CAPÍTULO IV Perlita se miró en el espejo, examinando su nuevo vestido con ojos severos. Desde su llegada a Londres había aprendido mucho sobre los dictados de la moda. Aunque hasta entonces no se había interesado mucho en la ropa, ahora, al contemplarse, comprendía que la nueva moda la favorecía bastante. Los vestidos de noche que dejaban los hombros desnudos le daban una apariencia elegante desconocida por ella, mientras que el talle ceñido revelaba la incipiente madurez de sus senos. Su diminuta cintura se acentuaba por la falda amplia sobre innumerables enaguas de seda. Su banda era plateada, como sus zapatillas. Se le veía etérea y joven. Se volvió del espejo para decir a su doncella: —Me pondré el juego de perlas y brillantes, esta noche. Las esmeraldas son demasiado pesadas, cr