Eres mi solución y mi perdición, mi amo. Me someto ante ti sin reservas, estoy dispuesta a complacerte en todo, solo llévame al límite de lo inimaginable.
Richard
Su respiración es pasada, traga saliva y se humedece los labios.
Entramos al despacho y la invito a sentar pese a las ganas de tumbarla sobre el escritorio. Tomo mi lugar del otro lado y me recargo en el asiento, su piel brilla al igual que sus ojos, el sexo le hizo bien luce mucho más apetitosa que antes.
—Estoy esperando a que me diga que es todo lo que implica lo que usted quiere de mí, señor Sullivan —musita.
—Ya sabes que quiero tu cuerpo, pero también quiero que me dejes hacer lo que yo quiera con él. —Enarca una ceja—. No es lo que imaginas… me gustan ciertas prácticas sexuales y quiero experimentarlas contigo, para eso necesito tener control absoluto sobre ti: tu cuerpo, tus emociones, cada una de tus sensaciones, tu mente. —Se humedece de nuevo los labios y baja la mirada.
—No estoy entendiendo, señor Sullivan, dígame sin rodeos que es lo que desea de mí. —Su respiración cambia y me doy cuenta de que se empieza a excitar.
—Quiero que seas mi sumisa, que no cuestiones mis órdenes ni mis métodos para darte placer, quiero que estés dispuesta a jugar cada vez que yo quiera y sobre todo que tengas presente que no tendremos una relación amorosa, solo follaremos cada vez que yo lo decida y tú vas a disfrutar cada segundo. —Sus ojos se abren a medida que hablo, parece espantada, sin embargo, la reacción de su cuerpo me dice algo completamente diferente—. No planeo hacerte daño, pero si llevaré tu cuerpo al extremo, haré que descubras todas las formas en las que puedes disfrutar del sexo —agrego.
—¿Usted quiere que me convierta en su esclava s****l? —Me agrada su definición, pero no es lo que quiero.
—No, solo quiero que te sometas por voluntad propia, que estés dispuesta a hacer todo por complacerme y que disfrutes al hacerlo —especifico.
—¡Es un enfermo! Jamás voy a aceptar someterme, estaba dispuesta a tener una aventura, a coger como unos desquiciados antes del fin del mundo, pero nunca podría cosificarme a mí misma para satisfacer el ego de un hombre frustrado que consigue su poder y su virilidad minimizando mujeres —exclama y aunque su cuerpo grita que quiere experimentar, su boca y su razón se niegan a dejarse llevar por aquello que le causa curiosidad.
Tiene miedo de descubrir que tanto puede disfrutar. Sonrío aceptando su discurso, sabía lo que me esperaba al no buscar una mujer que ya conozca sobre todo esto, pero este es el reto y como ya dije, no pienso darme por vencido ni perder.
—No quiero cosificarte, solo quiero ayudarte a descubrir tu cuerpo, mostrarte el placer que puedes llegar a experimentar. —Me pongo de pie y me acerco a ella—. No pienses solo en la sumisión, ni en mí como el que domina, sino en lo mucho que vas a descubrir y a aprender: autocontrol, disciplina… sé que te ocultas de ti misma y no te has dado cuenta de lo sensual que eres, de lo perfecto que es tu cuerpo y tu piel. —Tomo su mano y la incito a ponerse de pie.
—Ahora entiendo por qué jugó conmigo, porque me hizo aceptar algo que no sabía lo que era y no me importa lo que dije antes, no pienso acceder —reflexiona. Sé que estuvo mal haberlo hecho, pero no pude evitarlo, se veía tan gloriosa que necesitaba hacer lo que fuese necesario para asegurarme de que se quedaría conmigo.
—Te propongo un trato, un término medio para los dos. —Me mira pasiva, sus labios forman una fina línea y me hacen recordar como se veía mi polla entre ambos—. Si en quince días sigues pensando del mismo modo te dejaré ir, durante ese tiempo permanecerás aquí, no podrás salir a menos que lo hagas conmigo y por tu trabajo no te preocupes, le diré a mi secretaria que adelante tus vacaciones. —Hace unos gestos con su boca que me indican que está meditando mis palabras.
