Ya era de noche en el castillo de Wolfgard, y luego de un inesperado y reconfortante momento de intimidad carnal con su esposo, donde por primera vez él la había tocado con verdadero deseo —que no era para ella, pero eso Ariana no lo sabía—, la reina se encontraba recostada en la tina real de mármol blanco. El agua caliente cubría su cuerpo mientras sus doncellas la estaban bañando con dedicación, como lo hacían cada noche. El baño real era una habitación espaciosa con ventanales altos que dejaban ver la luna, y estaba decorada con tapices azules y dorados que representaban la historia del reino. Aunque Acaz no consumó como tal la acción íntima que tuvieron —su esposo no eyaculó dentro de ella, algo que la había frustrado inicialmente— la reina se sentía extrañamente satisfecha, porque p