CAPÍTULO II —Todavía no— contestó el Marqués, susurrando—. Tendrá que salir de la hostería y él la estará esperando. Miró a la muchacha, vio que estaba temblando de frío y miedo. —Acérquese al fuego— le dijo—. Cuando se haya calentado y se sienta mejor, podremos hacer planes. Se acercó a una mesita, tomó el vaso de vino que tenía en la mano cuando sir Gerbold había entrado en la habitación. —Lamento que tenga que usar mi vaso— dijo con una débil sonrisa—. Pero ésta no es una hostería muy lujosa que digamos. —No… necesito beber… nada gracias— contestó la muchacha, pero sus dientes castañetearon. —El vino la hará entrar en calor— aseguró él, insistiendo con seguridad y firmeza—. ¡Beba un poco de él! Por el hábito de la obediencia, tomó el vaso que él le ofrecía y se lo llevó a los la