—De acuerdo, pero si algo de lo que piense hacer no me parece o creo que es muy peligroso para mí, se detendrá al instante e intentaremos algo menos riesgoso. —Sonrío, estoy seguro de que una vez que experimente un orgasmo intenso no querrá alejarse de mí.
—Para eso tendremos palabras de seguridad. —Se asusta—. No se espante, señorita Duarte, como le dije, no le haré daño físicamente. —Asiente y su respiración se vuelve entre cortada—. Por el momento utilizaremos el sistema universal: semáforo, al igual que en el tráfico, sus colores significan lo mismo para nosotros: rojo, quiere que me detenga; ámbar o amarillo, está llegando al límite y verde, pide más, me autoriza a continuar. Si por alguna razón rebasa el límite y olvida la palabra, puede decir: palabra de seguridad, y me detendré —explico, pero estoy consciente de que al principio querrá utilizar mucho el rojo.
Le pido que repita lo que le acabo de explicar sobre los colores para asegurarme de que entendió todo, lo hace y veo que no me equivoco al pensar que es una mujer inteligente.
—¿Ahora podemos volver a tu habitación? —inquiere inocente.
—No iremos ahí, tengo preparado algo mucho mejor para los dos. —Jadea—. Solo tengo quince días y pienso disfrutar cada segundo de esos quince días. —Inclino la cabeza hasta su cuello, aspiro su aroma, me lleno los pulmones con esa fragancia exquisita que brota de su piel antes de pasar mi lengua por su piel.
Se estremece al contacto al tiempo que se deja llevar por mí, necesito controlar no solo su cuerpo, sino su mente, convertirla en una adicta a mis besos. Nunca me ha importado convencer a ninguna mujer, todas las que han llegado a mí saben a lo que vienen, pero se ha vuelto tan monótono, no encuentro emoción en dominar a una mujer que ya no se excita con la expectativa de lo que sucederá, las emociones son frías y sin ningún atisbo de espontaneidad.
Estaba aburrido, pero la señorita Duarte apareció en mi vida para llenarme de emoción de nuevo, hacerme disfrutar de sus gestos y de la curiosidad que se suscita en su interior y que ella lucha por mantener a raya. Se cuelga de mi cuello y lleva sus labios hasta los míos, me siento en la gloria, sus labios son suaves, delicados y exquisitos. Toda ella me embriaga, necesito verla sin toda esa ropa y cubierta de cuerdas, colgada del techo con su coño a mi disposición.
La separo de golpe, sus ojos brillan por el deseo, su boca refleja el hambre que siente, toda ella me demuestra que está dispuesta a todo.
—Vamos antes de que te tome aquí mismo. —Miro de reojo el escritorio, el cristal me tienta y quizás podría hacer algo con los recursos que tengo a mano.
No, ella se merece algo mejor que una cogida en mi despacho, aunque no me cierro a la posibilidad, sin embargo, será su primera vez y debe ser por todo lo alto.
—¿A dónde me llevas? —pregunta antes de salir.
—A una habitación en la que te haré ver un mundo nuevo de posibilidades. —La llevo de la mano y por alguna razón me siento nervioso, no quiero que se arrepienta, necesito tenerla y esta es la única forma que conozco y deseo.
No estoy interesado en el romance, aunque mis padreas ya están muy viejos y me exigen un nieto. Lo más práctico para mí es adoptar, mi nana se puede hacer cargo de cuidarlo. Nos detenemos delante de una puerta, la expectativa de que se horrorice al entrar y de nuevo quiera salir corriendo sigue latente en mi mente. Su mano se siente fría entre la mía y me parece que puedo escuchar los latidos de su corazón, ¿o es el mío? No la quiero espantar, pero necesito que ella se quede conmigo y necesito que acepte sin condiciones ser mi sumisa, desde que la vi en la empresa solo he podido imaginarla con la piel enrojecida por mi látigo, gritando desenfrenada por el placer mientras pide que le dé más duro.