7 | Mía

3475 Words
Akron no midió las consecuencias de lo que hizo. Cuando vio que se le peleaban por ella, que la tocaban, que la miraban con morbo y que estaba como un cachorrito en medio de una estampida, tuvo que actuar. Sus instintos salieron a flote y rompió la botella en el borde de la barra. Caminó, solo mirando el objetivo que debía destruir, y le clavó la botella en el cuello hasta que el alma abandonó su cuerpo. No se detuvo a pedir explicaciones, ni a preguntarle a Violet cuál era su maldito problema. Como un robot, miró el otro objetivo y le disparó cuatro veces, el último letal. Su adiestramiento militar se percibió cuando los acabó sin sudar, sin pestañear y sin pensar en que no había una razón de peso para hacerlo. Se cegó. Ni siquiera pensó, o sí lo hizo, pero no por él, sino por esa chica que estaban repartiéndose como un puto botín. Su tío estaba cansado de gobernar, y en un tiempo pensó que dejarlo a él era una buena opción, hasta que lo vio acabar con dos de sus hombres como si fuesen basura. Vincent se consideraba un hombre lo bastante inteligente y justo, y cuando miró como sus hombres se peleaban por alguien que él creyó conocer, bajó para encontrarse con una ciénaga de sangre y a su sobrino cubierto de sangre y bramando como un animal porque tocaron a la jovencita. Ella estaba hipando, con las manos cubriendo su rostro y apenas sostenida sobre sus piernas, mientras sus hombres los rodeaban como si fuese una corrida de toros y el animal hubiese muerto. Akron mantenía el arma caliente en su mano y cuando rodó los ojos hacia Pantera, no sintió pena, ni temor, ni dolor, ni culpa. Él hizo lo que debía hacer. Él se lo dijo. “Si apreciaban su vida, debían saber que ella era intocable”. El mensaje fue claro y conciso para todos, incluyendo el que tenía la nariz rota y la sangre entraba a su boca. Fue una masacre solo por un maldito collar, y por una persona que no entendía razones. Fueron dos muertes que estarían grabadas en la cabeza de Violet por el resto de la vida. ¿Un crucifijo lo valía? Por supuesto que no, pero incluso en ese momento oscuro, Violet estaba aprendiendo de la vida. Vincent miró a Akron a los ojos. Él sabía quien era ella, y por qué se comportó como una bestia para defenderla. No era un secreto que Violet era la nueva adquisición de Akron, sin embargo, y para que todos pudieran entender por qué lo hizo, su tío, silenciando a todos en el bar, se dirigió a él. —¿Quién es la jovencita? —le preguntó a Akron. Akron movió los dedos sobre el arma e inclinó la cabeza hacia ella. Aun en su sed de sangre y ese deseo profundo por causar daño, Akron pensaba en ella, y en la necesidad de protegerla. —Ella es Violet —dijo Akron. Ambos miraron a la mujer. Aun tenía el rostro cubierto, por eso Akron, usando su mano ensangrentada, le quitó las suyas del rostro y todos miraron el océano de lágrimas en sus mejillas. La punta de su nariz era una fresa, y sus pómulos estaban enrojecidos. Violet temía tanto seguir allí dentro, que cuando Akron le quitó las manos y observó a todos los que la miraban como si ella fuese un tesoro por el que valía la pena pelear, y bajó la mirada al hombre en el suelo y al que estaba ensangrentado en la mesa, sintió esa punzada en el estómago de que había cometido un error, y que Dios la castigaba por su insensatez. —¿Así que tú eres la famosa Violet? —preguntó Pantera y ella rodó los ojos hacia él—. ¿Qué haces en mi bar, Violet? Violet miró a Akron buscando apoyo, ayuda, o algo. Akron era una especia de salvavidas para ella. Él había matado por ella, y eso era más de lo que alguna vez alguien hizo en su