Sim Tappertit, entre otras fantasías con las que la antes mencionada alma estaba siempre agasajándose y regalándose (fantasías que, como el hígado de Prometeo, crecían a medida que se alimentaba de ellas), tenía una poderosa noción de su estamento; y había sido oído por la criada expresando abiertamente su pesar porque los aprendices no siguieran llevando un bastón con el que golpear a los ciudadanos: ésa fue su impactante expresión. Del mismo modo se decía que había comentado en el pasado que un estigma había sido impuesto a su estamento por mano de George Branwell, ante quien no se debían haber rendido vilmente, sino exigido cuentas ante el Parlamento —con moderación al principio, después mediante la fuerza de las armas, si era necesario— para enfrentarse a él como su ingenio mejor les d