IX Los cronistas tienen el privilegio de poder acceder donde se les antoja, de atravesar los ojos de las cerraduras, de cabalgar sobre el viento y de vencer en sus viajes todos los obstáculos de distancia, tiempo y lugar. Tres veces sea bendita esta última consideración, puesto que nos permite seguir a la desdeñosa Miggs hasta el santuario de su aposento y gozar de su grata compañía durante las terribles vigilias de la noche. La señorita Miggs, después de haber deshecho a su señora, como ella decía —lo cual significaba, después de haberla ayudado a desnudarse—, y de verla bien colocada en su cama en el cuarto de atrás del primer piso, se retiró a su propio aposento, cuyo techo era el tejado. A pesar de su declaración en presencia del cerrajero, estaba muy desvelada, de modo que, dejando