nombre. Akron le regresó la mirada y ella percibió el odio y la sed de sangre en sus ojos. Akron podía ser la mejor persona que alguna vez conoció, pero también podía ser el Anticristo reencarnado. —Hice una pregunta —repitió Pantera perdiendo la paciencia. Violet tragó saliva y se limpió la nariz con el borde del suéter. Tenía miedo por todos los que la miraban, y su voz apenas se escuchaba en medio de tantas personas esperando una explicación por la ruptura de una de las reglas más importantes del club. Las peleas solo eran válidas, cuando la disputa no se daba por robo, o por una mujer. El comportamiento de esos hombres y de Akron no era aceptado porque se estaban peleando por una. —Buscaba a Akron —susurró ella hacia Pantera. Vincent miró de nuevo a Akron. Conocía el temperamento de su sobrino, y lo cruel que llegaba a ser, pero él también conocía lo cruel que él era cuando sus reglas se quebraban en su presencia. —¿Akron no te contó lo que ocurre cuando pisas mi bar? Violet soltó un sollozo y apretó sus labios en una línea. —No es la primera vez que vengo —susurró de regreso. —Ni será la última, ¿o sí, Akron? —preguntó regresando la mirada a su sobrino—. Conoces las reglas. Te las acababa de decir. Akron apretó la mandíbula y el silencio de sus hombres era tanto, que sus oídos pitaban. El único sonido eran sus respiraciones o la cerveza bajando por sus gargantas. —¿Es tuya o no? —preguntó Vincent. Violet miró a Akron, y Akron le mantuvo la mirada a su tío. Akron sabía lo que eso significaba, y el problema que tendría si no aceptaba que fuese suya. Hacerla parte de él, no era renunciar al resto de las mujeres. Era tener control absoluto sobre ella, pero que ella también tuviese control sobre él. Se fusionaban de una forma extraña, pero que funcionaba cuando se compenetraban. —Es tuya, o será una puta —agregó Vincent—. Tu eliges. Akron no miró a Violet, y ella tampoco lo necesitó. La estaban rifando como si fuese un boleto de lotería. Ella era suya y quizás un poco de Dios, pero no era el premio que alguien obtendría. —¿Qué? —preguntó ella al escucharlo decir suya o puta—. Creo que es un error. Esto… Yo… Yo solo venía por mi crucifijo. Akron apretó el arma en su mano. —Cierra la boca, Violet —ordenó sin mirarla. Violet no podía callarse. Hablaban de ella. Hablaban de su vida. —Es que no entiendo lo que sucede —susurró ella temblorosa. Akron le mantuvo la dura mirada a su tío, y no le importó nada más que su propio honor y ego en ese momento. Lo que sucedería si él no la reclamaba como su primera mujer, era que cualquiera la tendría cuando quisiera. La harían una puta desechable, y al final quedaría un pedazo de carne putrefacto que le darían a los cuervos. Si se la dejaba a sus hombres, la volverían polvo, la violentarían y la convertirían en una perra drogadicta, y para Akron, ver como esa pequeña que conoció tantos años atrás en casa de Justin, era consumida, no era aceptable. —¿Lo harás o dejarás que sea la carnada de mis tiburones? —preguntó Pantera una vez más—. No esperaré toda la noche. Akron apretó más el arma. Todo se solucionaría fácilmente con un disparo en la cabeza a cada persona en ese maldito club, o un contundente disparo en la frente a Violet. Podía mentirle a Justin y decirle que la mataron en un intento de robo. No sería la primera vez que le mentiría. La vida que le contó a Justin era mentira, por eso la confianza de entregarle a su hermanita. Era sencillo matarla, y aun más sencillo mentirle, pero era más sencillo decir dos palabras que la condenarían o la salvarían de por vida. Akron no necesitó mirar hacia ella. Estiró su mano cubierta