Existe ternura en la fuerza y fuerza en la ternura, esas que cuando alcanzan al alma curan las heridas y deshace los miedos. Esto es lo que me haces sentir y, es mucho más intenso y profundo de lo que los profanos alguna vez llegaran a conocer.
Richard
—¡Eres un salvaje, suéltame! —exclama, pero su voz se oye ronca—, si me tocas sin mi consentimiento, te juro que te voy a denunciar por violación. —Sonrío por su amenaza.
—No recuerdo que me hayas dado tu consentimiento las veces anteriores —observo irónico.
—¡Es un maldito narcisista que solo busca el beneficio propio y se siente orgullo de su maldito ego, pero no muy en el fondo, ambos sabemos que es así porque es el único modo que tiene para ser un hombre de verdad; abusando de mujeres indefensas! —Su mirada se planta en la mía con determinación.
Quizás deba concederle algo de razón, sin embargo, eso no hará que cambie de parecer. Voy a la cómoda, tomo un vibrador y un antifaz. Le cubro los ojos e ignoro sus protestas, enciendo la varilla y la deslizo por su cuerpo, sigue sensible por toda la actividad. Se estremece al tiempo que sus palabras mueren, intenta mover las manos, tal vez para detenerme, sin embargo, toda ella está expuesta para mí.
Las ganas de follarla renacen, pero las reprimo, ella necesita saber que no puede ignorarme cada vez que le pegue la gana, soy su amo, su dueño y debe obedecerme. Llevo la varilla hasta su clítoris provocando que se estremezca con mayor intensidad, de su boca empiezan a salir gemidos al tiempo que el valle de su pecho se torna de un color rojo.
Anahí me ha hecho perder parte de mi poder, me siento indefenso y contrariado con ella, nunca antes había intentado tanto convencer a una sumisa, de hecho no recuerdo nunca haber ido detrás de una. El poder exacerbado que suelo tener sobre mí mismo parece disminuir a medida que paso tiempo a su lado, sin embargo, todo lo que ansío hacer, es dirigido al placer de ella, porque solo así puedo lograr el máximo placer en mí. Disfruto el sexo, me pone duro pensar en follarla, pero no es suficiente para satisfacer a la bestia que llevo en mi interior.
Detengo el vibrador cuando me doy cuenta de que está por llegar a su orgasmo, resopla y respira por la boca desesperadamente, mueve ligeramente las caderas de arriba abajo buscando fricción, no obstante al estar tan abierta no consigue ningún contacto. Sonrío al darme cuenta de que empiezo a leerla y a escuchar de un modo nítido todas las señales que ella me da con cada uno de sus gestos, lo que me ayuda a llevar a cabo mis acciones.
Retomo de nuevo el recorrido iniciando una vez más por sus senos, las aureolas de sus pezones se contraen y los mantienen erguidos. Abro el cajón de la mesita de noche y saco un frasco de aceite de jazmín, lo abro y dejo caer el líquido sobre su abdomen y la parte baja de su vientre para luego masajear con mi mano libre a medida que deslizo la varilla hasta su centro nuevamente. Repito el procedimiento una y otra vez, evitando que ella consiga su orgasmo, aprieta sus labios, los contrae entre sí para evitar complacerme. Necesito escucharla que me suplique que la deje alcanzar la liberación.
—No vas a conseguir que lo haga —dice con los dientes apretados.
—No te resistas, sé que lo quieres y solo yo puedo dártelo. —Incremento la intensidad de la vibración.
—No, no voy a suplicarte. —Tira la cabeza hacia atrás y de nuevo me detengo.
—Dilo —ordeno adoptando mi alter ego.
Niega con la cabeza al tiempo que enciendo y apago la varilla sobre su clítoris, se resiste con todas sus fuerzas, pero es claro que no podrá seguir en esta situación por más tiempo. Tira con fuerzas de sus manos provocando que sus piernas se abran más y la sensación sea aún más abrumadora.
