Invasión

1559 Words
Gustel se toma su tiempo disfrutando de su vista, ver a su reina acostada completamente desnuda y con sus piernas abiertas sólo para él era un sueño hecho realidad. Estaba tan extasiado de ver cómo su pecho sube y baja por su respiración pesada. Quería grabar cada facción e. Su mente. Vuelve a rodar su glande con su pliegues posicionándose en su centro. Tomó sus muslos para levantarlos un poco y cuando iba a empujar en sí interior la puerta de los aposentos de la reina se abre exponiendo su desnudes ante sus invasores. Gustrel sale de la cama para observar a los hombres. Que se quieren comer con la mirada a su reina, quien aún yace con su cuerpo desnudo sobre la cama. —¿Quienes son ustedes? —Pregunta mirando el escudo en sus armaduras. Aquilegia enseguida busca cubrir su cuerpo pero ya era tarde. Zurek sonríe ladino al ver a la mujer completamente desnuda y empapada. Aquilegia se levanta buscando ponerse algo de ropa, pero los hombres de Zurek fueron más rápidos y los apresaron a ambos amantes. —Quiero pensar que son los reyes de este vulgar pueblucho. —dice Zurel acercándose a ella. Aquilegia niega levantando su mentón. —Yo soy la reina y mi pueblo no es vulgar. —dice apretando su mandíbula. Zurek ríe fuerte, debe reconocer que la reina es una mujer hermosa, igual le puede servir de esclava s****l, seguro que su experiencia le conviene. —¡Sueltala!—gruta Gustrel y Zurek hace señas para que lo saquen de la habitación. —No, dejen a la reina en paz. —va gritando mientras sale de la habitación a fuerza de espada. —Déjalo, él solo es un consejero. —dice Aquilegia mirando a su oponente. —Tú ya no eres la reina de este lugar. —Zurek la lleva hasta el balcón de su habitación donde ve su pueblo arder en llamas. Una lágrima baja por su mejilla. Entraron como ladrones en la noche y atacaron mientras todos dormían—. No queda nada de tu mugroso pueblo ya no tienes nada que hacer aquí. —dice Zurek excitado. —Eres un maldito. —escupe la joven mujer. Zurek vuelve a reír fuerte. —Todos me lo han dicho. —dice con sorna—. Pero a diferencia de los demás te voy a dar una oportunidad para vivir. —dice deseando a la mujer, pero estaba en guerra y no podía darse el lujo de empotrarla allí mismo. —¡Oh que honor! —escupe con sarcasmo la chica. Zurek la toma del cabello para hablarle al oído. —Esta maldita boca chupará mi v***a y ese delicioso trasero la recibirá porque serás mi esclava, serás parte de mi harén. —Aquilegia niega pero este en vez de decir otra cosa la toma del brazo para sacarla de la habitación así, como el dios Pal la trajo al mundo. No le dio la oportunidad de ponerse ropa, más la paseó por todos lados mostrando su cuerpo perfecto. Al salir del castillo vio como su pueblo estaba devastado. Sus mujeres e hijos lloraban al lado de los cuerpos custodiados por hombres que amenazan su vida. Aquilegia miraba toda la escena con dolor. Su pueblo no podía ser derrotado. Todo por su culpa. Ella no estaba allí para desear a un hombre sino para proteger a su pueblo y le falló. Una fila de hombres de rodillas amarrados como esclavos estaban frente a ella. La sonrisa de Zurek se ensancha al ver la devastación. — ¿Quién demonios es usted? —pregunta con voz fuerte y determinada de saber a quién le debe el dolor de ver su tranquilo pueblo en ruinas. —Soy el rey Zurek de Uspavonka y desde este momento tanto tú, como lo que quedó de tu aldea me pertenecen. —dice seguro de sí y Aquilegia ríe fuerte. —Primero tienes que matarme. —dice fuera de si, su dolor era muy fuerte. “Esa niña no sabe con quién se está metiendo, pero debo confesar que me gusta” —piensa sin borrar su sonrisa. Aquilegia es una mujer sumamente hermosa y en la guerra puede que pierda la vida. En todos los reinos que ha conquistado no había visto mujer más hermosa que ella. —Eres muy ingenua si piensas que te voy a matar, entiende que ya perdiste a tu mugroso pueblo, ahora soy su único rey. —expone tranquilo. —Te voy a matar, juro que voy a acabar con tu vida. —jura Aquilegia sintiendo como sus lágrimas bajan por su rostro. —Mis hombres tienen instrucciones claras, si muero ellos se llevarán conmigo a