de sangre y tiró de su suéter para acercarla a su cuerpo. Akron no le rodeó la cintura con el brazo, ni la pegó a su pecho. La empujó hacia el suelo de rodillas, como si él fuese su Dios de allí en adelante. Las rodillas de Violet tronaron cuando cayó sobre ellas, y su cabello cubrió su rostro en medio del llanto que no dejaba de soltar. Estaba aterrada, nerviosa, y arrepentida de sus actos. —Lo haré —gruñó Akron con la mano enroscada en el cabello de Violet—. Ella es mía. Absoluta y completamente mía a partir de este momento. No se comparte, no se mira, ni se toca. Violet tembló cuando él tiró de su cabello y elevó su rostro. Las finas hebras de su cabello rozaron sus mejillas y sus labios rosados fueron separados al escuchar que era propiedad de Akron. —Violet Lux es mi propiedad —dijo alto—. ¿Se entendió? Continuaron guardando silencio, con las botellas en las manos y el pene duro porque no sería compartida con el resto. Era una pena porque era hermosa, pero lo que sucedería a continuación, los haría masturbarse de deseo por la mujer cuando tuvieran que cogerla sobre una puta mesa, en medio del círculo de hombres. —Una vez que hemos aclarado el primer punto, vamos al siguiente —dijo Vincent, con ella aun arrodillada en el suelo—. Sabes lo que debes hacer para que sea oficialmente tuya. El de la nariz rota sonrió y sus dientes estaban ensangrentados. —Eso quiero verlo —dijo lamiéndose los dientes. Akron le soltó el cabello y la cabeza de Violet cayó. Vincent quería buscarle el rostro. Ella era la persona más angelical que alguna vez entró a ese bar, y era insólito que tuviese la fortaleza para soportar lo que sucedería, por eso, y por ese cariño que sabía que Akron tenía por su hermano, se agachó y buscó su rostro bajo el cabello. Encontró hebras de cabello en sus labios y en sus mejillas húmedas. Sus ojos estaban rojos por el llanto, y Vincent, recordando lo que una vez tuvo y perdió, le quitó el cabello y descubrió ese hermoso rostro que no debía estar llorando. —¿Eres virgen? —le preguntó Vincent suave. Los labios de Violet temblaban. —¿Qué? —preguntó temblorosa. Vincent le tuvo la paciencia que no le tuvo a su sobrino. —¿Te cogió alguien? —preguntó de nuevo. El corazón de Violet le reventaba el pecho, y su cabeza era un enjambre de abejas. Ella conocía lo que simbolizaba la virginidad. Era muy tomada en cuenta en su iglesia, y también era un símbolo de que ella continuaba siendo pura. La pregunta era un tanto ofensiva, pero no se podía pedir menos de un lugar como ese. —Yo… Yo… No…. Sí —tartamudeó Violet. Vincent apretó su mentón y la hizo elevar el rostro. Tenía paciencia, pero no la suficiente, por eso clavó sus dedos en su piel. —¿Si o no? —preguntó la última vez. Violet tragó y su boca se sentía seca. —Soy virgen —confesó. Los suspiros entre los hombres no se hicieron esperar. El sueño de la mayoría de ellos era romper por la mitad a una virgen. Era un sueño húmedo que les ponía el pene tan duro, que fantaseaban con eso. Nunca las vírgenes entraban a ese lugar. Violet era como ese tesoro al final del arcoíris, y odiaban que fuese de Akron. Él era un hombre que tenía a la que quisiera a sus pies, y pensaron que un buen líder debía compartir sus mejores botines con ellos. A quienes no les sorprendió escucharlo fue a Vincent y a Akron. Akron odiaba que las mujeres fuesen puras. La inexperiencia era un puto asco, y él no estaba dispuesto a enseñar, mientras para Vincent era un regalo. Ella era la demostración de que incluso en un lugar tan malditamente oscuro como ese, había un rayo de luz. El problema era que ellos se regían por una serie de reglas