XV El día siguiente al mediodía, el huésped de John Willet se hallaba sentado ante el desayuno en su casa, rodeado de toda clase de comodidades que superaban con mucho las más enérgicas tentativas del Maypole para ofrecer el mejor hospedaje a sus clientes y parecían sugerir ciertas comparaciones no muy favorables para la vetusta taberna. En el viejo asiento pasado de moda que había junto a la ventana —tan espacioso como muchos de los modernos sofás, y acolchado con el fin de hacer las veces de un lujoso diván—, el señor Chester holgazaneaba, con total comodidad, ante una bien surtida mesa de desayuno. Se había quitado su vestimenta de montar y puesto un elegante batín, se había quitado las botas y puesto unas zapatillas; había sido no poco engorro soportar no tener a mano, al lavarse tra