—Para donde va mi hermosa esclava de mis peores deseos. —susurra meloso.
— ¡Oh, ya no soy la zorra! —exclama Aquilegia y este blanquea sus ojos.
—Eres mi zorra, mi reina, mi perra, mi esclava, mi sumisa, todo lo que yo quería que seas, ahora quiero que seas la esclava de mis deseos y te dediques a darme placer. Aún nos faltan algunos días y mis bolas colapsan si no te poseo pronto. —explica el rey apretándola a él para que sienta cómo su m*****o late en su espalda.
—Nunca seré tuya. —escupe Aquilegia forcejeando para que la suelte.
—Nunca digas nunca, zorrita. Si no recuerdas ya te probé, tus pliegues probaron mi boca, mi lengua te saboreo completa y hasta te di un rico orgasmo. Así que me debes uno. Me debes chuparlo rico hasta qué me corra o mejor aún, ¿Por qué no me das ese culito rico? —dice apretando sus nalgas.
—En tus sueños. —Aquilegia va a salir de su escondite cuando este la sube a una de las rocas que hay.
—Sí, en mis sueños te subo a esta roca y te la chupo entera. —Aquilegia se tensa al sentir su calor sobe su sexo—. Abre más tus piernas para tu rey. —Aquilegia se niega a hacer lo que este le pidió, pero este se las arregla para rozar con su lengua la hendidura de su coño apretado por las piernas de la mujer. Zurek ejerce fuerza para abrir más las piernas de la débil mujer pudiendo ver que a pesar de su resistencia estaba cristalizada por sus fluidos—. Déjate llevar y disfruta. Soy tu esclavo en este momento. —comenta el hombre antes de comenzar a degustar el fruto prohibido entre sus piernas.
— ¡Oh, por Pal (deidad de su tribu que representa al amor)! —gime Aquilegia al sentir uno de los dedos del rey hundiéndose en su caliente coño.
— ¡Oh, sí, disfruta! —pide el hombre totalmente extasiado con los gemidos de la mujer—. Siente como sus espasmos comienzan a apretar el dedo del inmundo rey y se vuelve a tensar pues ella es pura, cómo puede disfrutar de esa intromisión sin dolor. Por su mente pasa la duda, pero niega al recordar que Gustrel no llegó a traspasar esa barrera. Aún lo es, aún se conserva virgen y no se puede permitir esas flaquezas. Aquilegia se tensó y este se alejó de ella al sentirla sacudirse.
—Suéltame —pidió tratando de bajar de la roca donde este la había sentado. Aquilegia logra su cometido sumergiéndose en las profundas aguas. Zurek la siguió y cuando llegaron a la orilla la tomó por el codo para detenerla.
—Qué demonios te sucede, mujer. —grita mientras la enfrenta con su mirada furiosa.
—Nada, nunca más vuelvas a acercarte a mí de esa manera. —exige está deseando estrangularlo.
—No tienes ningún derecho a prohibirme ser tu amante, pues serás mi esclava, no puedes exigir que no use tu endemoniadamente delicioso cuerpo como me venga en gana. —explica apretando sus dientes. Odia que lo rechacen y esa mujer lo ha hecho más de una vez. Él puede contar con cualquier mujer de su harén, de alguna taberna o quien se le antoje y nadie pone resistencia, solo ella, pero la va a enseñar a respetarlo, lo va idolatrar. De seguro nunca le ha dado tanto placer como él se lo dará. Ninguna mujer se queja a la hora de hundirse en ellas.
En su reino el sexo es una prioridad. Quien no le pueda dar buen sexo a su compañero es decapitado. No hay reglas, solo se deben desear para poder fornicar. Este le envía a dar brebajes a sus esclavas para hacer divinas orgías. Mujer contra mujer, hombre contra hombre, mujer contra hombre. Él disfruta de verlos coger en las fiestas de su corte mientras él escoge a cualquiera para follarla. Ya esos tiempos pasarían, porque él debe buscar una reina que le de su heredero y ella es la que dusfrutara del buen sexo hasta quedar embarazada o al menos hasta que se canse de su delicioso coño.
—No, prefiero morir a ser tu mujer. —se sincera la joven mujer humillando al hombre aún más.