que no podían quebrarse. Su liderazgo dependía de que mantuviera todo en orden. No quería que se alzaran contra él y lo asesinaran como sucedió con el líder anterior. Y si debía elegir entre sus hombres y conservar la virginidad de alguien, elegía a sus hombres, por eso le soltó el mentón a Violet y se alzó sobre ella. —Bueno, Violet, tenemos una tradición —dijo cuando ella elevó su cabeza para mirarlo desde el suelo—. Toda mujer que es elegida por uno de mis hombres, debe someterse al círculo rojo. Akron volvió a apretar la mandíbula. Solo le permitió a su tío que la tocara porque era el líder, pero incluso esos dedos en el mentón, merecían que le cortara la puta mano por tocarla. Violet respiró agitada cuando escuchó círculo rojo. Sonaba horrible. Nada que tuviera el rojo era algo bueno. —No sé lo que es —dijo ella inocente de todo. Vincent movió las manos para que despejaran la mesa. Detrás de ella estaba el altar donde cogían a las mujeres lo bastante valientes como para ser una con un Demonio. Las que eran putas, no pasaban por esa humillación, pero ella era una jodida propiedad que debía reclamarse sobre la mesa de madera con patas de metal tinturadas del mismo rojo de la sangre. —¿Ves esa mesa? —le preguntó Vincent y Violet giró para ver la mesa vieja—. Ahí te vas a acostar, sentar, arrodillar, recostar, como tu dueño lo prefiera, y te cogerá en frente de todos. El cuerpo de Violet se estremeció de pies a cabeza y dos lágrimas descendieron de sus ojos. Su garganta se trancó, y sintió como si una locomotora se hubiera detenido sobre su pecho. —¿Qué? —preguntó Violet con las manos en el suelo. —Al ser la primera adquisición de Akron, tendrás que hacerlo —dijo Vincent respirando profundo—. Cuando quieras, linda. Violet tembló en el suelo, con la cabeza hacia adelante y el cabello rozando el piso. Movió sus dedos en el suelo y clavó las uñas. No comprendía por qué le sucedía eso. Violet comprendió que había desobedecido y que Dios la castigaba, pero no entendía la manera en la que obraba su castigo. Ella le juró que dejaría de desobedecerlo si la salvaba de esos Demonios, pero tal como Akron le dijo cuando ella llegó, Dios no pisaba ese lugar. Ellos eran sus propios dioses, y elegían lo mejor para sus esclavos sexuales. Violet se llenó de valor aun en medio de su llanto y giró el cuello hacia Akron. Él continuaba parado detrás de ella con el arma en la mano y la sangre secándose en su rostro. Buscó que él cambiara las cosas. Ella entendía que se había equivocado, pero no podía someterse a eso. No quería que le quitaran lo único que tenía. —Akron —sollozó con los ojos llenos de lágrimas. Akron bajó la mirada y tragó. Él era un hombre sin sentimientos. Actuaba de acuerdo a su deber y sus obligaciones. Era motivado por lo que debía hacer para mantener todo en orden, pero desde que perdió la cabeza con esos dos hombres por ella, algo se activó en él. Fue excitante y emocionante volver al tiempo donde torturaba y asesinaba, pero ver lo que eso ocasionó en ella, y a lo que sería sometida, lo hizo replantear lo que era el club y lo que tendría que hacer para volverla su mujer de por vida. —Es virgen —le dijo a Vincent—. No es necesario el escarnio. El de la nariz rota, que era el único que habría la puta boca, lo hizo una vez más para decir que él quería ver como desvirgaban a la mujer por la que tenía la nariz destruida. Akron volvió a apretar el arma y pensó en acabar con el hombre en ese momento, pero con esa pequeña fuerza de voluntad que le quedaba, habló con su tío. Si alguien podía cambiarlo, era él. Después de todo era el líder. —Tú decides —le dijo a