Ya no eres la mortal que encontré a las puertas del infierno, ahora eres la diosa, la reina y la emperatriz de este mundo envuelto en llamas y oscuridad. Eres mi maldita adicción y mi sublime perdición.
Richard
Admiro su cuerpo, su desnudez, me excito con solo ver su reacción a mi manera de mirarla. Es como si con eso fuese suficiente para olvidarse de sus quejas. Se humedece los labios con la lengua, es una diosa encadenada, voy a conseguir que ella decida quedarse, que desee que la toque, que me suplique que la traiga a este lugar y la folle de las formas menos imaginables.
Busco en una de las cómodas un antifaz y se lo coloco, no ver incrementará sus sentidos y así podrá disfrutar más. Me agacho delante ella y cojo uno de sus pies para sujetarlo con la correa de cuero en su lugar, se estremece e intenta evitar que lo haga, repito la acción con el otro pie. Una hermosa estrella de mar. Paso la mano por su hendidura comprobando lo encharcado, meto un par de dedos en su apretado coño y los muevo de adentro a fuera un par de veces consiguiendo que de nuevo empiece a disfrutar.
Tira de sus manos e intenta contraer el cuerpo. Sabe que sentir es lo que la ha traído hasta esta posición, está consciente de que su cuerpo la ha traicionado al elegir el placer por sobre la razón. Posteriormente, saco los dedos de su agujero y los llevo hasta su boca, los deslizo por sus labios hasta que finalmente los separa y chupa sus fluidos. Los retiro y enseguida uno mi boca a la suya para probar el sabor de su sexo en su lengua.
Me besa ávida de placer al tiempo que tira de sus ataduras, la impotencia de poder tocarme juega con su mente y provoca en ella la reacción que busco.
—Te voy a colocar un dildo, será muy suave y te hará sentir solo un poco, eso mantendrá tu mente ocupada y de esa manera vas a disfrutar más de todo lo que haga contigo —explico al soltar sus labios.
Voy a la cómoda y de uno de sus cajones saco el dildo, es un pequeño vibrador bastante práctico y útil en casos como este en el que la usuaria tiene ciertas reservas. Muchas personas me ven como a un monstruo, pero nadie conoce en realidad lo que significa mi vida, soy incapaz de sentir amor por nadie y la única manera que tengo para lograr sentir algo, aunque sea lástima de mí mismo, es esta.
Enciendo el dildo y lo introduzco en su interior admirando la reacción de su cuerpo al instante. Voy a una de las vitrinas y cojo un floger de cuero, su mango de veintidós centímetros de cuero trenzado se ajusta perfectamente a la palma de mi mano, tiene once tiras de unos cincuenta centímetros de largo, perfecto para proporcionar un golpe muy intenso que hará que las sensaciones del dildo en su coño se intensifiquen.
Antes de empezar me acerco a ella y tomo uno de sus pezones con mis dientes, lo muerdo lo suficientemente duro para que sienta el dolor al tiempo que el otro lo estrujo con mis dedos, se queja en medio de los gemidos que emite. Entonces me alejo de nuevo de ella, aspiro llenando mis pulmones para luego dejar salir todo el aire y soltar el primer golpe sobre sus costillas.
Tira de sus ataduras y hace la cabeza hacia atrás en medio de un placentero jadeo, suelto el otro y el siguiente sin detenerme hasta que he contado quince azotes y su piel se torna roja por cada extremo. Su cuerpo se estremece, tira con fuerza de sus extremidades, de su boca brotan jadeos descontrolados, el clímax está cerca.
Decido azotarla una vez más para ayudarla a liberarse del todo descargando el látigo sobre su coño con un poco más de fuerza que antes. Su cuerpo se paraliza y despega la espalda de la cruz, al tiempo que de su garganta salen gritos entrecortados. El orgasmo que experimenta se prolonga gracias al vibrador que sigue funcionando dentro de ella, la desato rápidamente de ambos pies y retiro el aparato de su interior para poder perforarla con mi v***a.
