Estoy a un paso de ese infierno que se refleja en tu mirada, no quiero cruzar, no me quiero quemar, pero tus manos, tus besos y tu polla controlan mi voluntad.
Anahí
Termino de comer y del mismo modo en el que me sirvió, se pone de pie y retira todo. Me quedo sentada esperando, creo que en este punto no pierdo nada con escuchar lo que tiene para decirme, parte de mi mal humor se esfumó junto con el hambre y ahora solo me queda que no he llegado a mi puesto de trabajo y es posible que el gerente de contabilidad esté a punto de una apoplejía, sin embargo, el dueño de la empresa tiene mucho más poder que el imbécil de Gustavo.
Respiro profundo al sentir sus pasos detrás de mí, se acerca y coloca sus manos sobre mis hombros; la electricidad se desata con fuerza, ¿de verdad quiero esto?, ¿quiero tener sexo con mi jefe?, no sé cómo responder a tantas preguntas, lo único en lo que soy capaz de pensar es el calor de sus manos. Me gustaría sentir de nuevo sus labios, revivir el beso de ayer, pero ayer estaba tan confundida… hoy lo sigo estando, la única diferencia es que hoy necesito quitarme estas ganas que me están volviendo loca.
—No puede obligarme a nada, jamás aceptaré ser su juguete —jadeo y clavo la mirada en sus orbes azules al dejar caer la cabeza hacia atrás, su expresión es seductora—, no porque me vea indefensa y vulnerable, quiere decir que realmente lo soy, si tengo que sacar las uñas aunque muera lo haré —añado sonando mucho más valiente de lo que espero—, no entiendo por qué demonios se encaprichó de esa manera conmigo, tan rápido, nunca en mi vida lo había visto hasta ayer y ahora resulta que tengo que dejar todo lo que conozco para convertirme en su títere. Está muy equivocado, conmigo ese tipo de juegos no van —concluyo sin apartar la mirada.
—Si supieras que lo único que estás logrando con esa actitud desafiante es excitarme de una manera inimaginable —confiesa al tiempo que baja su rostro hacia mi cuello, maldita sea, es innegable que el muy bastardo sabe cómo hacer que mi cuerpo se doblegue a sus exigencias ignorando la poca cordura que me queda.
De pronto me pone de pie y me empuja contra la pared, dejándome aprisionada entre el muro y su cuerpo. Jadeo al sentir la dureza de su masculinidad clavarse en mi vientre de manera dolorosa, sus labios y su lengua me atormentan al saborear la poca piel que queda expuesta en mi cuello mientras sus manos se mueven desde la base de mis senos hasta mi cintura y viceversa.
El crujido de la tela deshaciéndose bajo sus manos me pone en alerta, sin embargo, continúo bajo la influencia de las distintas sensaciones que produce sobre mi piel. Sé que tengo que huir, tengo que escapar, pero todo en mi interior se niega a dejar de sentirse de esta manera y yo tampoco quiero dejar de hacerlo.
No quiero ser su diversión, no deseo convertirme en la muñeca de nadie, pero ¿qué he ganado con portarme bien toda mi vida? Solo un ex que me engañó, que se burló de mí junto a su amante.
Tal vez es hora de que aprenda a que yo también puedo jugar al juego de lo indecente, de lo prohibido, entregarme a mi jefe, dejando de lado los sentimientos y los prejuicios, dejando fuera de este negocio al corazón y movernos únicamente con la razón que indica la lujuria. Quizás olvidarnos de la razón también y solo disfrutar del momento, de este momento.
Llevo mis manos hasta su cabeza y la sujeto con fuerza al tiempo que hago mi cabeza al lado para que tenga mejor accesos a mi cuello, sonríe sobre mi piel, sabe que he tomado mi decisión y que no pienso dar marcha atrás, solo espero no estarme equivocando y que mi nombre no aparezca mañana en los titulares como desaparecida.
