Prometo gritar tu nombre y glorificarlo por los siglos de los siglos, cuando tu polla perfore completamente mi coño y arremeta en su contra hasta que el cansancio sea lo único que te impida poseerme.
Richard
La señorita Duarte produce una excitación insaciable en mí, mucho más grande de lo que imaginé, tenerla así; desenfrenada entre mis brazos, no me satisface del todo, necesito más de ella, de su piel, de su cuerpo, de su boca, de toda ella. Es una droga mucho más adictiva que cualquier otra que exista en el mundo, me desquicia ver cómo cierra los ojos y deja caer su cabeza hacia atrás absorbiendo el placer con su mente.
Estaba seguro de que debajo de toda esa horrenda ropa se escondía una escultural figura, anhelante de pasión y lujuria. Escuchar su tono sumiso y tímido logró que mi mente alucinara con ella al instante y sabía que no tendría tranquilidad hasta no hacer que mis pensamientos se volvieran realidad, sin embargo, ver cómo de pronto saca la garras para defenderse no hizo más que acrecentar el deseo que despertó en mi interior por ella.
Dominarla, someterla, hacer que solo tenga ojos para mí es un reto que no pienso perder. Es increíble la rapidez con la que se corre, es como si solo necesitara de un empujón para dejarse arrastrar, pero del mismo modo su cuerpo queda exhausto, toda su energía la entrega sin reservas y a estas alturas, con solo haberla tenido una vez me siento atrapado por ella.
Se ve tan hermosa mientras duerme, su respiración es tranquila y relajada, todo su cuerpo refleja paz. Sus labios ligeramente separados y de un tono rojo natural causan un efecto en mi entrepierna. Senos pequeños, delgada, un culo que muero por profanar y su piel es de porcelana. Sus largas pestañas se rizan hacia arriba, es una diosa que bajo de las alturas para complacerme únicamente a mí.
Quien diría que no era tan inocente como aparentaba, pero no tengo inconveniente con eso, no es que yo sea un santo y me dedique únicamente a buscar vírgenes para desflorarlas. Es mejor que tengan algo de experiencia, así no pierdo tiempo en hacer que se relaje, su cuerpo reacciona por instinto a la estimulación que se le da. Y ahora mismo quiero ver de nuevo todas esas reacciones, pero creo que lo mejor es dejarla descansar un rato más, seguramente hacía mucho que no tenía sexo con nadie.
Me acaricio la polla de arriba abajo mientras la observo dormir, pensando en que ya habrá tiempo para hacerla gritar de nuevo, por el momento me conformo con vaciarme sobre su cuerpo. Muevo un poco más rápido la mano al tiempo que las muecas de placer de su rostro se reproducen en mi memoria, escucho sus gemidos haciendo eco en mis oídos, me sacudo un poco más y lanzo una maldición cuando explotó derramando todo el semen por sobre su pecho. Ahora sus perfectas tetas llevan mi marca.
Me dejó caer a su lado decidido a descansar. Cierro los ojos y trato de poner la mente en blanco, el aroma a sexo flota en el aire y es muy relajante, me pego al cuerpo de la señorita Duarte y aspiro el olor de su cabello, como si fuese algún tónico para dormir, caigo en un profundo sueño.
Me remuevo buscando el cuerpo de la señorita Duarte y al no encontrarlo me incorporo sobre la cama. No está a mi lado, me levanto deprisa y la busco en el baño, pero no está, tomo un pantalón de pijama de la cómoda y salgo de la habitación, bajo las escaleras y cuando estoy por llamar a mi jefe de seguridad para ordenarle buscarla, escucho su risa resonar y llenar la estancia de calidez.
Me estremezco por la sensación incómoda que me produce.
Voy a la cocina en silencio, mis pies descalzos no producen ningún sonido por lo que no me siente llegar. Está conversando con mi ama de llaves y nana, la señora Guillermina, una mujer de cincuenta años que lleva más de treinta años al servicio de mi familia y es la que se ocupa de mantener informado a mis padres sobre todo lo que hago. Me molesta que se meta en asuntos que no le conciernen, pero ella es quien prácticamente me crio, la aprecio mucho y no puedo deshacerme de ella tan fácilmente.
No puedo.
De nuevo ríe y ese sonido me hipnotiza.
—Buenos días, Nana —saludo entonando la voz, la risa de la señorita Duarte muere al instante y veo como su cuerpo se pone rígido—, señorita Duarte, ¿descansó bien? —La miro fijamente al tiempo que ladeo los labios.
Contengo un gruñido cuando el rubor que aparece en sus mejillas me produce una descarga eléctrica.
—No seas odioso, Richard —pronuncia mi Nana en tono maternal—, siéntate y come algo, bien que lo necesitas —agrega y coloca un plato sobre la encimera de la isla para mí.
Tuerzo el gesto, pero al final termino obedeciendo. A pesar de ser el gran Richard Sullivan, único heredero de las empresas Sullivan, creadas por mi padre, soy tratado como un mocoso por una mujer que debería de temblar delante de mí. Pero claro, fue ella la que me limpio el culo cuando era bebé y podría jurar que hasta fue ella la que me amamantó. No niego ni dudo del amor que mi madre siente por mí, pero la verdad es que en la mayoría de mis recuerdos está presente mi Nana.
»Anahí, me estuvo comentando que la trajiste a la fuerza, eso está mal hecho. No sé cuándo vas a entender que si una mujer te gusta te tienes que acercar con sutileza —me regaña, volteo los ojos hacia la mencionada—, no puedes tenerla en contra de su voluntad, ni mucho menos obligarla a hacer las cosas que tú quieres. —Mi nana conoce muy bien mi forma de vida, no tengo secretos con ella, no aprueba las cosas que hago, pero no puede hacer nada para evitarlo y agradezco que esa parte oscura de mi vida la mantenga en secreto, creo que es lo único que no le ha contado a mis padres.
—Nana, ese es un asunto entre ella y yo, la señorita Duarte no tuvo por qué haberte involucrado, pero te agradezco que te mantengas al margen —respondo con la mirada puesta sobre la mencionada.
—Te vas a quedar solo si sigues espantando a cada chica que se te acerca, en fin, no es mi problema como bien dices, ya yo estoy muy vieja como para que me estén llamando metiche —fórmula antes de tomar el paño de limpiar y salir de la cocina, farfullando y murmurando un sinfín de palabras.
Creo que se merece un pequeño castigo, quizás sea buena idea mostrarle que es lo que quiero y espero de ella. Lo de esta mañana fue memorable, pero insuficiente como para calmar mis ganas de verla sometida por completo ante mí y tal vez podamos convertir esta noche en una aún mucho más memorable.
—Creo que debemos hablar sobre algo, señor Sullivan. —Desvía la mirada, su tono sumiso me atrapa.
Sonrío.
—Así es, necesitas saber qué es lo que quiero de ti y que es lo que puedes esperar de mí. —Termino de comer.
—Usted quiere sexo y yo necesito quien me quite las ganas, ninguno de los dos busca romance y eso me parece perfecto. —Me quedo inmóvil al escuchar su hipótesis y aunque tiene razón faltan algunos detalles que vale la pena aclarar.
—Implica mucho más que solo sexo señorita Duarte —aclaro y me pongo de pie—, vayamos a mi despacho para conversar más a gusto —sugiero y le ofrezco ala mano para ayudarla a poner de pie y posteriormente guiarla.
Me gusta sostener su mano, es pequeña y suave… cálida.