X Era una de esas mañanas tan frecuentes a principios de la primavera, cuando el año, inconstante y voluble en su juventud como todas las demás criaturas de este mundo, está aún indeciso sobre si debe retroceder hasta el invierno o avanzar hasta el verano, y en su duda se inclina ahora hacia el uno, ahora hacia el otro, ahora hacia los dos a un tiempo, haciendo la corte al verano bajo el sol, y rezagándose en el invierno a la sombra; en una palabra, era una de esas mañanas en que el tiempo es, en el breve espacio de una hora, cálido y frío, húmedo y seco, claro y sombrío, triste y alegre. John Willet, que estaba quedándose dormido cerca del caldero de cobre, se despertó al rumor de los pasos de un caballo y, asomándose a la ventana, vio que se paraba a la puerta del Maypole un viajero de