Castigo

1581 Words
—¿Que me dan a cambio? —interviene la mujer mirando al rey Federic que aunque no es tan apuesto como su esposo no es de mal ver. Federic es un hombre alto, de cabello n***o u cuerpo muy bien trabajado. —Lo que desees, hermosa. Soy un hombre muy poderoso. —Zurek mira amenazante a su esposa. —Quiero volver a mi pueblo, deseo irme de aquí. —Zurek niega apretando sus puños. —Eres mi esposa no seas estúpida piensa en tu pueblo —Aquilegia ríe fuerte. —Puedo ser tu ex reina, querido. Ya te di lo que deseabas de mí, mi pureza, tú me has convertido en este esperpento humano. Necesito sexo a todas horas, solo por que tu así lo deseas. —comenta enojada con Zurek y con ella por lo bajo que ha caído, pero si ese rey le devuelve su libertad por acostarse con ella, no tiene nada que perder. Ya lo perdió todo. —El único problema es que Zurek no está dispuesto a venderme tu libertad. —explica Frédéric—. ¿O me equivoco? —Tienes toda la razón, ni el cuerpo y mucho menos la libertad de mi mujer está en venta, aún. —aclara—. Guardias. —grita a sus hombres—. Lleven a la reina a su habitación y por nada del mundo la dejen salir si no quieren terminar muertos. Los hombres asiente tomándola por los brazos para arrastrarla. —No me toquen, yo puedo caminar sola. —esta pone sus pies en el suelo dejando ver su desnudez con elegancia. Aún con sus pechos marcados los espectadores la encontraban una mujer hermosa. —Si logra convencer al rey Zurek a que le venda mi libertad no me negaré a estar con usted. —le dice al rey cerca de su oído, rozando sus pezones en su pecho. Frédéric gimio al sentirla tan cerca. Su olor era excitante, la deseaba. —Buscaré la manera de conseguir su libertad. —gruñe el hombre haciendo reír a Aquilegia. Hombres, definitivamente solo conseguirá lo que desea por medio del sexo, pues así será. Zurek lo perderá todo por pensar con la cabeza de abajo. Salió con su frente en alto, mostrándose segura. Si algo había aprendido en esos días era que podía conseguirlo todo por medio del sexo salvaje. Entendió que su cuerpo estaba caliente por algo que le proveen que junto al vino del rey la ponía cachonda, por lo mismo va a pedir que le llevaran una a su habitación, en las noche que Zurek no llegue o requiera de su presencia, buscará aliarse con guardias y hombres importantes llevándolos a su cama. Él no sabe el monstruo que acaba de crear. Ella puede ser más astuta que él. Aquilegia entra a su habitación con una sonrisa de lado a lado. Estaba feliz pronto estaría nuevamente en su pueblo, porque lo conseguiría. Ese rey la va a ayudar así tenga que fornicar con todos los invitados y entre todos le hagan una emboscada a Zurek. —Pronto nos vemos, Joskalia. —dice tirándose en su cama aún caliente pero feliz. ****** Por su parte Zurek una vez su esposa sale de la habitación tomó su espada y la puso en el pecho de Frédéric, quien solo miro a Zurek con sorna—. Nunca estarás con mi mujer. —Eso lo veremos, siempre hay un precio, y encontraré el tuyo. Quiero que me la chupe como te la chupaba a ti. —escupe el hombre deseoso de la boca de la reina. —Nunca, ella es mi mujer y la futura madre de mis herederos y nadie a excepción de mí, podrá tocarle un pelo. —este empuña más su espada, estaba dispuesto a todo por su esposa. Ella es suya y aunque ella quiso herir su orgullo lo que provocó fue desatar su ira. —Bien, pero si te cansas de ella sabes que estoy dispuesto a pagar lo que sea. —Zurek pasa la punta de su espada por la piel cortándole. —Quiero que te vayas en este mismo instante de mi reino. Tú y todos los que deseen a mi reina. —grita señalando la puerta—. Todos los caballeros comenzaron a vestirse para salir, pues sin duda cualquiera de ellos pagaría con su reino por tener a la mujer en su cama aunque sea una noche. Zurek estaba que echaba chispa, quería matarlos a todos por atreverse a ver a su mujer como un objeto. Tomó de su botella de vino sintiendo como su coraje corre por su cuerpo, Aquilegia le va a pagar por su atrevimiento. Ella tiene que entender que él es su único