Mazmorras

1677 Words
Zurek que es un hombre muy caliente y experimentado no dijo nada más, solo la torturó un poquito para hacerla mojar sus pliegues, en esos días se ha vuelto adicto a su infernal olor a sexo. Aquilegia se sintió sobrepasada, si no avanzaban a llegar su juicio la abandonaría y le pediría que la poseyera. Han sido dieciocho días sintiendo su polla dura en sus nalgas, viendo y sintiendo diferentes sensaciones. Pasaron por un pueblo próspero, herreros, mercaderes y muchas personas caminaban por doquier. Las parejas no se esconden para realizar sus muestras de amor o deseo. Todos los miraban con desprecio. Aquilegia bajó la mirada avergonzada, pero Zurek tomó su mentón para volver a levantarla para que esta viera todo lo que allí pasaba. Aquilegia quedó sorprendida al ver como dos mujeres besándose sin ser interrumpida, era la primera que veía tal cosa, más adelante vio a otra sentada sobre el regazo de un hombre que chupa sus pechos mientras otro folla su boca. Sintió calor al ver todas esas escenas. Se sintió enferma en ese momento, en su pueblo solo había visto relaciones hombre y mujer. Llegaron al castillo, Aquilegia no podía negar que era mucho más grande que el de ella. Tenía más de cincuenta habitaciones. Desde afuera Zurek le hace mirar la estancia. —Cómo ves, mi castillo tiene tres estancias, la principal, allí vivirá mi próxima reina, la madre de mis herederos. La de la derecha es la de mi harén, donde terminarás cuando termine de satisfacer mis deseos y la izquierda la de los invitados, visitaras muy amando esa, ya que pretendo compartir con mis amigos. —explica el rey. —perfecto, tal vez alguno de tus amigos me vea y quiera comprarme para su deseo personal o tal vez, solo tal vez me guste más como lo me lo haga. —Escupe furiosa, pero con deseos de lastimar su ego. —No digas estupideces, tú eres mía y solo yo te voy a poseer. —declara Zurek más allá de su mente. — ¿Y quién me garantiza a mí que me dejarás satisfecha? —pregunta enfureciendo más al rey. —Yo te lo garantizo, pedirás que no te dé más, te daré tan duro que no te quedará más que suplicar que pare. —escupe bajándose del caballo enojado. La ayuda a bajar y entra de mala gana a la estancia donde los esperan los empleados. —Azael, lleva a la nueva esclava a la mazmorra, amarrala de manos. —el hombre mayor asiente. Aquilegia lo mira aterrada, a la mazmorra, pero es un imbécil. —Te veo más tarde querida. —El hombre la toma del brazo para arrastrarla hasta el oscuro lugar. Aquilegia escucho como las ratas se pasean por el lugar. Cuando la ve a una distancia considerable ve a Silvana la hechicera de palacio. —Silvana, ven a mi despacho. Los demás pueden seguir en sus labores. —La mujer de unos cuarenta y tantos años, camina detrás de su rey. Silvana es una mujer mayor que era de los pocos empleados que él sabía que eran fieles a él. Entran a la estancias llena de papiros y se sienta frente a su escritorio de roble. —Necesito que busques uno de tus brebajes afrodisíacos, quiero una divina noche con esa afrodita, necesito que me desee, que esté más caliente que yo a la hora del acto. Quiero escucharla suplicarme. —Tengo uno infalible mi señor, puedo mezclarlo en un caldo de pollo junto a un anticonceptivo que puedo ordenar pongan siempre en su jugo del desayuno evitando herederos indeseables. —Zurek se siente satisfecho. —Eso me parece muy bien, dile a Calixa que baje a revisarla, quiero que esté perfecta, denle un baño de aceite y leche. —La mujer asiente y sale para cumplir las órdenes de su rey. A la mazmorra entraron Calixta y Silvana con vasijas y trapos para lavar el cuerpo de la mujer y de una vez examinar que esta no tuviera piojos y otra cosa. —El rey ordena que Calixta verifique tu salud. —No me interesa nada de eso. – Silvana va hasta Aquilegia y con una sonrisa conciliadora. —Él solo quiere saber si estará bien para su noche, no quiere lastimarla. —Aquilegia rendida asiente y se deja verificar por la curandera del palacio. Quien por la posición toca sus pechos, palpa su abdomen y sube una pierna para ver que no tenga ulcera ni nada en su sexo. —En cuanto le digamos al rey sobre su condición de salud traerán su comida. —Aquilegia asiente, qué más da, de allí no va a poder salir hasta que el logre su cometido. Luego de informarle al rey que todo estaba en orden, Silvana bajó para llevar su comida, caldo de pollo, jugo de limón para disfrazar el amargo del elixir para prevenir embarazos, puré de patatas, res asado y termina con frutas de los huertos, uvas, fresas y arándanos