Perlita se echó a reír. —Sin importar su edad, ¡las mujeres te consideran irresistible!— le dijo en tono de broma. El Marqués se sentó en una silla junto a la chimenea, con Caro en sus rodillas. —¿Y qué me dices del número tres?— preguntó, mirando al bebé que ella estaba bañando. —Este es Thomas— explicó Perlita—. Sólo tiene un año así que todavía no es un gran conversador. Como si Thomas comprendiera que lo estaban menospreciando, dio un manotazo en el agua y salpicó el rostro de Perlita. —¡Eso te enseñará a no ser criticona!— comentó el Marqués riendo. De nuevo vio sus hoyuelos, cuando se limpiaba la cara. Levantó al bebé en brazos y lo envolvió en una gruesa toalla que había calentado en la rejilla que estaba frente al fuego. Era una escena muy familiar, pensó el Marqués; una es