Narra Camille:
Todavía con una sonrisa de pilla en los labios por la travesura que le he hecho a Richard, me encamino hacia el señor Rivas, que me espera con las manos en los bolsillos en el frente de mi casa. Él pobrecito me sonríe también de buena gana, pensando que es él quien el responsable de mi buen ánimo, sin saber que eso se lo debo a otro.
—Buenos días, señor Rivas. ¿Qué le trae por aquí tan temprano? —pregunto con curiosidad. Va vestido de blanco, como si de un modelo se tratara.
Lo cierto es que hubiera preferido quedarme tonteando un rato más con mi capataz, ya que el mero hecho de verle domar a esa yegua es una delicia para los ojos, pero me había comprometido a buscar a Alice en el aeropuerto y no puedo quedarle mal. La visita de Rivas es plato totalmente aparte, pero no