Me entierro completamente dentro de ella y enseguida empiezo a martillear sin control alguno su agujero húmedo y caliente que me abraza y absorbe a sus fauces.
—¡Maldita sea! ¡No te detengas! —exclama al tiempo que tira de sus correas hacia arriba y de nuevo convulsiona conmigo dentro.
Me muevo más rápido de lo que soy capaz, deseando convencerla de que se quede a mi lado el tiempo que sea. No le prometo una vida juntos, pero al menos le daré todo de mí el tiempo que sea necesario. Cuando siento que estoy por explotar me detengo y la libero de sus ataduras para dejarla en el suelo y hacerla que se arrodille delante de mí, de manera inmediata perforo su boca con la misma destreza con la que por poco parto en dos su coño. Ella tiene el poder de hacer que mi autocontrol se vaya a la mierda, consigue que quiera correrme en ella una y otra vez, verla bañada con mis fluidos mientras nuestros cuerpos sudorosos se compactan en uno solo.
No he tenido suficiente de ella. Sigo moviéndome dentro de su boca hasta que consigo que mi polla recupere su dureza, la señorita Duarte me excita de una forma única, nunca antes había sentido esto con otra persona, ninguna de las mujeres que han desfilado por esta habitación ha tenido la capacidad de hacerme obsesionar tanta como lo hace ella.
Necesito de toda mi concentración para poder prolongar el disfrute de ella, hasta no verla rendida no puedo detenerme. Salgo de su boca con brusquedad la obligo a ponerse de pie para llevarla hasta la cama de postes y atar sus manos a uno de ellos, de manera que queda inclinada casi tocando el piso.
Su coño se abre para mí desde la parte de atrás, dejando a la vista también su hermoso culo, —También va a ser mío—, sin embargo, hoy me conformaré con solo acariciarlo un poco. Busco un aceite y lo dejo caer por sus nalgas para luego con la mano esparcirlo y llevarlo hasta el esfínter de su ano, el cual empiezo a dilatar metiendo un dedo dentro. Finalmente, logro meter dos de mis dedos y dilatarlo lo suficiente como para introducir un vibrador anal, se remueve por la invasión, pero no me pide que lo que saque.
Absorbe el placer, se deja envolver, deja a un lado la cordura y se convierte en un ser oscuro y lleno de perversidad, al tiempo que de nuevo entierro toda mi erección en su v****a.
De nuevo la habitación se llena de gritos, jadeos, gemidos y palabras entrecortadas que se mezclan entre sí formando una cacofonía maravillosa para mis oídos. Martillo sin para el coño de la señorita Duarte mientras el vibrador continúa obrando en su ano, haciéndome sentir al mismo tiempo las mismas pulsaciones a medida que entro y salgo de ella. De pronto la razón se me nubla una vez más y el deseo de correrme dentro de ella me arrolla, por lo que entierro los dedos en la piel de sus caderas y empiezo a taladrar con más fuerza una y otra vez, grita pidiendo que no me detenga, se sujeta del póster de la cama para poder tirar hacia atrás el culo e ir a mi encuentro.
Se contorsiona en medio de un grito ahogado; ambos nos liberamos en medio de una explosión de fluidos que nos empapa al alcanzar la gloria al mismo tiempo. Retiro el vibrador antes de desatarla, de nuevo meto mi polla semi erecta en su boca y le ordeno beber las últimas gotas de mi lujuria. No obstante, ella es quien toma el control esta vez, coloca sus manos en mis caderas y me sujeta con fuerza al tiempo que su lengua se enrolla alrededor del tronco y el glande subiendo y bajando con toda la destreza de que es capaz.
Puedo sentir como de nuevo mi v***a se empieza a poner dura, coloco las manos en su cabeza e intento ir más adentro, ella me lo permite relajado su garganta, la punta de su nariz se aplasta con la piel de mi pelvis dejándola sin poder respirar y eso me enloquece. Se ahoga y empieza a salivar de una manera excesiva, sus ojos se humedecen, pero no se detiene, sigue en su faena como toda una diosa carnal.