Ya no tengo escapatoria, crucé y me quemé. Ahora solo me queda disfrutar del pecado y olvidarme del arrepentimiento.
Anahí
Empiezo a salivar ante la expectativa, su mirada obnubilada no se despega de mí, hace que me olvide de la imagen que tengo sobre mí misma y me sienta como la mujer más sexy del mundo.
»Desde el instante en el que te vi, no pude evitar imaginarte así, sobre mi cama ofreciéndome tu coño brillante por los fluidos —pronuncia dejándome sin habla, su dorso, pecho, abdominales, brazos todo en él es perfecto, podría pasar horas hablando de la armonía de su rostro, sin embargo, ahora eso me parece perder el tiempo y prefiero aprovecharlo delineando cada músculo de su cuerpo con mi lengua—, eres perfecta, todo en tu cuerpo lo es, tu piel, tus tetas, todo absolutamente todo es perfecto en ti. Quiero que te toques para mí, quiero ver cómo te das placer, pero no te corras, eso solo lo puedes hacer conmigo dentro de ti —ordena con voz ronca, me siento tan puta, tan viva que no me importa lo sucio o brusco que sea.
En este punto creo que ya nunca más volveré a ser la tranquila y tonta asistente.
Masajeo mis pequeños senos siguiendo el patrón que él grabó en mi mente hace un momento antes de bajar una de mis manos hasta mi entrepierna y hurgar en mi intimidad con pericia hasta encontrar el duro botón y empezar a frotarlo con suavidad para luego lentamente ir incrementando la velocidad. Mi jefe, por su parte, termina de quitarse la ropa dejándome ver su impresionante v***a: venosa, grande, carnosa y apuntalando hacia mí con su glande brillante.
Mis caderas se elevan a medida que los movimientos de mi mano se aceleran cada vez más, mis jadeos se hacen más demandantes, sin embargo, antes de que pueda correrme, me toma de las manos y las aparta de mis zonas íntimas. Abro los ojos mientras busco con la boca como llevar oxígeno a mis pulmones.
»Tus orgasmos son míos —sentencia al tiempo que da inicio a una sesión larga y extendida de caricias, lengüetadas, mordiscos y chupones por todo mi cuerpo, incluyendo la sensibilidad de mi clítoris que ansía explotar en cada ocasión, pero como en el primer intento de corrida se me niega la liberación.
Por favor —repito una y otra vez en mi mente.
Aprieto los dientes con fuerza cuando mete tres de sus dedos en mi interior, comprobando lo húmeda que estoy, con el pulgar de su mano libre hace presión sobre mi clítoris, doy un respingo al sentirlo. Empieza un mete y saca de dedos en mi feminidad que me desquicia por completo. Tengo los ojos cerrados implorando que esta vez no se detenga, de mi boca sale una cacofonía de gritos y gemidos que poco a poco me van dejando sin voz.
—¡No! —exclamo casi sin aliento.
Siento la piel sensible, caliente, el interior de mi intimidad empieza a doler, la frustración se instala en medio de mi pecho, no puedo evitar que las lágrimas salten de mis ojos cuando una vez más, cuando estoy a punto de alcanzar la gloria todo se desvanece a mí alrededor y caigo en la realidad.
—Por favor —gimoteo suplicante—, por favor, ya no puedo más, necesito... lo necesito —chillo.
Se sonríe mientras besa mi piel, me estremezco al sentir de nuevo la textura de sus labios. Todo mi cuerpo está bañado en sudor, ansioso, necesitado, frustrado; maldito jefe imbécil, estoy tan sensible.
—Dime que serás solo mía, que aceptarás lo que yo decida luego de esto, que te vas a someter a mí en todo y que no volverás a ver a otro hombre que no sea yo —exige y por un segundo me atrevo a pensar en la locura que es esto que está sucediendo, pero la necesidad me agobia, me nubla los sentidos y entorpece mi percepción de la realidad—, dilo y te daré lo que me pides —repite.