dueño. —Guardias. —grita una vez salen los hombres. —Su majestad. —dice uno de sus guardias. —Preparen la mazmorra, la reina será castigada por lo que hizo. Luego la llevan allá, yo bajo más tarde. —los hombres salen para hacer lo que él rey le pidió. Zurek vuelve a beber del vino, esa noche su reina le suplicara que la perdone por la estupidez que hizo, nunca volverá a atreverse a retarlo de la manera que lo reto frente a sus homólogos. Una vez le avisaron que ya la habían encerrado en una de las mazmorras del castillo este se dispuso a bajar. Abre las rejas del lugar y entra con una sonrisa triunfante. —Pensaste que te librerías de mi, zorra. —Aquilegia levanta su mentón. —Tenía que hacer el intento. —contestó altanera. —Esta noche me vas a suplicar perdón.—dice Zurek preso del coraje. —¡Ay por Pal! Yo nunca haría tal cosa. —Zurek ríe fuerte. Toma una de las cadenas con grilletes y la pone en una de sus manos. —¿Qué haces? —pregunta incrédula. —Comienza tu castigo mi reina, ¿que pensabas, que me humillarias frente a todos y te lo dejaría pasar? —Eres un imbécil. —grita forcejeando, pero Zurek le lleva ventaja en fuerza. —Vas a aprender a respetar a tu marido a las buenas o a las malas. —Este la toma del cabello para hacer que lo mire a los ojos—. Entiéndelo Aquilegia, tú cuerpo me pertenece. —Este muerde su labio inferior. Tú eres mi mujer, la reina de Uspavonka, ya olvídate de Joskalia, ya tienes que olvidarte de esa aldea. —Yo no puedo, yo amo a mi gente. —Zurek niega. —Si sigues haciendo estupideces voy a pensar que no los amas, pues los voy a mandar a exterminar a todos. —dice este sabiendo que ese es su talón de aquiles. —No puedes hacer eso, ya tomaste mi virginidad. —lloriquea Aquilegia. — Tú te portaste muy mal y yo te lo advertí, tu gente sería quien lo pagará. —Aquilegia se pone de rodillas. —Por favor, no, yo no lo vuelvo a hacer, libera a mi gente y te prometo ser la mejor reina. —Zurek niega. —Ya lo perdiste todo hasta mi confianza, no creo en tu palabra. Ya lo hiciste una vez, quién me garantiza que no lo volverás a hacer. —explica llevando el jarrón con vino a su boca para beber directamente de él.. —Lo prometo, seré una reina sumisa, haré lo que me pidas, pero no hagas nada en contra de mi pueblo. —Zurek se siente satisfecho. Claro que no hará nada al pueblo, con ellos podrá siempre mantenerla a sus pies. —¿Qué estás dispuesta a hacer? — pregunta victorioso. —Lo que tú me pidas. —contesta rendida. No puede cargar en su conciencia la desdicha de su pueblo. —No sabes como me excita verte así, de rodillas a mis pies. De hoy en adelante te quiero en mi habitación desnuda y de rodillas cuando llegue. —Aquilegia asiente llorosa. —Lo que me pidas, pero promete que mi pueblo estará bien. —pide ella sin importarle nada. Ya lo perdió todo. Su orgullo, su virtud, su vida, solo le queda preservar a su gente. —Nada les pasara mientras tú sigas así de sumisa. —Se para frente a ella y de un movimiento rápido saca su polla erecta—. Chupa, te daré de beber. Aquilegia completamente humillada, abre su boca pues no puede tomarlo con sus manos ya que las tiene atadas a cada lado. Zurek se hunde hasta donde puede y comienza a follar su boca con deseos, verla allí indefensa, atada sin poder moverse le excita mucho más. Haría de ese su lugar de tortura favorito. Se escurre en su boca haciendo que esta no pueda beberlo todo y sus simientes bajen por su cuerpo hasta sus grandes pechos. —No sabes lo rica que te ves así, desnuda y dispuesta a complacerme. La ayuda a ponerse de pie para tocar sus pliegues. Zurek sonríe satisfecho—. Eres una perra divina. —lame sus dedos empapados de los jugos de su mujer—. Eres mi zorra, solo mía. —advierte pellizcando uno de sus pezones—. Repite lo, quiero escucharlo de tu boca. —Soy tu zorra, solo tuya.—dice gimiendo de dolor y placer al mismo tiempo. —Vuelve a repetirlo hasta que se te grabe en esa cabecera. Nunca saldrás de este castillo. Vivirás en mi habitación, serás mi recipiente de semen para toda la vida.
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