Vincent con la mirada en él—. Yo no lo haré público. Es la hermana de Justin. La conozco desde que era una niña. No lo haré frente a todos estos malditos pervertidos. —¡Es contra las reglas! —gritó el de la nariz rota. Akron alzó el arma y la apuntó hacia él. —¡Ven y recuérdame las putas reglas! —gritó enojado—. No lo haré, y mataré a todo el que se interponga en mi decisión. Vincent miró la fuerza con la que Akron defendía lo que quería. Él siempre fue alguien leal a sus propios pensamientos. No se regía por lo que los demás querían. Akron era un líder innato, pero también era un lobo solitario. Todos los hombres en ese bar tenían más de una mujer a su cargo y de su propiedad, pero no Akron. Ni con Candy lo hizo, pero el primer día que llegó Violet, su vida cambió por completo y regresó el soldado que defendía las injusticias y que no temía enfrentarse a quien fuese para defender su punto. Ese Akron era mejor que el sanguinario, y como Vincent sabía que la única forma en la que eso acabaría bien era con la muerte de Akron, ejerció su dominio para cambiar las reglas. —Solo porque es virgen, y no solemos tener vírgenes, te concederé el desperdicio de no ser vista por nosotros, querida Violet —le dijo a Violet en el suelo—. No tendrás que hacerlo en la mesa frente a todos, pero lo harás, y será ahora mismo. El de la nariz rota le mantuvo la mirada a Akron y se acercó a la boca del arma. Para él eso no era suficiente. El favoritismo era evidente y palpable, y eso lo molestó tanto que presionó más a Akron. De una u otra forma, quería que ella sufriera por él. —Yo quiero las sábanas —le dijo mirando a Akron y sonriéndole—. Si es virgen, sangrará como mi puta nariz. Akron no movió el arma ni un centímetro. —Quiero su puta sangre en mis manos —gruñó el hombre. Él agrandó su sonrisa y rio como maniático. —Sangre por sangre —le dijo a Akron—. Así funciona esto. Vincent alzó los hombros. Eso debía acabar esa noche. —Bájala, Akron —ordenó Vincent—. Tienes algo que hacer. Akron deseó tanto reventarle la cabeza de un disparo, que su dedo rozó el gatillo con deseo. El hombre no le retrocedió. Lo tentó a que le disparara como lo hizo con Lobo. Si esa noche era su última, se iría enfrentándose al hombre al que todos le temían. —Sabes lo que sucederá si jalas de nuevo el gatillo —le dijo. Akron entendía que estaba metido en un enorme problema, y que la única forma de dejarlo era haciendo por una vez lo que su tío ordenase. Él bajó el arma, miró a Violet aun en el suelo y sujetándola por un brazo, la colocó de pie. Akron estaba lleno de tanta ira, que no podía pensar en otra cosa que no fuese hacerla pagar por el problema en que lo metió. Era su culpa. Su terquedad los llevó a eso. Los llevó a que él la subiera por las escaleras traseras hasta la habitación que tenía sobre el antiguo correo. —¡Maldita sea! —gruñó Akron al arrojarla dentro. Violet se tambaleó y aterrizó sobre un cesto de ropa sucia. La forma en la que la trataba, no era de una dama, pero ella era culpable, y él se lo haría saber por un largo tiempo. —Yo no quería problemas —sollozó llorando—. Lo juro. Akron se tocó la cabeza con el arma y pateó la puerta. —¡Maldición! —gritó tan alto que abajo escucharon—. ¿Qué carajos, Violet? ¡Te dije que no podías regresar aquí! Akron se frotó la nariz con la mano del arma y miró como ella se paraba y lo miraba con esos ojitos de cachorro. Era imposible enojarse con ella, pero era malditamente culpable de lo que haría. —¿Sabes lo que ocasionaste? —preguntó sin darle oportunidad de responder—. Ahora tendré que cogerte.
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