—Perfectas, cómo las imaginé —murmura cubriendo mis pequeños senos con sus dos manos—, deseaba tocarlas, tenerlas entre mis manos, sentir su textura —añade jugando con ellas, mientras yo dejo caer la última barrera de sensatez y cordura, para dejarme llevar por lo irracional e inesperado que es ser la causante de que la v***a de mi jefe este tan dura.
Enredo los dedos en su pelo para disfrutar de su suavidad al tiempo que uno de mis pezones es capturado por sus dientes. Me duele, pero no es un dolor que no pueda soportar, sobre todo cuando con una de sus manos tortura el otro pezón. Puedo sentir como mi corazón bombea la sangre por todo mi cuerpo, descubro sensaciones que no conocía, las delicias de lo prohibido.
»Son deliciosos y son todos míos —afirma muy seguro de sus palabras y esta vez no tengo como refutar, ni siquiera estoy segura de que mi cuerpo vuelva a ser de mi propiedad luego de esto.
Jalo su pelo con fuerza a la vez que sonoros jadeos y gemidos se escapan de mi boca, me retuerzo entre su cuerpo y la pared tratando de liberar la presión que se acumula en mi cabeza a medida que continúa castigando mis dos pezones, los siento irritados y adoloridos, de lo mucho que los ha mordido y tirado de ellos, pero en vez de querer que se detenga en lo único que puedo pensar es en que no pare.
»Ven, te quiero en mi cama —ordena deteniendo cualquier contacto entre nuestros cuerpos, no obstante, antes de que pueda procesar o recuperar un resquicio de cordura, por mínimo que sea, me toma de la mano y me conduce hacia unas escaleras las cuales subimos en pasos entrecortados en los que aprovecha para besarme o morder mis senos.
Me siento tan caliente y excitada que no siento vergüenza de ir con los senos al aire y la blusa echa tirones cayendo a los lados de mi cuerpo. En este momento la imagen que se produce en mi mente de mí misma es la de una diosa endiabladamente sexy y poderosa con un dios griego a mis pies, no me importa si después de esto al verme en el espejo mi cuerpo soso y sin gracia me dé una bofetada con la realidad.
—Debería irme —jadeo al entrar en una de las habitaciones, es espaciosa con una inmensa cama en el centro, ventanales de cristal que van desde piso a techo, un juego de muebles dispuestos de manera tal, que sería feliz de pasar toda una tarde acostada sobre ellos leyendo un libro sin nada que cubra mi cuerpo.
—Deja de luchar y escucha a tu cuerpo, él sabe mucho mejor que tú lo que necesitas —sisea abrazándome desde la espalda, sus labios se hunden en mi cuello a la vez que sus manos juguetean de nuevo con mis adoloridos senos a medida que nos acercamos a la cama.
—Mi cuerpo no piensa con claridad, señor Sullivan, sus manos no se lo permiten —aclaro tratando de mantener mi conciencia despierta—, usted es mi jefe y esto no está bien, pero la verdad es que muero por ser follada como nunca antes —añado con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados.
Yo misma me sorprendo de mis palabras, pero supongo que es el efecto que este hombre causa en mí; que me olvide de la decencia y me convierta en una mujer sin pudor.
—Entonces, señorita Duarte, permítame hacer realidad sus deseos —dice y me gira bruscamente para posteriormente empujarme.
Caigo sobre el colchón al tiempo que sus manos toman mi pantalón barato de almacén y de un solo tirón lo hace trizas junto a mis bragas. Maldición, si alguien me hubiese dicho está mañana al despertar que al final del día terminaría en la cama de mi jefe, juro que jamás me habría creído con tanta suerte, aunque que no me puedo hacer ilusiones, es obvio que el señor Sullivan solo quiere una noche de diversión, no es mi estilo de vida, pero estoy harta de ser la estúpida en la historia.
Finalmente, estoy completamente desnuda y abierta de piernas, la cara me arde por un segundo al ver cómo el azul de los iris de mi jefe se intensifica y oscurecen por igual. Me recorre de arriba abajo y se saborea a la vez que se afloja el nudo de la corbata y empieza por desvestirse.
¡Dios! ¿Quiero verlo desnudo?
Sí, sí quiero y no es lo único que quiero.