picaditos. Se lo dio en la boca, pues el rey prohibió que le quitaran los grilletes de sus manos. Aquilegia comió con desespero, no se dio cuenta del sabor a hierbas del caldo, solo comió hasta abastecerse. Estaba completamente desnuda, sintió una rata caminar por su pie y grito de temor. El lugar estaba en penumbras. Escuchó una estruendosa risa y blanqueo sus ojos al saber de quién se trataba. Zurek salió de su habitación luego de haberse dado un baño satisfecho con lo que le dijo Calixta. La mujer estaba lista para recibirlo, según Silvana ya le había dado las hierbas. Lo que pronto comenzaría a hacer efecto, pero la castigaría, la haría suplicar por su invasión. Aquilegia se humillaría para que este la comiera y luego de haber doblegado su alma sería su sumisa. Bajó en silencio hasta la prisión donde la tenía. La escucho gritar y río fuerte. Tan brava y teme a una rata inmunda. —Vaya, ¿cómo se encuentra la reina de las miserias? —pregunta con sorna Zurek. —Pudrete. —escupe Aquilegia y este vuelve a reír. —Te ves tan hermosa así, tan vulnerable. —Este abre las rejas del húmedo lugar. Eres muy hermosa. —dice tomando una fusta de cuero para delinear su cuerpo. Aquilegia no tenía que envidiarle el cuerpo a nadie. Ella tenía unos pechos perfectos, unas caderas hermosas y un abdomen plano donde se imaginó vertiendo su leche cada cuanto. Aquilegia cerró sus ojos al empezar a sentir un cosquilleo extraño en todo su cuerpo. Especialmente por donde Zurek pasaba su fusta. Zurel sintió la tensión en su cuerpo y se acercó para llevar uno de sus pechos a su boca succionando a su antojo. Aquilegia quien solo llegaba a poner la punta de sus pies en el suelo trato de zafarse de su boca pero este fue más rápido y le dio un fustazo en sus nalgas haciendo que esta aullar de dolor y excitación al mismo tiempo. Zurek se excitó con su aullido y le dejó caer en su otra nalga. Esta vez Aquilegia no chilló sino que gimió al sentir su centro empaparse. —¡Oh, si! Eso te calienta. —Vuelve a azotar esta vez la cara interna de sus muslos haciendo que esta gima fuerte—. Pídeme que te haga mía. —Aquilegia niega podía morirse de deseo pero nunca le entregaría su virtud a un inmundo rey como Zurek, un patán a todas luces. —Primero muerta. —dice sintiendo como su coño late fuerte. Eso es un gran problema pues ahora que conocer el placer del orgasmo lo desea cada vez más. El calor en su cuerpo la está quemando. —Vamos, ruégame para que mi polla entre en ese caliente coño. Este pasa sus dedos por sus pliegues sintiendo sus fluidos. —Eso nunca pasará. —Escupe entre un gemido. Zurek ríe fuerte, la torturará. Había sentido como ella se había tensado cuando vió todo tipo de relaciones al entrar a Uspavanka. Llamó a uno de los guardias para que trajera a dos mujeres. Este trajo a dos esclavas de la cocina muy interesadas en entrar al harén del rey. —Mira lo que traje. —dice mostrando la las dos mujeres que vestían humilde. —No les hagas nada. —pide Aquilegia sintiendo como su cuerpo se sentía más caliente cada minuto que pasaba. —No les voy a hacer nada de lo que ellas no deseen. —acarició los pechos de las mujeres sin reservas, las chicas se miraron y rieron—. Besense hermosas, demuéstrale a nuestra nueva invitada como se hace en Uspavonka. —sugiere y estas comienzan a besarse mientras quitan sus ropas. Aquilegia las vio anonadada, lo hacían con tal naturalidad que hasta se sintió atraída por el deseo. —Zurek quitó su pantalón y una de las chicas se puso de rodillas para atender su m*****o deseoso. Aquilegia sentía como sus jugos bajaban por su muslo, su coño late fuerte. Necesita llegar al orgasmo. Zurek comenzó a follar la boca de la chica. Toma el cabello de la otra para que ambas compartan su longitud. —Mira como desaparece en su boca, siente como se seca tu boca por tenerlo. —va diciendo mientras disfruta de la boca de ambas chicas. Aquilegia sintió deseos de ser ella quien lo chupe. Negó ante sus pensamientos Zurek terminó en el rostro de estas. Aquilegia gimió fuerte al verlo. —Dime que te gusto. —Zurek se acerca a ella para rozar su rostro entre sus manos y besarla fuerte. —Rogarás para que te haga mía. —Aquilegia niega. —Primero muero aquí antes de pedirte tal aberración.—Zurek niega con una sonrisa. —Eso lo quiero ver. —vuelve a besarla esta vez mordiendo su labios y salió de la mazmorra pidiendo que la suelten y le lleven algo de ropa. El conoce que las mazmorras son muy frías en las noches y tampoco es que desee que muera por una imprudencia suya.
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