—Sí... sí… sí —exclama—, me quedaré el tiempo que me pediste, seré tuya durante quince días —añade con voz febril.
Sus palabras me llenan de una felicidad indescriptible.
—Seré todo tuyo, toda mi atención será exclusivo para ti —declaro y dejo de lado el vibrador, me coloco en medio de sus piernas y sin preámbulo entro en ella.
Mis estocadas son lentas y profundas, permito que mi cuerpo saboree la sensación de al fin tenerla, de al fin convertir su voluntad en mía. Quiero hacer tantas cosas con ella, quiero moldearla a mi gusto, hacer que se dé cuenta de que su vida y su felicidad se basan en complacerme y en ser obediente. Sus gritos inundan la habitación, cada jadeo y gemido rebota en las paredes y se esconden en mis oídos, me llenan, me colman y me hacen sentir que recupero el poder que había perdido.
Se corre en medio de un grito que me arrastra a su lado. Me siento satisfecho, pleno y completo.
—Estoy seguro de que después de que te muestre este mundo en su máximo esplendor no querrás salir de él —afirmo al tiempo que libero sus manos.
—Sigo sin estar convencida y sigo sintiéndome vacía —confiesa y ese es el primer paso, que mi sumisa sea completamente honesta conmigo.
—Yo puedo solucionar eso. —De nuevo empiezo con el juego, pero esta vez dejo que ella alcance su liberación tantas veces como le sea posible hasta que me indica que ya no puede más.
Una vez más estamos agotados, no hemos comido nada desde el desayuno. Como su dueño tengo que velar por su bienestar, la cargo en brazos y la llevo hasta el baño de la habitación, la dejo sobre una silla y preparo la bañera, cuando está lista la ayudo a entrar y posteriormente lavo cada parte de su cuerpo.
—No sé si pueda acostumbrarme a esto, es cierto que soy una persona bastante pacífica y tal vez algo complaciente, sin embargo, tengo un pensamiento y una voluntad propia, creo que se ha equivocado, señor Sullivan. —Su trato varía sin que me dé cuenta.
—No te preocupes, todo se trata de paciencia, te aseguro que seré un excelente amo contigo y te voy a educar muy bien, en un par de meses serás la mejor sumisa que existe en el mundo y serás solo mía —decreto.
—¿Meses? Accedí solo a estar quince días encerrada en este lugar —rebate.
—Después de esos quince días vas a querer continuar. —Respira profundamente y deja caer los hombros.
—No estaría tan segura si fuese tú, además, sigo sin entender: ¿por qué yo?, no tengo nada que pueda ser llamativo o atractivo, soy una mujer simple con un cuerpo simple —condena—, una vez me dijeron que existen mujeres hermosas y mujeres inteligentes, a mí me tocó la inteligencia —agrega demostrándome la falta de autoestima que posee.
Es imposible que no se dé cuenta de lo hermosa y perfecta que es.
—No tienes por qué decir o pensar eso de ti misma, tienes un cuerpo perfecto, tu piel es maravillosa —señalo—, ¿o piensas que me pongo duro de la nada?, no, eres tú quien provoca esa reacción en mí y ni siquiera debes tocarme para conseguirlo, solo con verte me basta para desear enterrarme en tu cuerpo. —Hago una pausa para controlar a mis demonios, me enfada que ella se exprese de esa manera de sí misma—. No quiero escuchar que te menosprecias a ti misma de nuevo, es una orden. —Me pongo de pie dentro de la bañera y la ayudo a salir, tomo dos batas de baño y le entrego una.
—Necesito ir a mi casa, no tengo nada que ponerme —dice con voz baja.
—En mi vestidor hay ropa para ti, la mandé a traer desde que te vi por primera vez, encontraras todo lo que necesitas. —La llevo de la mano hasta la habitación y de ahí al vestidor, le muestro donde están sus cosas, para luego proceder a vestirme también—. Saldremos a cenar para celebrar que ahora eres mía —indico para que se vista acorde.