No creo poder soportar ni un minuto más continuar así, me parece que hemos pasado cientos de horas en esta habitación jugando a un juego en el que la presa soy única y exclusivamente yo. No quiero aceptar un trato sin saber qué es lo que ofrece, pero no creo poder irme de aquí sin haber satisfecho esta necesidad, ansío tenerlo dentro, sentir como me expande, anhelo correrme con él taladrando mi cuerpo.
—¡Sí, si seré solo suya, pero ya... por favor, no sé detenga! —exclamo necesitada ignorando a los demonios que me advierten del error que estoy cometiendo.
—¿Te vas a someter a mi voluntad? —cuestiona alargando mi sufrimiento.
Está mal tomar una decisión en esta circunstancia, pero al diablo con la vida y con todo, no tengo nada que perder.
—Sí, haré lo que diga, pero ya por favor no sé detenga de nuevo —siento su sonrisa satisfecha sobre la piel de mi pecho.
Sabe cómo jugar sus cartas, todo esto solo fue para persuadirme de aceptar lo que sea que quiera proponerme, pero también es cierto que estoy cansada de ser siempre la buena, la tonta, la que todos utilizan. Es hora de que yo también disfrute de la oscuridad, que me deje guiar por el demonio que ocupa el cuerpo de mi jefe.
—Abre la boca —ordena a la vez que lo veo subirse a horcajadas sobre mí, pero a la altura de mi pecho, con sus piernas dobladas, inmoviliza mis brazos a los lados para que no intente quitarlo de sobre mí, su falo enhiesto se apoya sobre mis labios antes de que abra la boca y le permita la entrada.
Paso la lengua por la punta probando el sabor salado de su fluido pre seminal, levanto la mirada hasta sus ojos azules, su manera de observarme me excita mucho más si es que eso es posible, abro la boca como me pidió invitándolo a qué haga lo que desee con ella. Introduce toda su v***a lentamente hasta tocar la pared de mi garganta, repite el movimiento varias veces del mismo modo, trato de relajarme para controlar las arcadas que me produce.
Sus movimientos son lentos y sutiles, me da oportunidad de que me acostumbre y de que lo saboree. Llena mi boca por completo e imagino como se sentirá cuando al fin me penetre.
»Así, tienes que lubricarlo bien, buena chica —masculla con los dientes apretados y sin apartar la mirada de mi cara. Disfruta ver como su polla se pierde por completo dentro de mi boca.
Finalmente, comienza a follarme la boca con rudeza, entrando y saliendo sin para, llega hasta el fondo y volver afuera como una bestia salvaje. Tal vez suene absurdo y hasta masoquista, pero esta manera ruda, salvaje y sin tacto que tiene de tocarme, de hacerme el amor o de cogerme mejor dicho, me encanta, me excita, me hace desear que esto nunca se acabe, morir sintiéndome su puta, no me importa.
Empuja con fuerza y se queda paralizado con la punta de su m*****o, taladrando el fondo de mi garganta. Observo su rostro y es como si le costará contenerse, quiere continuar, pero sabe que ya no le quedan muchas fuerzas por lo que se baja, me gira sobre la cama para posteriormente hacer que levante el culo en pompa, me da un par de azotes con mucha fuerza y sin más preámbulo me embiste. Esta vez no me da tiempo a que me acostumbre a su grosor ni a su tamaño, sin perder tiempo arremete contra mi feminidad una y otra vez con tanta fuerza que me parece que en cualquier momento me va a partir en dos.
Palabras sucias, muy sucias, salen de su boca al tiempo que azota mis nalgas sin contemplación. Grito, jadeo, gimo y pido más como la zorra que en este momento soy. Soy su puta, su perra hambrienta de su polla, el coño me arde y como si las puertas del infierno se abrieran para darme la bienvenida, el orgasmo me atraviesa de un extremo a otro llevándose con sus oleadas los restos de mi alma ingenua y puritana.
Sus movimientos no se detienen, continúa martilleando dentro de mí hasta que finalmente con un grito doloroso se corre, el líquido caliente y espeso se deposita en mi interior antes de que sus fuerzas fallen y caiga sobre mi jadeante y deseoso de más al igual que yo.