido que apenas tengo una micro-bata? Recorro el pasillo hasta mi cuarto maldiciendo en voz baja, acabo de abrirle la puerta semidesnuda a mi jefe y su primo, o para hacerlo más dramático el presidente y vicepresidente que la empresa donde trabajo. ¡Mierda! Vuelvo a exclamar - Al menos tenía bata – que con suerte tapaba tus pezones y cola, suelta la pequeña voz de mi inconsciente. Y vuelvo a maldecir, mientras entro en mi cuarto Me coloco un jean oscuro, con una franela rosa pálido que deja descubiertos mis brazos y mis zapatillas blancas, seco un poco mi cabello, me coloco desodorante, perfume, cepillos mis dientes, tomo aire por cuarta vez y me dirijo con ellos.   -                    ¿Quieren algo de tomar? – pregunto mientras entro al living, haciendo como si no pasara nada. -                    Un café está bien Amber – asiento y dirijo la vista a mi jefe. -                    Lo mismo para mí – camino rápido a la cocina, sintiéndome observada. Una vez dentro prendo la cafetera, tomo una bandeja, coloco algunas galletas y masitas para convidarles, preparo tres vasos con agua, lleno las tazas con café y vuelvo. Respiro una vez más, pero antes de entrar a la sala, observo como ambos hablan, llevan jean y remera negra, parece que hubieran quedado de acuerdo para ir iguales, aunque Alex lleva un pantalón azul claro y Patrick esta todo de n***o.   -                    Bueno… – carraspeo la garganta – ¿Que los trae por mi casa? – coloco las tazas en los lugares de cada uno. -                    La estuvimos llamando – mi jefe me observa de manera rara – Como no pudimos contactarla, Alex tuvo la magnífica idea de venir. – toma un trago de café sin sacarme los ojos de encima. -                    Espero no te moleste – se disculpa Alex. -                    N-no, no hay problema… - bajo la mirada nerviosa, Patrick logra ponerme completamente nerviosa – ¿En qué puedo ayudarlos? -                    El problema de salud de mi padre llego a los oídos de todos nuestros socios – comienza a explicar mi nuevo jefe – Ahora varios de ellos, sienten pánico y están inseguros con sus acciones y asociaciones con la empresa. – lo observo detenidamente analizando cada una de sus expresiones y por dios que se me cae la baba – Necesitamos, demostrar el lunes, por qué, nada de eso corre riesgo y tranquilizar a los accionistas del todo el mundo. -                    Y como veras Amber, necesitamos de tu ayuda – ahora Alex es quien me habla – Tú estás al tanto de todo, ya sea lo de Jeff o lo mío y cómo se complementa cada cosa. Se que es fin de semana y seguramente tenías planes, pero estamos en llamas y tenemos que solucionarlo a la de ya. -                    Tranquilos – observo a ambos, aunque sigo babeando por mi jefe – La empresa funciona bien, los números están a nuestro favor en todos los aspectos, entiendo el miedo de los empresarios, pero somos líderes en ingeniería y construcción. – ambos me miran atentamente – Además de ser grandes influyentes a nivel tecnológico. -                    Entonces no será un problema organizar todo en menos de cuarenta y ocho horas – afirma mi jefe, observándome otra vez con sus ojos penetrantes. -                    Para nada – muevo mi mano – Pero… necesitaría mis cosas… - juego con mis dedos – Están en la oficina, al igual que los papeles. -                    No es problema, vamos ahora mismo a buscarlo – dice Alex mientras se pone de pie – Prefieres que trabajemos aquí o en mí casa – abro los ojos – Patrick se está quedando en un hotel, asique está totalmente descartado. -                    Mejor aquí, tengo todas mis cosas y es más cómodo. – me pongo de pie, para buscar mi bolso – Hay habitaciones en la casa… por si se quieren quedar, de paso aprovechamos el tiempo. -                    ¿No le molestara a su novio? – pregunta mi Patrick.   Me freno en seco y lo miro, Alex levanta una ceja mientras observa a su primo y luego me mira a mí con diversión en sus ojos, mi jefe no despega su mirada de mi rostro, me remuevo nerviosa y termino de buscar mis cosas. -                    No tengo novio – encojo mis hombros – Vivo sola – termino de tomar mis llaves y los miro – Vamos… necesitamos todo el tiempo posible. -                    Has oído bien Patrick – responde Alex divertido – Necesitamos todo el tiempo posible – una sonrisa socarrona aparece en su rostro, pero los ignoro.   Camino a la empresa, preparo una lista mental de todo lo que voy a necesitar, hago memoria de cada uno de los papeles, mientras recuerdo los pendientes que quedaron a causa del infarto del señor Jeff. Tomo nota mental de todo lo que hay que firmar y necesito mi celular. Lo busco por mi bolso mientras ellos hablan de negocios, no le he prestado atención desde que salí de la empresa camino al hospital, tengo seis llamadas perdidas de Alexander y unos veintiséis mensajes de w******p, tecleo respuestas rápidas para calmar a mis amigos y aprovecho para mandar un mensaje rápido a mi terapeuta informándole que las pesadillas volvieron. Su respuesta no tarda en llegar.   -                    ¿Quieres que nos veamos hoy? – muerdo mi labio y observo a la parte de adelante del coche.   Los ojos grises de mi jefe se analizan por el espejo retrovisor, me quedo con la vista clavada en el espejo, perdida en su mirada, esa mirada que estaba torturando mi psiquis en este momento. Patrick me aterraba, pero no porque fuera alguien malo, me horrorizaba que me hiciera sentir vulnerable nuevamente, él era capaz de dañarme.
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