—No entiendo qué demonios te pasa, pero si bien que estabas disfrutando mientras te comia como la fruta más deliciosa. —escupe lleno de coraje recordando los gemidos de placer que salían de su boca.
—No te me acerques. — pide la mujer y Zurek niega.
—Bien, pero eso no quedará así, me vas a complacer en algún momento. —este se pone en lucha con su m*****o para ponerse la ropa y así llegar lo más pronto posible a su reino. Allí la encerrará en una de las mazmorras y la hará gemir de tanto placer, ya luego que se canse de castigarla la enviará a su harén y la usará y prestara a su antojo.
—Por Ray (dios del sol), no me toques. —pide Aquilegia repeliendo.
—No dramatices mujer, no pasará nada que ya no te hayan hecho. —Aquilegia niega sin decir nada sobre su pureza, a nadie le importa la poca experiencia que posee.
Zurek aguantó su deseo como todo un macho alfa, durante gran parte del camino. Solo hizo una sola parada para comer ya que escucho el estómago de su compañera de viaje grujir. Ellos por lo general llevaban víveres, pero ella de seguro no estaba acostumbrada a comer lo que tenían en las fundas atadas a los caballos. La vio comer con desespero, esta vez en una mesa alejada del bullicio de la taberna. Comió frutas y pescado. Zurek la miraba con deseos, vio cómo se llevaba una fresa a su boca y deseo que fuera su v***a la que remplazara ese fruto.
—Necesito desfogarme porque si no te cojo aquí mismo. —dice tomando su m*****o palpitante en sus manos para mostrárselo a la joven mujer quien trago grueso al verlo, realmente Zurek en su pueblo hubiera podido pedir hasta dos mujeres por su tamaño. El malvado rey llama a la mujer de la taberna para que le enviara a una chica.
—No vas a hacer eso frente a mí, ¿Verdad? —Zurek que no le tenía miedo al éxito y asiente.
—Sí, necesito que me lo chupen para que te enseñen cómo es que me gusta o mejor aún, porque no mejor te pongo de rodillas a ti. Así que es ella o eres tú. —Expresa viendo como una doncella llega hasta ellos.
Zurek saca su larga v***a y ordena a la mujer se arrodille frente a él. Esta lo hace pronto abriendo su boca grande para al menos cubrir el glande de este y con sus manos estimularlo mientras los succiona.
—Eso maldita perra, abre más esa boquita. —gruñe improperios mientras siente las manos de la mujer masturbarlo.
— Eres repugnante. —escupe Aquilegia presa del coraje y el desprecio por partes iguales. Se veía arrogante y nauseabunda la mujer que disfruta del órgano masculino del hombre, mientras este lanza improperios y jadeos. Ver como desparrama su simiente en la boca y cara de la chica no ayudó a su salud mental.
Ella aún no sabía lo que era un hombre poseyéndola, pero si recordó la simiente caliente que bebió del m*****o de su consejero. Sintió una sed que no se calma con agua, era una sed única. Cuando acabaron volvieron a emprender el camino ya solo faltaba un día para su llegada. Zurek se acerca a su oído para lamer el lóbulo de su oreja haciéndola sentir escalofríos.
— ¿Qué piensa de mi v***a? —pregunta nuevamente excitado. Aquilegia se encoge de hombro restándole importancia, nunca le diría lo piensa de ella.
—Igual a todas, supongo. —lo escucha reír fuerte. Está loca si piensa que su misil es igual al de otros hombres. El tiene muy buenas razones para saberse un hombre completo.
—Eso lo dices porque aun no me has tenido en tu interior dándote placer. —comenta el experimentado rey haciendo que esta enfureciera por no saber disimular su impresión.
—Eso nunca pasará, prefiero la horca a dejar que me poseas —sostiene la mujer con su mentón en alto.
—Tranquila, que no pasarás por la horca, vas a pasar por mis mazmorras para que aprendas a obedecerme, ya sumisa pasarás a mi harén y mi cama, tal vez por la cama de mis invitados, solo tal vez. —lleva una de sus manos a uno de los pechos de la mujer haciendo que esta cierre sus ojos y apriete sus piernas fuerte.