toda tu aldea, pero no me interesa pelear, necesito esclavos y veo que aquí tengo a muchos en buena condición para ello. —dice señalando a los prisioneros. —Suéltalos o no respondo. —dice amenazante la mujer que aún no se da por vencida. Ella tiene vida y eso le basta para saberse ganadora. Zurek vuelve a reír fuerte el reina la aldea rodeada y ella no tenía ninguna posibilidad de atacar. Le hace señas a sus guerreros quienes traen a Gustrel que como ella tiene esta desnudo. Lo ponen de rodilla frente a todos. —Ves como tú … —Zurek mira a Gustrel—. ¿Quién eres? —pregunta con sorna. —Él no es nadie, no tienes que hablar con él, solo conmigo. —contesta Aquilegia nerviosa — Él es tu amante. —asegura sin entender por qué el hecho de saber que la reina tiene un amante le causa coraje. Aquilegia niega repetidas veces, pero este puede leer la verdad en la mirada del hombre. —No, es solo mi consejero. —contesta Aquilegia sin confesar que era su primera vez. A él hombre no le importaba lo que había pasado en esa habitación—. Bien, déjalo, estoy dispuesta a escucharte ¿Qué propones? —Zurek sonríe triunfante. La mujer será su trofeo. —A ti, por tus aldeanos. —dice sin pensarlo tanto, desde que la vio la imagino en su cama entregándose a él una y otra vez gimiendo hasta el cansancio su nombre. --. Yo, Zurek de Uspavonka liberó a tu pueblo si te entregas como mi esclava a cambio de su libertad. — ¡No! —grita Gustrel poniéndose en evidencia. Este no iba a permitir que su reina se sacrificara por ellos. Zurek lo mira con desprecio. Zurek levanta su espada para amenazar al hombre que se ganó el desprecio del rey, solo por haber estado en el lecho de la hermosa reina. —Mátenlo —ordena este último y sin más uno de los hombres del malvado rey dio dos pasos hacia al frente para traspasar su daga por el cuello del hombre que cayó en el suelo muerto en el instante. Aquilegia corre hasta Gustrel para tomar su cuerpo empapado en sangre entre sus brazos. —Eres un malnacido. —grita Aquilegia llena de rabia. —Ya sabes de que soy capaz si no me obedecen, no me voy con rodeo, es tu momento de decidir, ¿tú o tu pueblo? —escupe el rey tomándola por el pelo para alejarla del cuerpo sin vida del hombre que horas antes le regalaba placer—. No me caracterizo por ser un hombre paciente. Aquilegia mira a su pueblo devastado. Algunas casas hechas cenizas, suspira al ver el rostro de su gente. —Sólo si prometes dejarlos en paz. —Zurek niega. —No has entendido nada mi hermosa reina Aquilegia, Joskalia ahora pertenece a mi reino, solo que los dejaré libre para que trabajen si tú te vas conmigo sin luchar, en cambio si tú decides pelear la aldea quedará completamente desolada. Queda de cuanto ames a tu gente o aprecies la vida de estas personas. —Aquilegia miro a los niños y ancianos. Todo era su culpa, debió hacer caso a su preocupación y no dejarse convencer de Grutel. Su fiel consejero ahora estaba muerto por su culpa. —Está bien, me sacrificaré e iré contigo, pero si me entero de que hiciste algún mal a mi gente yo misma te cortaré la garganta. —esa declaración excitó de una manera sobrenatural a Zurek quien en ese momento la deseo más que nunca en su cama, sumisa, cumpliendo cada fantasía que se le ocurriera, definitivamente se tomaría unas semanas para quitar el deseo que le nace verla así de altanera. —Ya escucharon señores. La reina habló, suelten a los aldeanos. —este la toma del brazo, para comenzar a caminar —. Tú te vas conmigo. Zurek arrastra a Aquilegia hasta su caballo. La toma por la cintura para subirla. Está rígida, llena de coraje y eso le gusta. No irá a su harén, la convertirá en su amante y es una lástima que ya no conserve su virtud, pues solo puede hacer reina a la mujer que lleve a su primogénito, la ley dice que solo una virgen puede tener al próximo rey, pero por el momento disfrutará de su cuerpecito de sirena. Nunca había conocido a una mujer con más agallas e inteligencia. Zurek custodiado de diez guardias monta en su caballo junto a Aquilegia aún desnuda en su regazo para emprender su camino nuevamente hasta Uspavonka.
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